Tal vez cuando ya no respire

Tal vez cuando ya no respire

Alan Valdivia

31/01/2021

Has estado allá y en el más allá. Has sido visible para el mundo, pero invisible para mis ojos. Te has camuflado en distintas almas y has vivido en mis sueños donde mi inconsciente te reconstruyó en diversas formas y versiones difusas. Después de varios años estás aquí, a unos metros de distancia. Somos compañeros de trabajo o dos desconocidos. El tiempo lo dirá.

Recuerdo la primera vez que te vi: tenías el pelo castaño oscuro y una gran sonrisa. En el presente, tienes mechones rubios y un barbijo que cubre tus rojos labios. Parece un déjà vu solo que esta vez no quiero dejarte ir.

Unas semanas después

Fue difícil adaptarse al ambiente cuando era nuevo en el trabajo, pero estando tú, se tornó más fácil.

Pasaron los días y nos fuimos conociendo. Sentí como poco a poco nos conectábamos. Había veces que hablábamos sin hablarnos, por ejemplo, cuando tus ojos chocaban con los míos en un cruce de miradas que se vestían de casuales. Otras, nos tocábamos sin tocarnos, como cuando caminabas y el viento que producías se impregnaba en mi cara. Otras, que simplemente nos besábamos sin besarnos, como cuando tus labios susurraban palabras y los míos te respondían. Esos fueron los besos más reales que tuve en mucho tiempo.

Un día de mucho frío me abrigué con mi bufanda favorita. Lustré mis botas y me perfumé. Tomé coraje y mirándome al espejo, antes de partir hacia el trabajo, decidí que te invitaría a tomar algo a la salida. Sin embargo, cuando llegué noté que no estabas. Le pregunté a nuestros compañeros, pero nadie sabía por qué habías faltado. Te envié mensajes que nunca me fueron respondidos. Cerré los ojos, respiré profundo y guardé mi valentía para el día siguiente.

Al otro día, en una mañana con lluvia torrencial, me armé de valor nuevamente y nos imaginábamos caminando bajo las gotas. No obstante, nuevamente no te presentaste a trabajar.

Estuvimos una semana sin saber de ti, hasta que nuestros jefes nos reunieron a todos en el comedor. Comenzaron diciendo que pudieron contactar con tu familia y que esta les informó que habías muerto. No logré escuchar la causa de tu muerte, porque en ese momento impactaron mis rodillas en el suelo mientras caían lágrimas de mis ojos, lágrimas que caían como nunca antes las había llorado…

Hoy,  solo veo a un tonto hombre hundiéndose en dolor. Tal vez, cuando ya no respire podré besarte en tus sueños.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS