El beso de Camile

El beso de Camile

Crecen Palabras

23/01/2021

Era otoño. Abril. Camile lo recuerda por el sol tibio acariciando su tez blanca y por el olor a mandarinas en sus manos. 

Como dada sábado, Camile caminaba por calle 9 de julio hasta el bar «Macondo» se sentaba, siempre en la misma mesa sobre la ventana, pedía un té de jazmín y sacaba un libro de su bolso. 

Pero este sábado no fue igual a los demás, justo frente a ella, imponente, con su pelo cobrizo y sus ojos verdes una mujer. No tardaron en cruzar miradas. Camile sonrío con timidez, Lisa también, y en gesto de vergüenza bajaron sus miradas. 

Camile, no podía dejar de pensar en los ojos de esa mujer, en su piel trigueña, su pelo lacio y cobrizo, sus labios rosados. Nunca la había visto, no sabía su nombre, ni quien era, ni si la volvería a ver. Pero se estremecía de sólo pensar volver a encontrarla y ver sus manos delicadas sirviendo el café. 

Pasaron seis sábados hasta que Lisa y Camile se volvieron a encontrar. Justo cuando Camile perdía sus esperanzas, allí estaba, con un vestido negro y un tapado rojo que llegaba hasta sus rodillas.

Se sentaron enfrentadas. Nuevamente cruzaron miradas. Lisa tenía unos ojos tan preciosos que Camile no puedo evitar comentarlo. 

-Tus ojos son como el mar. Le dijo con la voz entrecortada. 

-Los tuyos me recuerdan al café, respondió Lisa.

-Raymond Carver? Dijo Camile haciendo alusión al libro que sostenían las manos de Lisa. 

-Al final, todos buscamos lo mismo, considerarnos amados en la tierra. ¿O no?. Me llamo Lisa prosiguió.

-Camile, mucho gusto. ¿Compartimos juntas un café.?

Ese día, hablaron de sus poetas favoritos, de sus sueños, de sus miedos. De las ganas de recorrer París. 

Ese día también, Lisa acarició el pelo de Camile y le dijo:

– Te ves preciosa, aquella vez, en el bar, mientras leías, ¿Qué era? ¿Silvya Plath? No pude dejar de mirarte. Ese día supe, que no importaba cuánto tiempo pase, nos volveríamos a encontrar.

Camile, la miró con los ojos más brillosos que nunca y respondió. -Supe lo mismo cuando vi tus manos, tan delicadas servir el café. 

El silencio, tardó un suspiro. Lisa se acercó y acarició su pierna. Camile tomo a Lisa de la cintura. Sus labios se acercaron tímidos, y cuando por fin se tocaron y sus lenguas se acariciaron sintieron la explosión en cada parte de su cuerpo. 

Ese beso, fue mucho mejor de lo que siempre habían leído. 

Ese beso, todavía nadie lo había escrito.

Ese beso, que era sólo de ellas, era una hoja en blanco de un otoño soleado y un poema que se empezaba a escribir. 

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