Buenas noches

Buenas noches

mónica borgogno

20/01/2021

La noche es la síntesis de su vulnerabilidad. A la noche necesita que le lea un cuento, que lo arrope, que le digan buenas noches, que le dejen una luz encendida.

Venía sólo los fines de semana. La lectura antes de ir a dormir se había instalado por un tiempo como una ceremonia de acercamiento y promoción de lectura también, la verdad. El venía del despojo, del abandono. De la almohada hecha de un montoncito de medias. Y de los gritos, venía. Él y yo queríamos habilitar otras palabras, también otros personajes.

Recuerdo que leímos Hablando con el perro de Juan J. Manauta, un relato magistral, breve, de un hombre desempleado que ansía trabajar. El niño se quedó dando vueltas con la descripción del crepúsculo, aprendió esa nueva palabra y al otro día trajo la historia a colación. Otra noche fue Isidoro Blaisten: leímos La felicidad. Parecía una historia tan justo para él: unos tipos que montan una empresa con cosas que se encuentran en la calle, las ofrecen como gran servicio a los demás y hacen plata con ello.

Él tiene 11 años y cuando sale a buscar a los amigos, siempre vuelve con algo: el motor de un ventilador descartado por los vecinos, un montón de tarros de leche en polvo vacíos, botellas plásticas, cables, alambres, piedritas. Lo atesora, lo recicla, lo desarma, lo vuelve a armar.

Todo eso durante el día.

Foto de mi autoría (Mónica Borgogno)

Llega la noche y él se desarma. Se apura a terminar de comer y preguntar si le leo un cuento.

Yo durante el día, elijo qué leer.

Llega la noche y se va a la cama.

Yo busco el libro, una manta para tirarme al lado suyo, los anteojos y enciendo la lámpara. Cuando está todo listo arrancamos. Cuando se duerme, me voy levantando despacio para ir a mi cama. Él se da cuenta, le digo buenas noches y enseguida, enseguida abre los ojos, levanta el torso y estira el cogote como una gallina curiosa, para que me acerque a darle un beso de buenas noches.

Me encanta verlo con ese cuello estirado desde la penumbra. 

Ese beso y el “hasta mañana”, son una suerte de parche a esa pelota pinchada que le tocó barajar.

Otra vez, es un beso en la frente, aunque ya esté dormido y soñando con otros mundos.

Un beso de estos, imagino, es un cobijo único tal vez, mejor que cualquier colcha colorida, para que pueda ser, y crecer y querer.

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