Viento, polvo y vida

Viento, polvo y vida

Fonseca Fisterra

17/01/2021


¿Qué no hubieran dado sus labios por seguir abrazando lo intangible o agotarse cabalgando a lomos de un éxtasis etéreo?

Lo impensable, alumbrado del imposible, se tornó cuestionable, y lo cuestionable abrió sus alas a la oportunidad factible, naciendo de ella el acto consciente que sus labios anhelaban deseosos:



Como el azar y la desdicha,

como el viento y la marea,

de generaciones distintas,

tú, con prosa discreta,

yo, me voy por las rimas,

tú, de cafés largos

y miradas directas,

yo, del paladeo suave

y agitar de cucharilla,

del monólogo contemporáneo

y el soliloquio «in albis»,

o pasar tertuliana tarde

en el «Gato Negro» cual «rara avis».


Eres de la quinta del «chato»,

del «sin prisa, pero sin pausa»,

del devenir despacio y

del «azucarillo solo» al café,

del «canelita en rama»

que pronunciar tanto gusta,

del obsequio de corazón

aceptado de buena gana.


Eres de generación  pasada,

como tocar un western con la guitarra,

yo, la rebaba mal rebajada

de una década obsoleta, oxidada;

pero venimos del viejo milenio,

de la escasez material

y apreciar los «te quiero»,

de los caóticos recreos en el patio,

del tránsito al color del blanquinegro,

del bocadillo y pan

con chocolate de merienda,

de escuchar las historias

de nuestros abuelos,

del reproche de una colleja

por si acaso y a tiempo,

de cuando los males terminaban

al rato, aprendiendo a decir «lo siento»,

de los juegos con cajas de cartón,

de la desmedida imaginación,

de tener como una leonera la habitación,

del jersey «dos tallas mayor»

para que te valga tras el estirón.


Y  aquí seguimos,

como el azar y la desdicha,

como el viento y la marea,

de generaciones distintas,

tú, con prosa discreta,

yo, me voy por las rimas,

tú, de cafés largos

y miradas directas,

yo, del paladeo suave

y agitar de cucharilla.


Somos etapas del tiempo

en estricto orden inverso:

«viento, polvo y vida».



Se vieron morir antes de ser nacidos, enterrados antes de ver la luz, pero brindaron sus labios a la salud del tiempo que perdían por sus bolsillos; él, brillaba más humano, ella, inflorescencia y deidad unísona, recobró la fé en los milagros que ocurren sin plegarias y traspasan lo divino, la lógica y toda barrera física.



Por más paladeos tomados

con agitar de cucharilla,

dulces, abrazos, risas

y besos sin mascarilla.


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