ECOS EN LA NOCHE

ECOS EN LA NOCHE

El humo enturbia el aire, el piano desata una melodía, endulzando los oídos, convirtiéndose en la culpable de algún nudo en la garganta..
La tenue luz del bar logra esa atmósfera clarioscura, que ayuda a esconder la tristeza de un rostro. El vino sirve como aliado en esa nocturna melancolía.
En la barra, con su vista fija en el vaso, Juan repasa su vida, su niñez, sus sueños, esa lejana juventud, los pocos logros, los graves errores, el actual destierro y su desamorada soledad en ese pueblo perdido en la distancia.
Levanta la vista y ve una joven que le sonríe. Ella se acerca a su lado, Juan disimula en vano su nerviosismo.
—Hola, ¿no te molesta que me siente a tu lado?
—No, es un gusto.
—Gracias, no quiero parecer impertinente pero me sentía muy sola. Soy Claudia ¿y tu?
— Juan ——Dijo extendiéndole su mano.
—¿Eres de aquí?——indagó Claudia
—De aquí y allá, pero por ahora de este pequeño pueblo perdido.
—No tienes aspecto de pueblerino, resaltas entre los hombres del lugar, tu elegancia, tu piel sin grietas, tu hablar pausado.
—¡Ay!, Claudia, si de sobresalir se trata, sin dudas tú lo haces, tu belleza y ese andar sensual no son de por aquí.
—También soy de aquí y allá, la vida nos lleva como el viento que arrastra las hojas secas en otoño——Dijo con seductora voz mientras se quitaba su tapado dejando al descubierto un revelador escote.
— ¿Puedo invitarte un trago?
—Una copa de Malbec sería oportuna.
—Serán dos entonces, ya tenemos algo en común… luego veremos que más.
—Estoy segura que sí ——dijo ella sonriendo.

Los cristales tintinearon en un brindis. Desde el piano, las notas de “A mi manera” le daban calidez al encuentro..
—¿Llevarías mi abrigo al guardarropas?.
—Por supuesto, solo prométeme que no te irás.
—Aquí estaré.
Al regresar, ella esperaba y uno de los breteles del vestido se había deslizado piel abajo, convirtiéndola en un ser extremadamente deseable.
Claudia propuso otro brindis.
Para Juan, ese trago fue el preludio del néctar que deseaba libar de aquellos labios.
—No imaginas cuanto deseo conocerte mejor, ojalá que este momento se prolongue.
—¿Conocernos mejor?, ¿Quién logra conocer verdaderamente a la persona que tiene a su lado?.
—Hablas como si te hubiesen herido.
—Los tragos amargos no se olvidan,
—Como me gustaría devolverle la paz a tu corazón lastimado.
—Desde que te vi supe que esta noche sería especial, que algunas de mis heridas podrían cicatrizar.
Así fueron sucediéndose los brindis hasta agotar las copas, entonces Claudia se puso de pie y le dio un brusco beso en la frente y dijo.
—De parte de mi desdichada hermana María Inés.
Claudia abandonó el bar, arrojando al salir un pequeño frasco vacío, Juan sin poder despegarse de su banqueta, se debatía entre la angustia del macabro recuerdo que lo mantenía prófugo y el lacerante dolor que comenzaba a producirle el poderoso y despiadado veneno en sus entrañas.

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