Con algo de melancolía contemplo la rutinaria y mohosa fachada de este antiguo convento, que aguarda mi existencia, alma y corazón desde hace 20 años; Mi nombre es Selene; llegue de la mano de mi padre cuando apenas era una jovencita tímida, incapaz de sortear los vaivenes de un mundo cambiante, según lo expresaba mi padre. El jardín contiguo al convento, es mi sitio favorito, suelo pasar mucho tiempo allí; solo en ese lugar las flores y los árboles son testigos de mis encrucijadas mentales; porque aunque mi rostro se observe impávido e inexpresivo, en mi mente tengo una tornado de agujas; que chocan contra las paredes de la cordura y la razón.
Hace 3 años murió la que fuera la madre superiora, en su lugar; yo fui nombrada madre superiora de esta orden, pues a lo largo del tiempo he desarrollado una gran vocación. Algunas novicias me acompañan en la misión de ayudar, a que este poblado tenga escuelas para los niños más pobres. Se ha construido la nueva escuela, salgo apurada para su inauguración, tomo el autobús; bendigo a las 3 personas que se encuentran allí, me siento; y apoyo mi cabeza sobre la ventanilla para adormecerme un poco y aguantar el largo camino. El bus va lento, hace calor; se detiene en la primera parada que se encuentra frente al único bar de mala muerte que tiene el pueblo; volteo mi cara para no mirar en sus adentros pecaminosos, veo del otro lado de la calle, una pareja de novios; ella y el, hermosos en pleno furor de un intenso y sublime beso; mi respiración se detuvo y mi boca se abrió levemente como cuando un bebe se aproxima al seno de su madre. Sentí como las agujas que suelen revolotear en mi mente; caían rendidas ante la majestuosidad de la escena, con mi mente furtiva y haciendo a un lado mis convicciones religiosas, descaradamente removí a la mujer de la escena del beso, me puse en su lugar; tomando prestado por un momento a su amante, lo bese apasionadamente como nunca jamás, imaginé un ligero sabor a limón verde y salado en mi boca, que permanecería allí en mi aliento; por siempre conmigo.
¿Qué haces Selene?, es mi conciencia que habla; hace tiempo que no me reclamaba algo; trague saliva. Instintivamente de mi habito de monja, saque mi libro sangrado al que acudo cuando el pecado me acecha, cerré mis ojos; abrí el libro en una alguna parte en la que el destino quiso, y señale con mi dedo las palabras que me liberarían o me hundirían en el pecado, “Cantares 1:2” ¡por todos los cielos!, me lleve aquel desconocido en mi mente, ya no lo abandonaría jamás.
Ya casi llegamos a la nueva escuela, me baje del bus con la misma cara de adolescente estúpida con que llegue por primera vez al convento; pero feliz, ¿feliz de que?; Feliz de nada, cerré mis ojos y oré – Apártate tentación de mí, pero apártate lentamente.
OPINIONES Y COMENTARIOS