Aquí, ecerrada en el cuarto que tiene una pequeña ventana, el único cuarto donde un pequeño aire corre, donde se le permite entrar. Es acogedor tumbarse en una habitación así, porque te da contacto con la calle, sientes su entorno, su gente, sobre todo, sus sonidos. A veces no recuerdo cómo es estar afuera. El arranque del auto de algún vecino, las motos que van y vienen, los ladridos de perros estresados por su sencibilidad a los hábitos humanos, los gritos de niños que se emocionan con solo estar expuestos en esa situación de suma libertad para correr deliberadamente por la calle, claro que sin hacerse daño o hasta donde sus mamás los deja.
Sigo tirada sin esperar que haya motivo para levantarme, no es desánimo, ni pereza, o mucho menos depresión, es solo mi manera de lidiar mi ya aceptado encierro. A veces escucho conversaciones, y tengo todo un trabajo para imaginar los rostros, su cuerpo, su ropa, su sexo, sus edades y hasta su estado de ánimo. Al captar conversaciones me pongo curiosa por saber más de lo que hablan, de quienes son. Pero en este caso, ahora mismo, si escucho voces conocidas, se quiénes son, se lo que hacen, se lo que me hacen. Según escucho, la oficial Marta debería llegaria a las 1 PM, tocar la puerta sería su final. No son específico con su » final » solo dicen las peores cosas que alguien solo puede decir a escondidas. Uno de ellos menciona que si fallan, tendrían serios problemas.
Solo faltaba una hora, y la angustia en mi se sentía como adrenalina. Me logré levantar, al parecer tenía miedo y hace mucho que no lo sentía. No sabía quién era Marta, pero «su final» sonaba mortífero. Salí del cuarto, obviamente no puede salir más allá del pasillo, ya que de hacerlo, tendría un final parecido al de Marta, por el balazo que seguro me iba a dar Paco.
Sabía que Marta era alguien importante pues seguramente es como Belén , la última que intento sacarnos de aquí. Me entraba el escalofrío con pensar en escuchar el sonido de una puerta golpear.
Era inevitable, llegó la aguja a las 1. Sonó la puerta. Y no me importó que Paco este ahí. Me encerré de nuevo en la habitación y como si una pesadilla me hubiera poseído, grité. Paco ni lento, entró y me golpeó tan fuerte que me hizo recordar la primera vez, esa primera noche de una chica como yo, en la que me negué en trabajar para ellos. Pero la golpiza valió la pena, no escuché a alguien atendiendo la puerta. Quien sea que sea Marta, espero que pueda volver, mejor preparada, ¿por qué será que algunos policías se exponen tanto? ¿ No sabrán que gente como ellos están expuestos? Piensan que están un paso adelante y cuando piensan que se acercan, cuando más creen eso, más oficiales caen.
Me dejó ahí tirada, me encontraba en la misma posición que hace una hora. Cerca de esa pequeña ventana, si pudiera pasar por ahí, si mi cuerpo se pudiera encoger, sería libre, ya no escucharía los sonidos de la calle, formaría parte de esos sonidos y tendría conversaciones con otras personas, sería la misma que caminaba por esa vereda saliendo del colegio para mi casa, esa chica que sentía la seguridad de caminar por la calle, sin miedo y con la esperanza de llegar a casa. Pero ahora estoy aquí, encerrada en el cuarto.
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