Próxima parada: Paris

Próxima parada: Paris

Aquél día tampoco sonó el despertador. Y si sonó tampoco recuerdo haberlo apagado. El sol se coló por los agujeros de la persiana y aterrizó sobre mi cara. – Joder – pensé. Me hice un poco la remolona, pero ya no había forma de volver a dormir. Eran las ocho y cuarto y él, sin embargo, seguiría ahí tumbado bastante tiempo.

Con más pereza que ganas, me levanté. – Hoy voy a salir de la rutina – decidí. Puse, como todos los lunes la lavadora y saqué del frigorífico un preparado de magdalenas de chocolate. “Veinte minutos y listo” – decían las instrucciones. Dejé el preparado en el horno y me fui al baño a darme una buena ducha. En trece ya estaba lista. Me habían sobrado siete para pensar las tareas del día o, por qué no, dedicarme un poco a mí misma.

A las nueve y veinte de la mañana el olor al chocolate de las magdalenas aún inundaba toda la cocina y un pitido intermitente me alertaba que la lavadora había terminado su ciclo. En la televisión, el canal veinticuatro horas narraba las diversas reacciones de la derrota de España ante Italia. Siempre la misma mierda – pensé mientras recordaba con dolor todas las derrotas de nuestra selección.

Me terminé de un trago lo que me restaba del café y le dejé, cómo de costumbre, un par de magdalenas. Los días eran siempre mejores si se levantaba de buen humor. Ya están algo frías – me dije – pero estos detalles siempre le gustan.

Abrí con desgana la puerta de la lavadora y me puse a tender. Un pantalón negro de mi marido me sacó de la monotonía después de tender su cuarta camisa blanca. Luego saqué una camiseta de tirantes de un color azul intenso, aunque ahora descolorido. Tenía un par de agarrones y algún que otro remiendo. El emblema de los “Detroit Lions” aún se diferenciaba en su parte delantera. – A ver si la tiras de una vez – me habría dicho con sus aires de superioridad. – La próxima vez que te la pongas, en vez de a la lavadora échala directa a la basura. No vale ni para trapos. – Pero eso nunca ocurriría. Me traía tantos recuerdos que por muchos agujeros que pudiera tener, por muy descolorida que estuviera nunca podría deshacerme de ella.

La acerqué con cariño a mi nariz, cerré los ojos y respiré profundamente. Ahí seguían los perfumes de los campos de arroz a los pies de todas las hermosas ruinas de Camboya. También el olor de aquella cerveza que se me cayó en la Octoberfest de no sé ya qué año… Los aromas a cabrito asado, a pote asturiano, a paellita, a aquellos cangrejos azules a la brasa recién pescados del mar… Pero de todos aquellos recuerdos hacía ya mucho tiempo. De los últimos años apenas recordaba lavadoras con camisas blancas.

Me dispuse a sacar otra cosa para tender pero una imagen llamó mi atención en la televisión. Me acerqué y subí el volumen. “El Solar Impulse esta llegando a Sevilla. Ya son más de 30.000 kilómetros recorridos sin una sola gota de gasolina. ” – decía el locutor mientras la imagen mostraba el avión descendiendo lentamente. – “Próxima parada: Paris”.

Era un avión un tanto escuálido, con unas alas muy alargadas y delgadas. Me extrañé al pensar que un avión con una apariencia tan frágil y débil pudiera estar a punto de lograr algo tan increíble. Con tan sólo esos cuatro pequeños motores eléctricos es capaz de acabar con la influencia del omnipotente petróleo.

La vuelta al mundo… – me dije y apagué inconscientemente la televisión. Volví a tender la ropa, pero esas cuatro palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza. – La vuelta al mundo… La vuelta al mundo… – Era una buena alternativa. Además echaba de menos coger un avión, coger un taxi al aeropuerto, celebrar un nuevo sello en el pasaporte… Pero sus calzoncillos “Abanderado” me devolvieron a la realidad. – Vaya, se me han caído – susurré mientras caían a través de las cuerdas de nuestros discretos vecinos.

Terminé de tender con algo más de cuidado mi ropa que la suya. Preparé el cubo y la fregona y empecé a fregar la casa. La sangre de mi nariz se había secado en el suelo del salón durante la noche. – ¿Le debería yo el dolor y la hinchazón de mi pómulo y mi nariz a Ramos por fallar el penalti o a Del bosque por dejarle tirarlo?

Escurrí bien a fondo la fregona y vacié el cubo en el retrete. – Todo debe quedar bien limpio – me dije mientras repasaba con un paño los pequeños salpicones de sangre del aparador del salón. Nuestra foto de la boda también se había manchado. – Mi precioso vestido y su impoluta camisa blanca estaban ahora teñidos de rojo. Limpié mi vestido pero dejé su parte sin limpiar – Total, no se va a dar cuenta.

Ya sólo me quedaba recoger un poco la cocina, aunque en realidad apenas era meter las cosas en el lavavajillas y pasar un poco la bayeta. – La vuelta al mundo… – me volví a repetir. – Él tiene mucho dinero ahorrado y yo necesito salir de aquí. ¡Y siempre he querido dar la vuelta al mundo! Pero ¿por dónde empezar? Bueno, si el Solar Impulse aterriza en un par de días en Paris bien podría ser yo testigo de ello – susurré mientras me aseguraba de quitar bien toda su sangre del cuchillo de cocina.

EL LUGAR DE INSPIRACIÓN ES MI PROPIA CASA (FOTO DEL TENDEDERO)

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