De vuelta a la Universidad.!

De vuelta a la Universidad.!

ESTEFANYA PARRA

05/12/2020

Había llegado con mucha ligereza a la entrada principal con el único propósito de entregar a tiempo algunos papeles, la fecha y hora eran exactas para poder ingresar, por lo tanto, no dudó en dar unos cuantos pasos y acercarse a la verificación de sus datos personales. La temperatura normal, tener mascarilla y el echarse un poco de alcohol en las manos, ahora era necesario.

¡Todo está perfecto!, siga, dijeron. Se frotó un poco las manos tratando de desvanecer el alcohol que le habían echado, miraba de un lado a otro como si hubiera perdido algo, pero no, no perdió nada. El lugar se sentía más grande de lo habitual y aunque sabía la trayectoria a seguir, el pestañeo rápido que empezaron a generar sus ojos parecían desenfocarla de su objetivo.

La calle que se divisaba parecía ser una que no tenía fin, su asfalto se veía reluciente y las líneas de tránsito bien marcadas. Además, los árboles a su alrededor estaban podados, no había hojas caídas, hasta la parada del autobús estaba despejada, pero habían infringido su estacionamiento.

Una sensación extraña recorría por su cuerpo, mientras caminaba a su destino, empezó a escuchar la risa de un grupo de jóvenes y voltear a mirar era la mejor opción, pero estaba sola. ¿Acaso he perdido la razón?, se preguntaba en silencio, no era algo raro, era ella recordando las veces que paseaba con sus amigos por esa calle al salir de clases. Por lo general, compartían chistes descabellados, entonces pudo rememorar escandalosas carcajadas y un intenso dolor de barriga de tanto reír. 

Siendo su limitante el tiempo, aceptó que esto había sido solo un recuerdo, revisó rápidamente su reloj, eran las 12:05 pm, la hora perfecta para resolver todas sus diligencias. Después de haber caminado un poco más, estaba próxima a salir a la esquina de su facultad, pero acortar la distancia que debía recorrer hizo que pasara a través de varios árboles y su mente trajera al presente aquellos días en los que corría a toda prisa hasta su aula de clases y 3 minutos era el único recurso que le hacían llegar puntual. 

La adrenalina de aquellos días regresó, pero esta vez no era porque corría, sino por la cierta asfixia que sentía al llevar mascarilla, sintió que tenía su pulso acelerado y el rostro sonrojado.

Había pasado varios años en la institución y podía recordar con facilidad al joven que tenía su local de copias, la señora de la cafetería que le decía: «Buenos días, señorita, ¿cafecito?», y a esta pregunta la acompañaba de una sonrisa encantadora. El olor a eucalipto aromático eran un verdadero deleite de este atajo, era como tener un escape a la naturaleza de camino a clases, así se sentía cuando entraba a la universidad.

Unos cuantos pasos más y ya estaba recorriendo la calle “ENT ESPOCH” que le conducía a su destino. La frase: «las calles no solo se pasean, también se habitan», era lo que escuchó días atrás y en aquel instante pudo comprobarlo. En Diciembre del 2018, ella había debutado como bailarina junto a sus compañeros, compartía un helado con su mejor amigo al tener crisis existenciales, brindó con un buen vino al festejar la navidad y su cumpleaños, por la cual corrió a toda prisa cuando no quería que la mojaran en carnaval. Pero era la imagen de su profesor preferido lo que sin duda hubiera querido volver a contemplar, porque él se convirtió en su consejero de vida. 

Marzo del 2020, era el mes ideal para volver a pisar “ENT ESPOCH”, pero, tras la pandemia que se vivía a nivel mundial, la culminación de su carrera fue en agosto. Entonces, regresar a ella y recorrerla no era cruzarla como cualquier otra, porque marcó un antes y un después en su vida. En esta calle conoció el amor de juventud, estando en verano la transitó luego de aprobar el último examen de 10mo semestre y antes de dar su último paso por ella, recibió la llamada de su padre después de haber perdido contacto con él inesperadamente.

Esta calle, lo fue todo en aquellos días de universidad, porque recordó que se sentó en su vereda y sus ojos se cristalizaban por unos segundos hasta dejar caer unas cuantas lágrimas. Contemplaba la carretera de punta a punta, en un lado tenía el regreso a casa, por el otro, un paso más a cumplir su sueño profesional y a no defraudar el esfuerzo de su madre. 

A veces sus días se le quería derrumbar al no contar con los recursos económicos necesarios y afrontar los gastos de la universidad. El sentarse sobre la vereda de esta calle, le permitía mirar lo que había logrado e inventar un ritual para recobrar fuerzas, retomar su norte en la vida y dar lo mejor de ella académicamente hasta el día que terminara la carrera.

Un suspiro profundo después de haber derramado unas cuantas lágrimas era el necesario para poder apoyar su mano derecha en la vereda, tomar impulso y pararse, teniendo en claro a qué lado de la calle dirigirse. La última vez que hizo esto, ya no lloró, aquella vez estaba feliz porque prometió volver a sentarse sobre ella el día en que se graduara.

Caminar de nuevo por esta calle para ella era volver a recordar a varios estudiantes: los que ingresaban con la ilusión de ser profesionales, los enojados por la nota recibida en un examen, otros corriendo a toda prisa por no llegar tarde a clases y aquellos que se escapaban de estas con la intención de irse de fiesta. Reconocer a los últimos era fácil, la clave estaba en la música ruidosa del vehículo que los transportaba.

En la nueva realidad, solamente se permitían 30 minutos dentro de la universidad y cada minuto fue aprovechado, tanto para recordar como para entregar sus papeles. El tiempo se terminó, y por esta calle se dirigió hacia su casa. La elección era clara, ahora el sentido en el que iba era el correcto. Aunque estando sola, algo era seguro, regresó allí para confirmar que pudo hacer aquello que se propuso.

¡Lo Logró!

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