Caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Campus stelae. Campo de estrellas Camino interior. Dice la leyenda que el hijo de Zebedeo, degollado por Herodes Agripa en Jerusalem, fue transportado en barca por dos de sus discípulos, Anastasio y Teodosio y su cadáver hallado por un tal Pelayo hacia el año 813, encontrando entre los restos de una necrópolis visigoda inició todo y que el descubrimiento de este osario mitad romano, mitad visigodo vino acompañado de un acontecimiento espectacular, un baile de estrellas y unos extraños fenómenos que desafiaban a las leyes de la Física , la dualidad onda partícula ( nada sorprendente, porque dicha teoría de la mecánica cuántica fue expuesta por De Broglie en 1923 ). Pero este fenómeno de baile de estrellas ocurrido entre las suaves colinas que circundan los rios Sar y Saruela, hizo que se le llamase campus stelae, y luego, Compostela.

Luego el obispo de Iría Flavia, Teodomiro, confirmó los hechos, dándoles certificado de naturaleza mística.

Cuando la noticia que el cuerpo del Apóstol se propagó por toda Galicia, cientos de miles de peregrinos me transitaron. Corren tiempos de miedos y de supersticiones. Es el fin del milenio. El mundo se acaba en el año 1000.

No ayuda a calmar los temores el que Almanzor, en el año 997, arrasa la ciudad de Santiago llevándose como botín las campanas de la Catedral , a hombros de los cristianos cautivos. Hubo que esperar tres siglos hasta que un rey, cristiano, las reconquistase .

Un presbítero francés, Aymeric Picaud, escribe en 1139 la primera Guía Turística del Mundo Occidental, el Codex Calixtinus, que hace que el número de peregrinos que me transitan aumente espectacularmente. Pero tantas gentes traen también suciedad,bubones, ratas, tifus, diarreas y enfermedades. Y los peregrinos caen como moscas. Y hay que construir Hospitales para atenderles . Y luego aparecen los ladrones, que atacan, violan y masacran a los viajantes.

El caballero leonés Pedro Fernández crea en 1170, una Orden de Caballería , la Orden de Santiago, con el fin y misión de proteger a los viajeros.

La buena nueva y la fe hacen que aumente el auge y el prestigio
del Camino de Santiago. El prelado Diego Gelmírez consigue el rango archidiocesal para la urbe, que finalmente el 21 de Abril de 1211, el rey leonés Alfonso IX consagra la Catedral y aumenta la nómina de peregrinos ilustres.

Y se habla , sin confirmar entre los sesudos historiadores, que San Franscisco de Asís, me transitó entre 1213 y 1215.

Luego viene el lento declive, pese a los intentos del buen rey Felipe II de mantener unida a la cristiandad, la Reforma de un monje refroqué, Martín Lutero hacen mucho daño. Él turingio, brutote alemán, monje con sandalias
y calcetines blancos, basa su doctrina en que el hombre puede salvarse sólo por su fe, sin que las buenas obras sean necesarias, ni mucho menos suficientes. Y, ni corto ni perezoso, decide hacer buenas obras y manda freir a en aceite hirviendo a Miguel Servet.

Y decae el auge y el número de visitantes. Y llega la Reforma. Y la Biblia en pasta. En alemán, claro y con las reformas de Martin Luther, el King de los luteranos.

Toco fondo el 25 de Julio de 1867, con la desamortización
de Mendizábal . Sólo 40 peregrinos se reúnen en la catedral.

Empiezo a resurgir. sobre todo, el año 1989, con la visita del papa Polaco Karol Wojtyla. Yasí hasta hoy. Cientos de miles me recorren. Algunos, enajenados, selo toman como una competición deportiva, haciendo los 800 y pico de
kilómetros vestidos con ridículos maillots a lunares en 12 días a toda mecha, olvidando que para eso ya está el Giro de Italia . El Camino no es una competición que haya que levantarse a las 5 de la mañana para pillar sitio en el próximo albergue. No, señores, el Camino se hace con sudor, con ampollas y durmiendo en albergues llenos con olor a sobaco, a calcetín mojado, a linimento para llagas y heridas y escuchando los ronquidos y las apneas del sueño de la

Humanidad Doliente. Unos buscan turismo low cost. Otros buscan la introspección de miras de miras, la mirada serena a su propio interior. El gozo de ver el pórtico gótico de Santa María la Real, en Sangüesa, la Hospedería de San Juan de Ortega, un palacio de Gaudí en Astorga, el puente del Diablo ( cruza el río Irati), destruido por el brutote Espoz y Mina ( con nombre cambiado, aunque parezca que son dos, nacido en Inducín y guerrillero en la lucha contra Napoleón),
castillo de Javier, el puente del Paso Honroso en Órbigo, el Monasterio de Leyre ( no Leyte, como decía un turista americano con camisa hawaiana que aún vivía de recuerdos–MyGod, Kamikazes, a los refugios, con demoledores recuerdos de la Segunda Guerra Mundial en el Golfo de Leyte, en las Filipinas),

la plaza de las Platerías en Santiago, la misteriosa Ermita de Eunate, templaria capilla octogonal con uno de los lados ocupado por el ábside, con una puerta de entrada que no es la habitual, ya que queda a la izquierda.

El comprarle un bordón al famoso artesano de Mañeru, el cocido maragato , la fuente de la que mana Vino en vez de agua , el milagro del gallo de Santo Domingo de la Calzada, la tremenda sensación de soledad de los pueblos fantasma del Camino Aragonés desaparecidos en 1958 , la Cruz de Ferro en Foncebadón ,

la solemne y decrépita estación de Canfrac, con maleza invadiendo los muros, el bosque caducifolio de Ibañeta, Foz de Lumbier, los benedictinos de Nájera, acusados de matar al Abad, por racionarles el vino en las comidas, el cultivo de del lampreas en San Facundo, en Sahagún de los Campos.

El fin del Camino no es la meta, sino el Camino en sí.

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