Soñé que me levantaba a media noche para hornear la torta de cumpleaños de mi amiga Sandra. La torta tenía forma de una cárcel bordeada de rejas y estaba llena de caramelos de varias formas y colores. Cuando llegué a la fiesta vi mucha gente. Percibí con incomodidad la escasa comida para la cantidad de invitados.
-Te despertaste angustiada. ¿Te acordás de otros detalles del sueño? – le preguntó Natalia a Celeste, que estaba acostada en el diván.
-Sí, había un ambiente pobre, de escasez, como en otros sueños en los que estaba en casa de mis padres, llegaban invitados y no había comida -contestó Celeste y tras una pausa siguió-. Mi hermana solía criticar a mis padres porque no la llevaban de vacaciones como a otros compañeros de su grado. Yo nunca sentí que algo me faltara. Aunque entiendo que yo me ocupé de llenar ese vacío. Me compraba sola las aceitunas que en casa no había. Ahora que lo pienso, mi novio de la infancia, que me había traído de regalo una goma de borrar de su paseo al exterior, con la que comencé mi colección, me había traído Europa a casa y una sensación de riqueza. Me acuerdo de mi colección y me viene el olor como si ahora las estuviera oliendo. Un olor especial, intenso, fresco. Nunca hasta ahora pensé en la gratificación de esos olores. -Y mientras se llevaba la mano a la nariz dijo: -me encantaba el olor de las botas rosas, y el perfume suave de la guitarra.
Natalia estaba confundida. Vio a Celeste oliendo intensamente, esta vez sin su miedo de toparse con el olor a perfume que le repugnaba. Pero su cuerpo tenso reflejaba sufrimiento.
-Me quedé pensando en la torta con forma de cárcel- dijo Natalia.
-Sí, es raro- Y fijando la mirada en un objeto invisible pero como si lo estuviera viendo ahora mientras se retorcía con dolor en el diván, Celeste agregó: – rejas de ascensor.
Mirando los movimientos de Celeste, Natalia sintió un nudo en el estómago. Desistió de invitarla a la libre asociación por temor a que algo oscuro saliera a la luz.
-Dentro de las rejas dijiste que había caramelos de formas y colores diferentes, como tu colección de gomas.
-Sí, cierto, eran mis gomas. -Inclinada para adelante dijo: -Siento náuseas. Se me mezclan los olores que me gustan de mis gomas con un olor muy fuerte a colonia de hombre. -Y apretándose las sienes con las manos, siguió: -Me veo en el ascensor, él está muy cerca mío y su miembro gigante al descubierto. En mis manos sostengo fuerte dos de mis gomas -Celeste dio un salto y corrió hacia el tacho y vomitó.
Mientras Natalia le sostenía el pelo le susurró con voz dulce: -Ese es el olor del perfume que tantos años te persigue y no te deja respirar. Ahora ya lo sabés. El olor de tus gomas te viene protegiendo y encubriendo un terrible episodio que tenías enterrado.
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