Mi padre mexicano, mi madre gallega y yo naci en Estambul.
Mi padre nació en la Barrio de Santa María. El parque de la Alameda, dentro del kiosco morisco, los domingos suenan las trompetas y los violines del mariachi Vargas de Tecatitlan. Las personas bailan y cantan alrededor. La oferta culinaria es variada, tacos al pastor, flautas doradas, chalupas poblanas con pollo y salsa, enmoladas, enfrijoladas o enchiladas con crema y queso, panuchos, tostadas de pata de cerdo en salmuera con guacamole, crema y queso; aguas frescas de jamaica, horchata y limón con chia, nieves de frutas, algodón de azúcar y no podía faltar el merenguero, avientas una moneda al aire y cara o cruz, si tienes suerte te lo comes sin pagar.
El olor de las especies en la cocina de mi madre, la empanada gallega rellena de sardinas asadas, el sonido de la gaita en las noches lluviosas, acompañar en su recorrido a la Tuna Compostelana, pelando y comiendo castañas, la familia alrededor de la ladeira saboreando un rico plato de fabada, sin faltar el pan recién horneado y de postre las manzanas asadas sobre los leños de la ladeira. Las verduras y frutas del huerto, los racimos de uvas verdes y moradas colgando del emparrado en el jardín. El horreo de piedra que guarda los granos para comer durante el duro cierzo invernal; el falar galego y al caer la tarde un trozo de tarta de Santiago y café cortado sin azúcar por favor.
Estambul, ciudad mística y señorial, dónde el ayer y el ahora se confunden. La Mezquita Azul, Hagia Sophia, la Basílica Cisterna, la Torre Galata, el bazar de las especies, la estatua de Kamal Ataturk, el padre de la Turquia contemporánea. Nada mejor para comenzar el día que un enorme vaso de jugo de granada, un café de grano recién tostado, preparado en la jarra de cobre, se golpea tres veces la jarra y así el café se asienta y lo puedes beber acompañado de unas baklavas, bocados rellenos de queso y pistaches finamente picados endulzados con miel de abeja. La presencia constante de la Mar del Bosforo te recuerda que en la antigüedad se llamó Bizancio, siglos más tarde Constantinopla y ahora Estambul. Caminando por los estrechos callejones del casco viejo de la Ciudad, encuentras Madrasas, Mezquitas que desde sus alminares se escucha la voz del almuedano cinco veces al día convocando a la oración. Para comer un delicado Muhlama preparado con mantequilla, harina de maíz y queso derretido. El exquisito Balik Ekmek, filetes de pescado ligeramente dorados con cebolla, lechuga, ramas de perejil y unas gotas de limón. Todo esto servido enmedio de un pan. El vino tinto uva Kayra Buzbag Rezerv Anatolia Okuzgozu Bogazkere 2010 es un maridaje excepcional.
Cuando nos reunimos a convivir, las risas, los brindis, los besos, los gritos de los pequeños que pelean, los platillos, los abrazos no tienen fronteras. Son tan solo momentos de felicidad que solo la muerte nos puede arrebatar. Que viva la Vida, que viva el Amor..
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