TERMAS DE GELLERT
Solo éramos viajeros
atraídos por la virtud del agua
y sus manantiales.
Ya descalzos, sentimos prudencia ante lo más puro
y sumisión.
Nos bañó como a sus criaturas
hasta drenar nuestras fragmentadas islas.
Las bocas de los caños
devoran las voces de los bañistas.
Sus cuerpos varados, intiman
en la ingravidez de una terma azul.
Treinta y dos grados.
La tibieza atempera los nervios
la piel se ensancha,
nuestra fuerza se rinde.
La oxigenación penetrante despierta la cura.
Sobre el mosaico de la pared un reloj.
El tiempo hundiéndose. Acuoso.
Treinta y seis grados.
Excesos y debilidades inmersos de una vez.
Se disuelven las máscaras
dentro de una sutil higiene social.
Ahora más permeable.
El abandono más y más profundo
la mente anegada…
Liviandad.
TANQUE DE FLOTACIÓN
Sostenida por un vientre de sal
descanso de mí.
Se evaporan
el peso de la gravedad
y el peso de mi cabeza
con su parlamento inflamado.
La voluntad del agua
acuna este ser desnudo y
el flujo de una inocencia insumergible.
Todo lo que existía era calma.
Una calma de agua.
Alguien,
flotando sin dirección.
LA POZA DEL RÍO
Acerco los pies a la orilla y
hago un cuenco con las manos
para rociar mi frente.
Me adentro despacio
en este lecho de frigidez. Aterida respiro
hasta que el agua cubre el cuello y quedo inmóvil,
todo se hace inaudible.
Me sumerjo una y otra vez
en un fondo desconocido de sombras, frío…
Después una distensión total.
Me pregunto si: esta poza de la frialdad
será la poza del nirvana.
MADRE GANGA
Frente a la corriente del río
¿dónde está el presente?
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La humildad de un chai
acompañadas de la Madre Ganga.
¡Cuánto refugio!
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Hoy bajan turbias las aguas.
Discurren guirnaldas de flores,
ofrendas, cuerpos incinerados, vida y muerte.
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