La gastronomía para mi es un tema desconocido, tal vez tenga como un único principio en la crítica de mi paladar que el valor de una receta no se debe comparar con una receta diferente, además siendo sincero tengo que decir que como con prisa, degusto la comida como un hombre hambriento y jamas llegare a describir un bocado de forma sublime para que alguien imagine que mordí la gloria; la historia que contaré no es sobre aquel plato de comida que ya olvide;  me encanta comer y degustar como la mayoría de las personas que llamaré comunes debido a ese error que se nos da al pensar que la mayoría piensa de la misma forma, variar de platos es algo en lo que nunca dejamos de apostar y por supuesto que el gusto se afina si se refina el paladar; pero esta pequeña historia que les contare fue una experiencia que jamás olvidaré y que de seguro jamás me volverá a suceder.

Durante unos años antes de casarme vivía residenciado en un apartamento compartido,  la cocina igualmente era compartida, para mi era algo incomodo el alimentarse en la residencia, pero esta circunstancia se debía a mi forma de ser, recuerdo que únicamente llegue a realizar algunas veces la cena  para todos los que habitamos en el apartamento, me gustaba compartir aunque esto aumentará el trabajo, no llegue a realizar desayunos y almuerzos para llevar a mi trabajo, me administraba  para comer en sitios económicos cada día, compraba los desayunos, los almuerzos y la mayoría de las cenas, un compañero de trabajo se encontraba en circunstancias similares, así que cada día a la hora del almuerzo ambos salíamos de la oficina a probar sitios para almorzar, durante un tiempo nos gustaba ir a un restaurante que pertenecía a un portugués, era un negocio familiar, el padre con su hijo se encontraban en caja, en el bar y como mesoneros de dos comedores en el local, había dos señoras en la cocina y sospecho que ellas eran sus parientes, su mayor venta se basaba en realizar un almuerzo llamado menú ejecutivo como un plato económico que contenía  la sopa del día, un plato seco con un jugo natural, y con una objeción que no servían sopa cuando había un plato español, durante aquellos días me dedique a leer la biblia y casualmente el compañero de trabajo con quien iba almorzar recibía un estudio bíblico en una congregación judía, algunas veces en el recorrido de la vía al restaurante conversábamos un poco sobre algunos temas bíblicos,  recuerdo que un día comenzamos hablar sobre la complejidad del organismo, nombramos las papilas gustativas al igual que los sabores de los alimentos, llegando al restaurante pedimos dos almuerzos ejecutivos, ese día Dios dispuso de mi sentido del gusto, la comida era de la calidad de siempre pero mi paladar se encontraba percibiendo toda la  energía de ese alimento en una forma diferente, cada bocado fue para el alma, sentí  espíritu regocijarse, no recuerdo que plato fue, únicamente sé que jamás se me olvidará ese momento.

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