Perfil público

La vida no me dio altura, pero me dotó de gran anchura. Complejo que me acompaña desde hace algunos años y por más que me propongo terminar, me doblego ante los placeres del sabor. No quito el dedo del renglón. Sé que voy a lograrlo. (Aunque no sé cuándo).

Tengo el cabello negro y eso me hace sentir orgullosa. A la menor oportunidad lo suelto y agito mis melenas con sensualidad para que se note su brillo y hermosura. Imagino que luzco como un pavorreal que sacude sus largas y coloridas plumas durante su cortejo, con el pecho elevado, porte elegante y seguridad en sus movimientos. Pero no. Más bien creo que parezco una simple mujer que menea sin sentido su cabeza con un dejo de locura. No soy sensual, ni sexy, ni me creo medianamente atractiva.

Suelo ser mala en matemáticas. A veces, para resolver una operación sencilla, cuento con mis dedos discretamente por debajo de la mesa, sin perder la expresión de seguridad. Me causó conflicto aprender la tabla del ocho, pero me reivindiqué con la del nueve. Esa la dominé muy rápido.

Tengo unos ojos que siempre me delatan. Que si de nervios, que si de confusión, que si de enojo… que si el llanto viene a mí… ¡Ah!, el llanto. Gran problema me ocasiona. Soy una lágrima viva producto de mis intensas emociones.

Tengo orejas de tamaño normal, siempre dispuestas a escuchar. Incluso creo que hay un conducto mágico desde el tímpano que se dirige al centro del corazón, lo cual permite que este órgano lata al mismo ritmo del de la persona que me cuenta sus secretos.

Mis manos son infantiles. A veces me causan ternura, a veces risa. Sobre todo cuando trato de ponerlas coquetas con algún barniz sobre mis uñas. Recién me las pinté de rojo y por primera vez vi mis manos femeninas. Hasta me sentí presuntuosa y las movía más de la cuenta. Sí, como el pavorreal aquel con sus plumas coloridas que pide a gritos que le vean.

Me distraigo con facilidad. Por ejemplo, empiezo a leer detenidamente algo y a la menor provocación (o cuando pierdo el interés) me sorprendo pensando en lo bien que sonaba el grupo de rock que fui a ver el sábado pasado, por cierto, ¡qué guapo era el baterista!

Soy tímida. Mucho. Pero con los años descubrí que la timidez no lleva a ningún lado, al contrario, te estanca, así que me obligo con frecuencia a salir de mi “círculo de comodidad”. Cualquier actividad que parezca normal para la persona común, puede ser un gran reto para mí.

Me gusta la soledad. Busco a menudo espacios aislados para escucharme, para regañarme o felicitarme por algo. No me molesta ir a una cafetería con cuaderno y pluma como compañía. Puedo pasar horas resolviendo los problemas del mundo mientras me tomo un café americano grande sin azúcar.

En fin. Soy, en resumidas cuentas, una persona que lucha por abrirse camino, que se equivoca, se resbala y azota, pero también se levanta, se soba y sigue adelante. Que se cae muy bien, aunque tiene mucho miedo de enfrentarse de lleno a la vida, pero que sin duda se divierte, ríe y llora en el trayecto.

¡Ah! Y en verdad me llamo Alfa. A veces piensan que es un nombre clave...