Perfil público

David Jonatan Gómez Mira

Medellin - Colombia

Número de obras:3
Lecturas de sus textos:128
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De chico, la maestra vida me enseñó mi derecho a tener sueños.

Los rieles sobre los que avanza el tren de la vida me invitaron a enamorarme de las palabras, a observar en detalle, a disfrutar de las creaciones que implican los ritmos musicales o el trazo de buenas líneas textuales... una buena construcción musical, escrita o cinematográfica pincelan colores en mi vida.

Guardo con celo mi capacidad de asombro para que nunca se vaya, sería homólogo a la muerte.

La creación que más disfruto es la de mi amigo, El Maestro, quien sí que supo cómo hacer las cosas, cómo hacernos. A él le debo todo; mi crecer, la mujer excepcional que enriquece mi existencia, el caballerito encantador a quien llamo hijo, que alecciona mi trasegar y su mano arquitecta de esta obra que no termina y que lleva mi nombre.

Me considero una obra a través de la cual él castró la religiosidad y me enseño la esencia. Es mi amigo. Entendí que vivirlo trasciende la liturgia y las formas. Y siento como su trazo cuidadoso modela, día con día, el arte que se propuso en mí.

Nací en la ciudad de la eterna primavera, en una Colombia que solo vemos quienes hemos vibrado sus escalas de grises y los extremos de sus colores, o los extranjeros que se enamoran de ella y ya no quieren partir a sus orígenes porque los atrapó esta tierra. Recorro sus calles y miro sus gentes. Me paseo de rama en rama entre sus árboles mientras mi pies se apresuran sobre su asfalto. Luego, miro hacia arriba para que las imágenes que regalan las ventanas de los edificios y los avisos del comercio me otorguen la sensación de haber descubierto algo nuevo.

Escapo con ella a tomar un café o paladear un helado. Eventualmente, ella pedirá una cerveza y yo una soda con fruta o con el golpe de frescura que le otorga el limón. Nos adentramos en los sabores de aquello que ordenamos a la mesa; una pieza de carne hecha con maestría o el diseño artesanal de una hamburguesa que se ve y sabe diferente... compartimos momentos y esos momentos nos hacen compartirnos, cada vez que sucede, me quedo con otra partecita de ella y dejo que ella guarde un nuevo fragmento de mí. Soñamos, ideamos, creamos y nos vivimos.

Me gusta ver la vida como un viaje en tren. En cada estación descienden las personas que eran necesarias para ese trayecto y se da la llegada de aquellos que construirán contigo vía para el nuevo ciclo... hasta la próxima parada. Eso sí, sin que nunca se baje ella y que jamás te quedes sin maquinista... El Maestro.

El crecimiento se me dibuja como un árbol frondoso en ramas, alimentado por la savia que traen las vivencias, las voces que hablan a tu vida; voces que incluyen el silencio de los abuelos, la mirada de los niños, el rayo de sol en la mañana, la percusión de las gotas de lluvia en los cristales, la sabiduría disimulada de los animales y el eco profundo de mis pensares en los rincones de mi alma que anuncian por dónde ir. Todo conectado, como una sonata orquestada cuyo resultado es un sendero de copos verdes sobre robustas raíces a lado y lado del camino que cruza ese tren. Que no importa si atraviesa grandes valles y llanuras o se adentra entre las montañas, superando viejos caminos y puentes sobre corrientes de agua.

Avanzar entre ese túnel verde hace temer el camino y advertir prudencia, pero permite guardar la certeza de que se llegará, felizmente, hasta la siguiente terminal.

No hay destino de llegada, porque se trata de la vida, y eso obliga el trazado de nuevas vías a medida que se supera el camino anterior. Nuevos maderos, nuevos rieles, nuevas rutas y nuevas paradas construyen la aventura del viaje. Aceitas la máquina, agregas carbón (aunque ya hay que pensar en una analogía que resulte menos apologísta del combustible fósil) y emprendes marcha de nuevo. Si no hay camino se construye, si faltan puentes, se tienden; no es posible parar, si el objetivo es llegar a otra estación.

Sí se puede (y se debe) bajar la velocidad en la marcha. Hay paisajes que disfrutar, senderos en los qué recrearse. Momentos para respirar profundo y llenar con aire limpio los pulmones; puestas del sol que nunca se borren de la retina, precipitaciones sobre el rostro que se reciben con los brazos abiertos; no siempre se huye de la lluvia. Beber un té u otra infusión mientras se mira por la ventana y se reclinan los pies sobre las sillas de enfrente.

Hoy el viaje me trae a una nueva estación. Hay un pendiente en mi vida al qué dejar de esquivar. Recoger las letras en textos que tengan sentido y cuenten algo a quien lee. A quien me regale el honor de ser leído. Ya veremos cuánto dura el café de la estación de las letras, cuyo aroma me tiene extasiado y me exhorta a no parar de catarlo.

Si hallo placer, que no es otra cosa que recrearme en leer aquello que germine este teclado bajo mis dedos, daré por sentado que, otra vez, el eco guardado en los resquicios de mi alma tenía razón, y que era el momento para dedicar instantes de vida a producir nuevas ramas en el túnel verde de ese camino y, de paso, arbustos de flores... hoy me dispongo a atender un llamado que tiene mi edad consciente, si estoy en el lugar, el momento y el escenario correctos, puedo decirme "Bienvenido" y mañana me diré: ¡Vaya! Qué venturosa estación. Me llevaré sus galerías conmigo.

Ella, mi fórmula para la vida y para modelar un mejor ser, vendrá conmigo a este nuevo viaje. Es un viaje estacionario entre las paredes coloniales y la atmósfera de época que te invade entre las paredes de este lugar. Sin su barómetro dictando a mi oído si la construcción es digna de darse a conocer, publicar mis letras carecería de sentido. Es entonces este nuevo reto una co-creación que involucra el tan preciso juicio con que ella valida mis construcciones escritas. Estará ahí, cruzando sus dedos entre los míos, recostando su cabeza en mi hombro y vistiendo mi espalda con sus cabellos cayendo sobre la tela de mi paletó.

Y cuando mi guerrerito esté mozo enseñaré con orgullo las creaciones de su padre, esperando con expectativa su reacción frente a las lecturas; ansioso por la imagen que regalará su rostro cuando se levante tras fijar la mirada en las líneas compuestas por mis letras. ¿Habrá una sonrisa cómplice? ¿o una mueca desprevenida? ¿habré creado una razón para despertar en él orgullo?

Está claro, escribiré para mí y para las personas que amo, enhorabuena si el efecto colateral incluye que un ser desconocido termine por amar los mensajes en mis grafemas y se dejen amar por ellos.

Insisto, guardo conmigo mi capacidad de asombro, y hoy, quiero convertirla en texto.

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Interesado por: Me interesa la literatura en un sentido amplio, sin predilección de género

Autores o libros favoritos: C.S. Lewis, Dante Gebel, John Eldredge.

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