Estoy en mi cuarto mirando mi cama desde la esquina donde no me da la luz, es el punto ciego perfecto, aquel que me da tranquilidad, siento mi respiración con tanta lentitud que apenas es perceptible, con mi brazo me gusta sostener mis rodillas mientras mis manos me acarician, mis pequeños rizos me causan cosquilleo en las mejillas, mis ojos no se sienten empapados mientras mi carita no está salada, como es de costumbre.
No recuerdo lo que soñé hoy, es extraño porque normalmente tengo sueños lucidos que anoto siempre en mi diario, tampoco entiendo porque no estaba en mi cama, solo sé que desperté en este lugar, sintiendo una paz que no había sentido desde hace años, tampoco recuerdo con exactitud todo lo que ha pasado, pero el hecho de pensarlo causa disturbios en mi cuerpo. Aun así, no tengo algo en que razonar ahora, simplemente me siento diferente, no puedo decir que me siento bien porque jamás he entendido como se siente eso.
El sol entraba por la ventana y con sus movimientos me muestra la hora, creo que son los doce en punto y yo sigo en el mismo lugar donde amanecí, no siento que mi cuerpo sea mío, pero tampoco lo siento entumecido aun después de haber estado en la misma posición por horas, extrañamente muevo mis manos y no las percibo, puedo tocarme a mí misma y lo aprecio, pero solo eso, se siente como si el cuarto estuviera vacío. Pese a sentirme bien aquí, creo que lo mejor sería irme a caminar un poco, mis piernas se van estirando y en el proceso comienzo a sentir el sol, no me está quemando o fastidiando, es como si traspasara mi ser, me daba cariño y una gran sensación de tranquilidad. No deseaba hacer mucho ruido por lo que no me puse zapatos procurando dar pequeñas pisadas, sin hacer que rechiné mi puerta y yendo de puntitas por el pasillo. No hay un solo ruido que me interrumpa, una sola voz que escuchar, quizá hoy todos estaban de viaje y mamá aun no regresa, no sé en donde esta, últimamente no me decía a donde iba, por lo que no es extrañarme esto.
Realmente deseaba llegar a la cocina por algo de comer, pero estando aquí no me persigue el hambre, mi estomago no me pide nada, aun abriendo el refrigerador, pero el apetito se aleja cada vez más, no entiendo que hace toda esa comida putrefacta dentro del refri, mamá de verdad ha estado tan distraída que no lo ha notado, inmediatamente que llegue se lo diré para que hagamos limpieza, es mejor buscar algo más que hacer en su ausencia, no tardara mucho en llegar.
Mejor quedarme en la sala, puedo ver algo en la tele, jugar mientras espero, pero la televisión no tiene nada, solo estática, los juegos están polvorientos, veo a mi alrededor y puedo ver que todo está lleno de suciedad, es un completo desorden, como si nadie habitara aquí desde hace mucho tiempo, no lo entiendo ¿Por qué la casa estaría tan abandonada?, apenas mamá se fue ayer, es lo último que mi mente recuerda, como ella se despedía de mí, avisándome que llegaría hoy mismo.
-Amelia, querida, debo irme por un rato, pero no te espantes yo volveré mañana para estar contigo, ¿está bien?, sé que si, tu estarás muy muy bien- me beso en la frente y se alejó cerrando con llave la puerta de mi cuarto, recuerdo escuchar una voz temblorosa que no había oído antes en ella, la veía realmente nerviosa pero no me había dado el tiempo de preguntarle el porqué de su angustia, como fuera ella jamás tarda en regresar, así que quedarme aquí no sería un problema.
Su voz y su mirada es lo último que se ha quedado en mi memoria, lo repito una y otra vez, no me puedo escapar de esas palabras, sin darme cuenta ya estoy sobre pensando la situación, ¿de qué me asusto? seguro ella está bien, es mejor irme de la sala, me gusta más pasar el tiempo en la habitación de mi padre. Ahora que no hay nadie puedo caminar más libremente por la casa no me preocupo por correr, aunque ahora si soy capaz de distinguir voces en el exterior, son mis vecinas, muy amigas de nosotras, pero últimamente no las había visto, quizá en un rato más me anime a saludarlas.
Llegue a mi lugar favorito en la casa, es la bodega de mi papá, ha estado intacta desde el día en que él se fue, nunca me han dicho la verdad de lo que paso, quizá murió o simplemente desapareció, no lo sé, mamá se ha encargado a la perfección de ocultar lo ocurrido, pero a veces me da la impresión de que ni ella misma lo sabe. No compartí muchos años de mi vida con él, apenas fueron seis de los trece que tengo, pero aun así sus recuerdos están muy vívidos en mi mente, los atesoro con cariño. Este es un lugar seguro para mí, cada mañana venimos aquí y mi madre me cuenta con lujo de detalle alguna historia que haya vivido con mi papá, normalmente me cuenta las mismas siempre, pero no me molesta escucharlas, pese a ser las mismas historias siempre imagino escenarios distintos, pasamos tanto tiempo aquí que se a la perfección cuantas cosas hay, sé que a él le gustaba mucho coleccionar cosas diversas, tiene juguetes, herramientas, ciertas bebidas exóticas, pinturas, artefactos antiguos, cosas por el estilo que en general no tienen un orden, siendo así puedo darme cuenta que han desaparecido partes de su colección, exactamente dos botellas, uno de sus muñecos y una cámara.
Notar los disturbios en la colección de mi padre me altero más de lo que esperaba, me levanto la curiosidad, deseo recolectar pistas, saber a donde fue mamá para que me ayude, hacer que mi mente me diga más. Cierro los ojos buscando concentración, quizá pueda dormir, mis sueños suelen revelar verdades que yo no puedo ver con facilidad, nunca entendí como era eso posible, pero quería intentarlo una vez más.
-Vamos recuerda lo que ha pasado, dime algo que yo no sepa, algo que me explique la situación- me decía a mí misma con un leve susurro, mis ojos procuraban no apretarse pero la desesperación no me dejaba, no veía nada, no podía recordar, mi respiración ya no era aquella tan delicada, se aceleraba al punto de apretar mis puños con rencor, enterrándome mis uñas pero sin sentir dolor alguno, mis ojos y brazos comienzan a temblar de tanto retenerlos, soltando un grito tan grande que dejo caer lágrimas de mis ojos, al menos se sentían como lagrimas pero no caía ni una gota encima de mí.
Poco a poco los gritos cesaban, mi respiración era la de antes, abrí los ojos lentamente para mirar a la nada, soltando grandes y largos suspiros, intentaba calmarme con caricias, solo de esta manera puedo pensar con claridad, sé que de verdad estoy asustada de lo que ocurre aquí, de no saber qué hacer con la soledad, siento que oleadas de escalofríos recorren todo mi cuerpo hasta llegar a mi nuca, la sostengo con tanta firmeza que me rasguñaba todo el cuello, no deseaba asustarme más pero si intentaba contenerme incrementaban mis temblores, no hay nadie aquí que me cuide, que me consuele, como antes lo hacían. Me he quedado aquí mucho rato, he llorado tanto que ya no siento liquido en mi cuerpo, pero aun así mi mente no está cansada, no siento dolor. Finalmente soy capaz de elevar los brazos con lentitud mientras mis piernas se estiran, estando de pie procuro no mover nada, vuelvo a ser delicada con mis pisadas, avanzo rápido sin mirar atrás, llegando a la puerta solo la tomo y me despido de mi padre con una tenue voz.
Ahora no sé qué hacer, a donde ir, el clima de afuera no me llama, las calles vacías no son una motivación para mí, me siento en las escaleras para mirar por la ventana, abriéndola y sintiendo aquellas brisas que elevan las hojas. De nuevo escucho a mis vecinas, pero no comprendo que dicen, incluso por lo fuerte que hablan, es como si sus voces estuvieran distorsionadas, me asomo un poco más para observarlas mejor, pero se nota algo en ellas que las atormenta, están asustadas, mirando fijamente a las ventanas de mi casa, realmente no deseo preguntarles por el momento, pero eso me demuestra que algo extraño está pasando.
Resignada solo me queda volver al punto inicial, mi habitación es el lugar donde casi siempre estoy, ahí sola no existen demasiadas obligaciones que me causen estrés. Con la mirada baja y unos pies temblorosos subo lentamente las escaleras, sosteniéndome fuertemente para no caer en el proceso, mi pelo me enreda el rostro por lo que apenas puedo ver mi puerta y cuando finalmente iba a abrir, voltee a ver aquel pasillo oscuro por el que nunca me atrevo a pasar, el cuarto de mi madre se encuentra al final, hace años que ella no me deja estar en él y le desarrolle pavor por la vibra extraña que siempre ha tenido, pero por alguna razón siento que hoy me llama, quizá sea mi oportunidad para ver lo que hay, encontrar algo que pueda ayudarme en estos momentos.
El lugar es frio, las ventanas no dejan entrar ni un pequeño rayo de luz, todo este envuelto en una vibra extraña justo como lo recordaba, pero esta vez la soledad también abruma, siento que las paredes desean hablarme, están tan dañadas que podrían contarme mil cosas, toda la cama es un caos y está rodeada de maletas llenas con tanta ropa que apenas pueden cerrarse, podría caminar aquí todo el día ya que no parece tener fin, mientras avanzaba sentía un leve aire que entraba por el umbral de la puerta, la brisa tan ligera recorría mis pies y hacía que las hojas se movieran por el piso, parecen cartas pero por lo oscuro del lugar no logro ver lo que dicen, el ambiente me causa tanta desesperación que lo único que puedo escuchar es lo rápido que late mi corazón, no soporto ni un segundo más aquí dentro, sin pensarlo mucho tomo todas las hojas que me sean posible, las abrazo fuertemente para que no se caigan y abro la puerta solo para salir despavorida, dándole la espalda y cerrándola de un brusco golpe. Avanzo por el pasillo hasta llegar a la ventana junto a las escaleras, tomo asiento para poder leer las hojas que tome, pero es una gran decepción, en todas las hojas la tinta esta corrida, las examino por todas partes para poder descifrar al menos una palabra de lo escrito, hasta que finalmente tope con una parte que era completamente entendible, solté una gran sonrisa de satisfacción que conforme leía se iba desvaneciendo.
13 de octubre, 1998
…ella tiene una gran cantidad de distractores que la harán olvidarse de mí, me siento como una completa basura al irme sin decir nada, pero es por un bien mayor, estoy cerca de él lo puedo sentir, llevo varias cosas de su colección que le daré al verlo, me iré, pero volveré con su padre, por el momento solo la dejare en su cuarto, sé que volveré pronto y ella me lo perdonara…
Mi rostro quedo inexpresivo al leer eso, se volvió a llenar de unas inexistentes lágrimas, ella está buscando a mi padre, ahora sé que lleva varios años con la misma búsqueda, años en lo que desaparece una tarde y vuelve al día siguiente, pero no lo entiendo, está firmada un día antes de irse, me siento extremadamente perdida, tengo la sensación de que no conozco una parte de la historia, si tan solo ella llegara ahora y me dijera con claridad lo que ha estado pasando.
Quizá sea momento de hablar con mis vecinas, ellas pueden decirme algo sobre mi madre, me asome de nuevo por la ventana y puedo verlas en el mismo punto que hace un rato, me dirijo a la puerta para ir con ellas, mientras más me acerco, más claridad hay en sus voces, antes de abrir me quede un momento escuchando lo que decían.
-te juro que vi algo en esa casa, en la ventana se asomaba algo- decía una con la voz entre cortada, a punto de llorar
-no seas paranoica, quien más podría estar ahí, desde que Julieta se fue, ya hace un mes que nadie entra o sale de esta casa- decía la otra con un tono serio, igualmente asustada, pero manteniendo la calma
-pero que tal y es Amelia, la pequeña quedo ahí sin su mamá
-creo que estas enloqueciendo, seguro esa niña se escapó de la casa al ver que su mamá no llego, igual y quedo como Julieta, toda desamparada tras la muerte de su marido
Pero de que estaban hablando, ¿un mes? Eso no era posible si mi mamá apenas se había marchado, ayer ella se fue justamente ayer. Intento abrir la puerta, pero no me es posible, mi desesperación da golpes cada vez más fuertes, pero nadie se acerca, escuche como mis vecinas huyeron con el ruido, grito, pataleo, lloro y no dejo de llorar, nadie me escucha, nadie me ayudara, rasguño el marco de la puerta hasta llegar al piso donde me quedo tirada, golpeado con todas mis fuerzas, jaloneo mi cabello hasta arrancarlo pero no se separa de mí, mi coraje es tal que me intento arrancar piel de mis brazos, desangrarme hasta que alguien me note, pero nada, mis gritos no atraían a nadie.
Me quede tirada unos minutos viendo al techo mientras intento procesarlo, volteo a ver a las escaleras y con la poca fuerza que me queda me levanto para correr cuesta arriba, mis pies resbalan y tropiezo varias veces por mi terquedad, ya no soy capaz de ver con claridad el camino, logro llegar a mi cuarto con una visión borrosa y un cuerpo tembloroso, abro la puerta de mi cuarto y al abrir me llega una enorme punzada al pecho. La puerta se mueve lentamente, suelta un gran rechinido y al mirar el interior caigo de rodillas al piso y me encuentro conmigo misma, veo mi pequeño cuerpo sentado en la misma esquina donde desperté, esta pálido y sin reaccionar ante nada, ni siquiera a la oleada de gusanos que me rodeaban carcomiendo mi ser, con mi mano comienzo a tentar cada parte de mi cuerpo pero por más que intento yo ya no existo aquí, al verme ahí lo recordé, a mi mente llego el dolor que me asecho los últimos días de mi vida, más que el hambre y la sed, me dolía que mi madre me haya abandonado en este lugar, encerrada privada de todo, viendo los días pasar, esperando que ella llegara por mí. Finalmente lo entendía, ella jamás quiso dejarme aquí pero ya era tarde, la agonía se ha terminado y el sufrimiento de estar sola se extinguió, me abrace a mí misma y así como mis ojitos se cerraban, mi alma desaparecía, soltando una última lagrima que caía al piso, la cual se evaporaba junto conmigo.
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