El silencio de Eva

El silencio de Eva

Dreamjan

24/08/2021

Eva no quería seguir viviendo en su obligado silencio.

Había pasado toda su infancia y parte de su adolescencia siendo sorda y la idea de seguir viviendo así le daba escalofríos.

Sus padres habían ahorrado durante años para poder ofrecerle un nuevo estudio médico donde finalmente pudiera oír, y ahora a sus dieciocho años podía someterse a él.

El día que por fin se lo iban a implantar, ella no pudo dormir, se pasó la noche entera imaginando cómo sería, cómo sonarían las voces de sus padres y cómo sería el sonido de la naturaleza.

Había aprendido a usar el resto de sus sentidos de una forma extraordinaria, siempre se preguntaba ¿si hubiera podido elegir entre todos ellos?, ¿Cuál habría sido más imprescindible?, pero jamás daba con una buena respuesta, simplemente optaba por elegir haber nacido como casi todo el mundo y poder disfrutar de todos ellos. Como cualquier niña de su edad.

Ella se veía a sí misma como la mujer biónica, tenía muy buena memoria, podía entrar en una habitación durante segundos y recordar cada detalle de ella. Podía recordar y asociar olores, daba igual si alguien llevaba o no perfume, ella podía penetrar en el particular olor de cada persona. Su paladar también era exquisito y el tacto la transportaba siempre a mil sensaciones.

Pero no podía dejar de pensar sobre el sentido que le faltaba, que siempre le había faltado, se preguntaba, cómo sería su voz y que sonidos podrían llenar una habitación vacía, sabía que el silencio del que todos hablaban seguramente no existía, no podía imaginar silencio más profundo que el suyo propio, seguro que donde los demás escuchaban silencio, ella escucharía algo más.

Se había acostumbrado a leer a las personas sin escucharlas, el lenguaje corporal, lo que podía leer en sus labios a veces no era lo mismo que decían sus cuerpos o miradas.

Esa mañana, su madre no necesito zarandearla para despertarla, cuando entró en la habitación Eva ya estaba vestida y preparada para ir al hospital.

La intervención fue rápida y de anestesia local, no se enteró de nada.

El doctor, un chico joven con una mezcla de olor a menta y aftershave le intento explicar escribiendo en una pantalla todo el proceso.

Una vez instalado, tardaría unas 24h aproximadas en hacer efecto, aunque al ser un nuevo estudio médico, tampoco estaban cien por cien seguros de ello, así que habría que estar pendientes e irlo estudiando, en ese tiempo ella podría experimentar algún dolor de cabeza y quizás sonidos extorsionados. Según parecía el aparato instalado en su cabeza y en sus oídos podía también ser rechazado por su sistema nervioso. Aunque le explicaron posibles efectos secundarios, también le dejaron claro que podían aparecer muchos otros de los que no tenían consciencia.

Sus padres tuvieron que firmar muchos papeles de consentimiento, al ser un nuevo estudio médico, el hospital no quería hacerse cargo de posibles demandas ya que los padres y ella debían estar preparados para que cualquier cosa que pudiera pasar, la emoción de poder escuchar tanto para Eva como para sus padres, no les dejó tiempo para pensar en posibles consecuencias y si lo habían hecho, los buenos y positivos pensamientos pesaban mucho más que los malos.

Cuando Eva despertó vio a sus padres a su lado moviendo la boca, se les veía intranquilos, expectantes, pero ella siguió sin escuchar nada, quiso tocar su aparato pero le apartaron la mano. No debía tocarlo durante una semana, pidió un espejo y allí pudo verlo, sobresalía de su cabeza. Habían tenido que rapar esa parte, uno a un lado de su cabeza y los otros receptores en sus orejas, sonrió ante la idea de ser más biónica que antes, no le importaba tener un claro de pelo en su cabeza si eso la ayudaba a tener todos sus sentidos.

Se fueron a casa, con la condición de que tenían que estar reportando al hospital cualquier cambio que notarán, les habían aconsejado quedarse allí pero tanto Eva como sus padres habían insistido en irse a casa, cuando llegaron su madre insistió en que descansara un poco, todavía iban a pasar horas hasta que funcionara o no y no servía de nada estar allí esperando, al fin y al cabo Eva se había sometido a una intervención y sería mejor que descansara, Eva no puso condiciones a eso, se sentía un tanto cansada, la noche anterior apenas había podido dormir y tenía ganas de que pasaran ya las horas para ver el resultado. Nada más tocar con su cuerpo la cama, se quedó dormida.

Fue un pitido, un sonido penetrante y un ardor en su cara lo que la hizo despertar, intento abrir los ojos pero no pudo, pensó que quizás estaba soñando o que quizás era un efecto secundario, quizás necesitaba unos minutos más pero entonces oyó unos golpes viniendo hacia su habitación, dedujo que sería su madre subiendo las escaleras, lo podía oír claramente, el respirar de su madre agitado, parecía que la tenía al lado, aunque sabía que seguía subiendo las escaleras. Podía olerla, ese olor de rosas con jengibre, poco a poco, más cerca de su habitación.

Una vez su madre entró, le preguntó muy lentamente, por la costumbre para dar tiempo a Eva a que leyera sus labios

— ¿Estás bien hija?

Entonces Eva empezó a llorar, por fin podía escuchar a su madre.

Su madre asustada, se acercó a ella. Tenía miedo a preguntar pero necesitaba saber.

— ¿Me oyes?

Entonces por primera vez, Eva intentó hablar para escuchar su propia voz.

— Si mama, te oigo, ¿Eres tú?

Su madre rompió a llorar, no podía creer estar escuchando a su hija, la abrazó con fuerza. Eva a su vez también le devolvió el abrazo, su voz era suave y dulce y la de su madre más ronca y grave.

— ¿Mamá? Preguntó Eva entre sollozos y miedo

— Dime hija, qué alegría, no puedo creer que al final puedas oír, esto es un milagro. Pero deja de llorar mi pequeña, estás aquí, puedes oírme, no me lo puedo creer. Espera que llamo a tu padre.

— ¿Mamá?, volvió a repetir Eva.

— Espera Eva, tengo que llamar a tu padre, tienes que oírlo, tiene que estar aquí — se levantó para acercarse a las escaleras y poder llamar a su marido.

— ¿Mamá? — Repetía otra vez Eva con la voz temblorosa

— Espera hija, que tu padre está llegando

— MAMÁ!- Esta vez Eva sin saber cómo sonaría su voz, la alzó un poco más.

Su madre se sorprendió y paró en seco asustada ante el grito de su hija.

— ¿Qué pasa Eva? ¿Te duele? Dime, ¿Qué pasa? ¿Me oyes?

— Sí mamá, te oigo pero algo va mal

— ¿Qué?¿Qué pasa? — Volvió a preguntar su madre sentándose a su lado, en el mismo momento que su padre entraba también en la habitación ¿Todo bien cariño?

— Mamá…. Esta vez su voz era suave y temblorosa, se mezclaba con las lágrimas deslizándose por su cara

— Sí, dime… ¿Me oyes no?

— Si mamá, te oigo, ¡Pero no te veo!

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