Después de cinco días de ignorancia total, Mika no pudo soportarlo más. Sabía que algo le pasaba a Ren y necesitaba respuestas. Durante el receso, se armó de valor y se acercó a él con determinación.
—Ren, tenemos que hablar. No puedo seguir así.
Ren levantó la vista de su cuaderno y, por primera vez en días, la miró directamente. Sus ojos reflejaban una mezcla de rabia y tristeza contenida.
—Ok, hablemos —dijo con frialdad.
Salieron del aula y caminaron hasta un rincón apartado del patio, donde nadie podía escucharlos. Mika estaba nerviosa, pero más que eso, estaba angustiada.
—Ren, dime la verdad. ¿Qué te pasa? ¿Por qué me ignoraste estos cinco días? No respondes mis llamadas, en la escuela me evitas… dime qué está pasando.
Ren suspiró hondo, como si estuviera acumulando el valor para hablar. Finalmente, la miró con seriedad.
—¿De verdad quieres saberlo, Mika? —dijo con un tono seco—. Lo que pasa es que vi esto.
Sacó su teléfono y, con un solo movimiento, mostró la pantalla. Mika sintió que el mundo se detenía al ver la imagen: ella con otro chico… besándolo.
Su corazón latió con fuerza. Quiso hablar, quiso explicarle, pero Ren no le dio la oportunidad.
—¿Por qué no me dijiste que ibas a ver a otro? —continuó, su voz temblando de rabia contenida—. ¿Tantas veces estuvimos juntos, compartimos momentos y me ocultaste esto?
Mika abrió la boca para responder, pero Ren no la dejó.
—No tienes idea de lo que sentí cuando vi esto. Pensé que significaba algo para ti… pero al parecer estaba equivocado.
Mika negó con la cabeza, desesperada.
—Ren, espera… déjame explicarte…
Pero él la interrumpió de nuevo, con la voz más firme esta vez.
—No hay nada que explicar, Mika. Ya lo entendí todo. Terminamos.
El aire se volvió denso. Mika sintió como si el suelo desapareciera bajo sus pies. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Ren… por favor… —susurró con la voz rota.
Pero él ya había dado media vuelta. Caminó sin mirar atrás, su corazón hecho pedazos, pero sin mostrarlo. Mientras tanto, Mika cayó de rodillas, sintiendo que lo había perdido todo.
Y lo peor era que nunca pudo explicarle la verdad.
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