REGALO DE LUNA

                                                                    CAPITULO 1

Era viernes por la noche y una fascinante lluvia caía del cielo, y mientras lo hacía, la luna, triste por las atrocidades que el hombre estaba causando, decidió enviar una parte de ella con la lluvia, una parte que se sembraría a la orilla del río Forth. Eran las ocho menos dos minutos, cuando el joven Bosco, apenas había terminado de inspeccionar la nueva y maravillosa roca, que había traído consigo esa misma tarde, cerca al Forth, sus ambiciones desde muy pequeño fueron los descubrimientos arqueológicos, eran una fascinación, sin embargo y con la pérdida de su amada madre. Su padre, el gran empresario y propietario de la única planta nuclear, se había vuelto más obsesivo con la loca idea de ser el dirigente de la ciudad, sin mencionar, que de hecho, no era nada más que uno de los peones de la sociedad, segado por el poder y la ambición.

Siempre llegaba alrededor de las dos con quince de la madrugada, borracho, y lejano, había tenido ya dos accidentes, y por esa razón, su chófer de turno se encargaba de llevarlo y traerlo, solo de dejarlo en las inmensas escaleras de la mansión. Apenado, por su padre, solía ayudarlo en sus hazañas maltrechas, pero, cuando llego a la edad de los dieciséis, prefirió dejarlo solo, porque, siempre que lo ayudaba, era bien recibido con el mismo sermón, una y otra vez “escúchame bien, Bosco… algún día lo entenderás, serás dueño de la planta, serás un hombre, y… no un idiota maricotas, que se la pasa rebuscando en las orillas de las aguas moribundas”, odiaba eso, amaba a su padre y hasta podría decirse que sentía lastima. Pero, algún día, tendría que dejar sus sueños, para seguir con los de alguien más, sueños vacíos, dañinos y retorcidos.

A la mañana siguiente, como de costumbre, solía levantarse alrededor de las seis con treinta, tomaba una merecida ducha, y se enlistaba para la escuela, con su camisa sport negra, pantalones de vestir blancos, y zapatos rojos a juego, hacia un esfuerzo por lucir un tanto elegantes sus hondas negras. Había sido enseñando de ese modo, tan peculiar, tan suyo. Baja las escaleras con prisa, no queriendo encontrarse con su padre a la mitad de las escaleras.

Sonaba la aterrorizante melodía del reloj grande de madera, avisando, desde su despertar, que habían pasado treinta minutos ya. Mientras pasaba el pequeño espacio entre su habitación y el inicio de las escaleras, se vio interrumpido por el sonido de la regadera de la habitación de su padre. Perplejo, se dirigió a la puerta de mármol blanco, tomo la perilla dorada y la hizo girar sin el más mínimo esfuerzo. En la cama de sus padres, había un perfecto y pulcro, traje gris, no había olor a trago, de hecho, no había ningún indicio de que su padre hubiera llegado en ese estado, todo parecía bien, hasta podía escuchar sus murmullos cantados desde allí. Cerrando la puerta, pensó que estaba así por alguna junta con uno de los inversionistas a los cuales querría amenazar para que le vendieran sus derechos a quejas.

Mientras tanto, en el río Forth, se abría paso a una danza, entre, la tierra y la lluvia de la noche anterior, parecía como si las gotas y la tierra se compactaran en grandes y pequeños remolinos, los pájaros estaban atentos, sospechosos, esperando, era cuestión de tiempo para que su regalo, fuera entregado a la vida. Entrando a la cocina, sin poder evitarlo, sus comisuras se alzan en una sonrisa, admirando a la única persona que había sido su madre desde aquella vez, era la Sra. Brandson, danzando de aquí allá, llevo su mano hecha un puño hacia sus delgados y rosados labios, tosiendo falsamente para llamar su atención:

-Buenos días, Sra. Brandson, luce espectacular, igual que todos los días- da un paso al frente, tomando asiendo en el comedor.- Si me permite agregar, es usted con la única mujer, que mi vida ha de tener, la única…como decirlo, am…lo suficiente inteligente y hermosa, como para poder estar en una unión marital.- La Sra. Branson, una cuarentona, muy alegre, de hebras un poco grises por los años, la mujer que ocupo el lugar de su madre y su corazón.

-Bueno, Bos, sabes… algún día encontraras a alguien más, recuerda, cada año me estoy haciendo más vieja, y tu más guapo-deja la avena junto con el café y el pan tostado, sobre la mesa.-Mi niño, con tus dieciocho años, eres todo un ejemplar, no solo para los jóvenes de tu edad, sino, para hombres como tu padre, como cualquiera. Sus azules ojos, lo observan con sinceridad, con amor, todo lo que siempre necesitaba cuando estaba de malas, era esa mirada, era como si en un abrir y cerrar de ojos, todo lo malo se desvaneciera.

-Bueno, para mí, siempre serás la única, eso te lo puedo asegurar, sabes que las damas de este entonces, solo se interesan por quien es tu familia, pero… te prometo, que, seré lo más feliz posible que pueda-. Tomando sus pecosas y morochas manos, deposita un dulce y amable beso. Terminando de leer el periódico y su desayuno, relame sus labios, toma un par de mentas de la mesa y se despide con un beso en la mejilla.

En cuanto cruza las puertas de la escuela, sus ojos avellana, se dispersan de aquí para allá, jovencitas tímidas, rebeldes e interesadas, lo observaban de reojo, no era para nadie un secreto, era guapo, con carácter fuerte y sensible, con la piel aceitunada y perfecta, amable y jovial. Aunque, cuando la situación lo ameritaba, podía ser insensato, orgulloso, y duro, muchas y muchos querían su compañía, sin embargo, no estaba dispuesto a compartirla con seres que no lo merecían, aunque se sintiera solo, prefería sus tardes a las orillas del río, con la fuerte brisa, el olor de las flores, y el canto de las aves.

-Hola Bosco, me preguntaba si hoy en la tarde tienes planes…-. Marilyn Adams, una rubia encantadoramente hermosa, en otro caso hubiera seguido con sus ganas de conquistarla, solo que un día la oyó hablar con su grupo de cómo lo necesitaba para salir de casa y tener una vida de perlas, llevaba un hermoso vestido verde esmeralda, marcando su curvilínea silueta, era de tirantes, con un final en tubo, junto a unos tacones rojos, que hacían resaltar aún más, su belleza.-Buenos días Srita. Smith, que hermosa luce el día de hoy-. Cerrando su casillero, toma la mano de la joven y la besa por un segundo, los ojos pardos de Marilyn lo observan atentos, necesitados de una respuesta.

-Es muy amable de tu parte, pero… volviendo a mi pregunta-.lleva su delicada y blanca mano al hombro izquierdo de Bosco, con intención de intuirlo, esperando provocar algún efecto.- Veras Marilyn, agradezco tu invitación, pero, tendré que rechazarla, todos los días, tengo planes, planes que inclusive, podrían, no ser de tu… agrado, tal vez, ¿otro día?. Cuando no me halle tan ocupado-. Con una reluciente sonrisa, se va sin siquiera recibir una respuesta.

Sin embargo, la joven no lo había dejado en paz por un segundo, compartían una que otra clase, no le quitaba los ojos de encima, parecía un perro roendo un hueso, un hueso duro y apetitoso. La clase de deportes fue su única esperanza para volver a atacarlo. Marilyn pensó que, con sus shorts y esqueleto de deporte, le haría cambiar de parecer, era ridículo no fijarse en ella, la joven más hermosa de su clase, y si por ella fuese, de la escuela. Decidida, sale de los lockers, meneando sus caderas en dirección a Bosco, relame sus labios en cuanto lo ve practicando con el balón de basquet, tan fuerte, tan varonil.

Bosco se había sentido entumecido, vigilado, y extraño durante las clases, la causa, Marilyn, no podía dejarlo ni un segundo, estando siempre en cada rincón, sin dejarlo respirar. Cuando se encontraba practicando con la bola de basquet, sintió la presencia de alguien más, allí estaba ella, ya se le hacía raro su ausencia, lucia lista para atacar, lista para no aceptar un no por respuesta.

-Bos, podrías ayudarme con los tiros, en realidad soy pésima.-con un dedo enredado en sus risos dorados, lo observa, con fingida tristeza.

-Yo… me encantaría ayudarte, pero, sabes… olvide algo en el locker, ja, ¿puedes creerlo?-se sentía nervioso.

-Bos, sé que me estas mintiendo, porque no me dices de una buena ves por qué no quieres tenerme cerca, digo, es una idea absurda, pero eso parece.-No tenía escapatoria, lo había pillado, ¿Qué podría perder?, seguramente se llevaría una buena bofetada si llegase a decirle la verdad.

-Muy bien, dijiste que querías hacer algo esta tarde… eso haremos, solo te pido un poco de privacidad, has estado todo el día encima de mí, y eso, eso no es saludable cariño.-sus pardos luceros brillaban con su afirmación, lo había logrado, había logrado agendar una cita con el guapo y adinerado, Bosco Brown.

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NOTA: NO SOY LA MEJOR ESCRITORA DEL MUNDO, ES UN NUEVO PROYECTO, Y ME ENCANTARÍA SABER SI TE HA GUSTADO.

PSDTA: NO SEAN TAN DUROS.

Etiquetas: ficción romántica

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