Prólogo
Cuatro años habían pasado en un abrir y cerrar de ojos para Paloma, quién aún estaba tratando de reconstruir su vida, todavía quedaban trozos fragmentados de lo que alguna vez fue una joven que creyó en el amor y se entregó en cuerpo y alma a un hombre que la destruyó por completo.
Sus hijos habían sido el motor que la impulsó a olvidar y superar su triste pasado, aunque las profundas heridas que aún tenía en su alma no le permitían sanar por completo.
Desde el día que huyó de su verdugo, no había vuelto a saber de él, era consciente que algún día tenía que enfrentarlo…tenía dos hijos de él y no precisamente habían sido concebidos por amor, sino producto de un vil engaño, de una mentira, de una cruel y terrible venganza que la llevó casi al borde de la locura.
Paloma, sonriendo como era su costumbre llegó al hospital donde ahora laboraba, era asistente de un prestigioso cirujano ginecólogo y obstétrico, saludó a sus compañeras de trabajo llevando en sus manos dos vasos de caffe latte, que le gustaba a ella y su jefe, ingresó al ascensor uno de los jóvenes de limpieza que iban con ella pulsó el número cinco que era el piso donde ella laboraba, salió con la alegría reflejada a flor de piel cuando de repente el miedo la invadió por completo, la sonrisa se le borró de los labios, frente a sus ojos estaba el hombre que más daño le había causado en la vida.
—¡Paloma!— exclamó él con la mirada iluminada, sin embargo no era aquel apuesto hombre que ella conoció años atrás en una fiesta de la universidad y que la cautivó apenas sus miradas se cruzaron; era mayor a ella con diez años, pero ahora era como si por él los años le hubieran cobrado bien caro sus mentiras.
Ella lo miró con frialdad y temor, eso era lo único que ahora él le inspiraba, de aquel amor que alguna vez sintió por aquel hombre no quedaba nada, haciendo un esfuerzo la joven se recompuso para enfrentar al tirano, en ese momento la puerta del consultorio del doctor Espinoza, se abrió.
—Paloma, estoy esperando mi café— pronunció con la voz serena que él tenía, sonriendo con aquella expresión tan dulce, muy distinta a la del hombre que estaba sentado en la sala de espera.
—Di…perdón doctor, me surgió un problema personal— respondió la joven quien había cumplido veintitrés años semanas atrás.
—¿Disculpa el señor es familiar tuyo Paloma?— averiguó Diego.
—Sí, soy el esposo de Paloma…Iván Arellano.
Diego, observó a Paloma, preocupado, él fue testigo de lo mucho que luchó la joven para superar los traumas que su esposo le había causado, sabía que todavía su corazón estaba tratando de reconstruirse; pero confiaba en que ahora ya tenía la valentía y la madurez para enfrentarlo.
—Paloma, pueden utilizar mi consultorio…la primera consulta es a las diez de la mañana— indicó con amabilidad Diego, indicándole a su asistente que era hora de enfrentar a aquel hombre, con la mirada le trataba de dar ánimo. Paloma, exhaló un suspiró.
—Ven por aquí— le dijo a Iván, claro que Diego, se quedó cerca, no podía dejarla a merced de aquel hombre— ¿Qué quieres Iván?— averiguó ella, sin dejar de verlo a los ojos, mientras él se veía demacrado, acabado, envejecido, ella estaba resplandeciente, más hermosa de lo que él la recordaba, su hermoso cabello negro le caía en ondas por la espalda, sus preciosos ojos negros lo observaban con frialdad, y sus labios…aquel hombre recordó el sabor de sus besos, el calor de su cuerpo, la sangre se le encendió, trató de disimular la excitación que ella le provocaba en todo su cuerpo.
—Vine a recuperarte— declaró él, ante la mirada insólita de ella.
—¿Te volviste loco?— cuestionó Paloma, indignada, tenía que mantener la calma para no provoca a aquella bestia que tenía a su frente.
—Loco me volví cuando me dejaste— expresó con desespero— te he buscado día y noche con un solo propósito… ¡Pedirte perdón!
Paloma, ladeó su cabeza…le parecía algo insólito que después de todo el daño que le había causado se presentara como si nada a pedirle perdón.
—Eres un cínico…no tienes vergüenza, después de todo el daño que me causaste vienes como si nada a pedir perdón— resopló Paloma— me arruinaste la vida, fui a tu lado la mujer más infeliz de la tierra— expuso la joven mientras él con la cabeza inclinada lloraba arrepentido.
—Sé que no merezco tu perdón…sé que me equivoqué, que cometí un error; pero soy un ser humano… ¡No soy perfecto!— exclamó llevándose las manos a la cabeza afligido. ¡Se trataba de la vida de mi hermano!
—Yo era inocente, te casaste conmigo con engaños, me hiciste creer que me amabas y no fue así…
—Yo si te amaba…yo te amo
—¿Amor?
—Cuando se ama verdaderamente a alguien no se lastima, no humilla, no hiere, no denigra como tú lo hiciste conmigo— declaró la joven con mucho dolor, ese hombre le había quitado hasta las ganas de vivir.
—Yo solo quería hacer justicia.
—Con la persona equivocada… ¡Maldito!…yo era inocente de todo lo que me acusabas, yo creí y confié en ti, dejé todo por irme contigo, a mi familia, mis amigos, mis estudios…— sollozó Paloma, recordando como aquel hombre le rompió el corazón, destrozó sus ilusiones, mientras él no encontraba las palabras para decirle que estaba arrepentido de su mal proceder, entonces utilizó el último recurso que le quedaba.
—Quiero conocer a mis hijos, tengo derecho…soy su padre.
Paloma, palideció por completo, el día al que ella tanto le temía había llegado, sabía que así ella se negara la ley le iba a conceder derechos por ser su legítimo padre.
—Yo no quiero que les destroces la vida a mis hijos, como lo hiciste conmigo— señaló con miedo, sus pequeños no merecían un hombre como él, como padre, era en esos momentos cuando ella sentía culpa, por haber sido tan ingenua y no haber hecho caso los consejos de sus padres.
—Déjame demostrarte que no soy el monstruo que piensas, he pagado muy caro mi error, sufro como un condenado porque no tengo a mi lado, porque sé que te hice mucho daño, pero hasta el peor criminal merece reivindicarse— expresó él sin dejar de llorar. Paloma, jamás lo había visto así, solo conocía su lado cruel, inhumano y no le interesaba conocer más de aquel hombre.
— ¿Y quién me devuelve a mi todo lo que me robaste?— cuestionó la joven sin dejar de verlo, mientras él no tenía el valor de verla a los ojos.
—Solo dame una oportunidad— sollozó Iván, destrozado por completo al darse cuenta que la mirada de ella ya no demostraba amor hacia él, sino frialdad.
—Tendría que estar loca para volver a caer en tus mentiras…gracias a tu engaño, aprendí a quererme y valorarme… No volverás a hacerme daño Iván Arellano, ni tú, ni nadie…
Capítulo 1
Quito- Ecuador
Cuatro años, seis meses antes
Ivan Arellano, subía las escaleras de piedra de la entrada principal de su imponente casa, felices recuerdos se le vinieron a su mente al revivir aquellos años de niño cuando con sus padres y hermano compartían en los amplios jardines de la mansión Arellano, lamentablemente un terrible accidente de tránsito había cegado la vida de sus padres, él como hermano mayor se hizo cargo de su hermanito pequeño, quién hoy en día era un afamado pintor, muy reconocido en su país natal Ecuador, y últimamente se estaba abriendo paso a nivel internacional, en un mes debía presentar una exposición en Alemania, el menor de los hermanos era bastante hermético con su vida personal y profesional, por eso no permitía que nadie se adentrara en su estudio, cuando plasmaba sus ideas en los lienzos se transformaba en otra persona, se transportaba a través de sus manos a dimensiones desconocidas haciendo que en cada cuadro que él pintaba dejara grabada su esencia.
Iván, percibió a lo lejos: «Lobo hombre en París by la Union» sonrió al darse cuenta que la música provenía del ala izquierda de la mansión, en donde Alain, había instalado su estudio.
«La luna llena sobre París
Ha transformado en hombre a Dennis
Rueda por los bares del bulevar
Se ha alojado en un sucio hostal»
Cantaba y danzaba a todo pulmón Alain, mientras colocaba una capa transparente delgada de color sobre otra una opaca y generalmente clara, mientras sus obra maestras permanecían cubiertas con telas, para que nadie las observara hasta el día de la exposición en Alemania, aquel joven era una de las promesas en el arte, a sus veinte y tres años, su estilo único mezclaba veladuras, transparencias y trabajos tonales de esa manera sus retratos eran tan reales que fácilmente se confundían con fotografías, dándole reconocimiento a nivel mundial.
De repente la música se detuvo Alain, frenó su danza furioso, le molestaba en gran medida que alguien ingresara a su estudio sin previo aviso y menos que lo interrumpiera cuando realizaba su trabajo.
—¡Maldita sea!— exclamó dando vuelta, pero la furia que emanaba de su mirada, se transformó en alegría al ver a su hermano mayor parado cerca del reproductor de música—¡Iván!— exclamó con alegría, lanzándose a abrazar a su hermano, los dos hermanos se fundieron en un fuerte abrazo, a Ivan, no le importó que Alain, lo ensuciara con oleo su impecable ropa— ¿Por qué no me avisaste que regresabas a Quito?— reclamó Alain.
—Quería darte una sorpresa y saber en qué gasta el tiempo mi hermanito menor— pronunció Iván, inspeccionando el bien equipado estudio de pintura de su hermano, cuando quiso levantar las sábanas que cubrían los cuadros que Alain, ocultaba con sigilo, el joven artista no se lo permitió.
—Lo siento hermanito, nadie puede ver esos retratos, son mi obra maestra, lo que me dará fama internacional— declaró con orgullo— si los quieres ver debes venir conmigo a Alemania.
—Por eso estoy aquí, no podía dejarte solo en esto, desde el día que nuestros padres murieron yo juré cuidarte, protegerte y apoyarte— afirmó Iván, con la firme convicción de estar siempre pendiente de su hermano menor; para Alain, su hermano mayor era como su padre, entre ellos había una gran conexión, mucha confianza, desde niños se llevaban bien y expresaban infinito amor uno por el otro.
Alain, ingresó al baño de su estudio para lavarse las manos, mientras su hermano mayor por un instante se vio tentado en develar los cuadros, pero por respeto a su hermano no lo hizo, sin embargo en varios cuadros que colgaban de las paredes observó la firma Ival, se le hizo curioso.
—¿Ival?— le preguntó a su hermano al momento que salía del baño al estudio.
—Es mi seudónimo… ¿Quieres saber qué significa?
—Claro— respondió Iván, a espera de la respuesta de su hermano.
—Iv, por Iván, y al por Alain, así inmortalizo nuestros nombres claro que debes esperar a mi muerte para que mis obras suban de precio—dijo en tono de broma Alain, pero a Iván, hablar de muerte no le causaba gracia.
—No pienses en esas cosas, más bien dime cuándo me vas a presentar a esa misteriosa mujer de la que estás enamorado— comentó Ivan, mientras Alain sonreía, con su rostro jovial, sus ojos vivaces y azules, al momento que salían del estudio para dirigirse a la casa principal y ponerse al día sobre sus asuntos personales.
—Más bien dime ¿Cuándo te vas a casar?— le preguntó Alain, a su hermano mayor, quién soltó una carcajada.
—Yo estoy bien así, me gusta la libertad— comentó Iván— además no he tenido la suerte de conocer a la mujer indicada.
—Es que eres muy exigente con las mujeres— advirtió Alain, ingresando a la casa. Iván, sintió algo de nostalgia al recordar a sus padres, se sorprendió tanto al ver el retrato que Alain, había pintado de ellos, algunas lágrimas brotaron de los ojos del mayor de los Arellano.
—¿Tú los pintaste?—preguntó Ivan, con la voz entrecortada.
—Sí— respondió Alain— ¿Qué te parece?
—Increíble, los plasmaste tan real, que es como si estuvieran aquí con nosotros… ¡Estoy tan orgulloso se ti!— declaró Iván, abrazando a su hermano.
—Gracias hermanito— respondió Alain— pero este artista tiene una cita muy importante con la mujer de su vida.
Iván, sonrió ambos subieron a sus respectivas habitaciones, minutos después Alain, salía en su auto rumbo a la capital a la cita con la mujer a la que tanto amaba.
******
En lo alto del firmamento las estrellas alumbraban el cielo capitalino, Iván, sentado frente a la piscina fumaba un cigarrillo, cuando su celular sonó.
—Iván Arellano, me acabo de encontrar con tu hermano menor y me informa que estás aquí en Ecuador— comentó una voz masculina al otro lado de la línea.
—¡Gustavo Larrea!— exclamó Iván.
—El mismo— comentó el joven— te llamo para darte la bienvenida hermano, ven a la plaza Foch.
—Estoy algo cansado— respondió Iván— llegué hace unas horas.
—No me digas que los años ya te empiezan a pesar, apenas cumplimos tres décadas— bufó al otro lado de la línea Gustavo.
—No claro que no— afirmó Iván— cuando esté cerca te llamo para saber en qué bar estás.
—Perfecto— respondió Gustavo, colgando la llamada, mientras Iván, apagaba la colilla del cigarrillo para ingresar a la mansión, bañarse y cambiarse de ropa.
*******
Las luces, música, y la alegría de la gente quiteña, concentrada a lo largo de la Mariscal, daba la bienvenida a Iván, quién hace años no disfrutaba de una farra en la capital.
Bares, restaurantes, discotecas para todos los gustos se concentraban a lo largo de la calle, jóvenes conversaban divertidos en las esquinas de cada intersección.
Iván, marcó el número de su amigo Gustavo, quién le indicó que a unas pocas casas estaba bebiendo cerveza con unos amigos en las inmediaciones de un exclusivo bar que tenía unas mesas acomodadas en los exteriores, mientras buscaba estacionamiento Gustavo, con la mano lo reconoció y saludó, entonces Iván, después de detener su vehículo, bajó y caminó con dirección a su amigo.
Gustavo e Iván, se saludaron con un fuerte abrazo, mientras le presentaba a sus compañeros de trabajo e invitaban al importante empresario a sentarse con ellos.
—Me comentaron que hay una fiesta que organiza la facultad de medicina, de la Universidad Central— comentó uno de ellos.
—¿Es privada? O ¿Podemos ingresar sin problema?— averiguó otro de los caballeros que disfrutaban de la bebida.
—Hay que pagar por la entrada pero eso no es problema— indicó el más joven del grupo, un muchacho alto, de cabello castaño, ojos marrones y piel trigueña.
—No cuenten conmigo, no me gustan esas fiestas llenas de jovencitos inmaduros— comentó Iván.
—Y de muchachas jóvenes y divinas…cómo las que vienen por ahí por ejemplo— señaló Gustavo, refiriéndose a tres hermosas jovencitas que caminaban juntas. Iván, levantó su mirada cruzándose con la de una de las jovencitas, quien se retiraba unos mechones de su hermosa cabellera negra que le llegaba hasta la cintura, era una chica delgada, de hermosas curvas, sus ojos eran grandes y negros, hermosos y brillantes, su rostro reflejaba mucha dulzura e inocencia, vestía con colores vivos y a la vez su atuendo reflejaba sencillez. Iván, quedó impresionado con la belleza de aquella jovencita, quién de inmediato desvió su mirada hacia otro lado, y tomaba del brazo a sus amigas, quienes sonreían ante el galanteo de los hombres que acompañaban a Iván.
Iván, persiguió a la muchacha con la mirada, mientras ella sentía nerviosismo, pues era la primera vez que Paloma, a sus dieciocho años estaba en un sitio tan concurrido y que entraba a una discoteca, pues su padre un hombre muy machista y controlador no le dejaba salir de la casa, para poder ir a la fiesta de la universidad, tuvieron que convencer a la mamá de su amiga Amelia, que le pidiera permiso al señor Borrero, a tanta insistencia de la señora y para no demostrar que era un hombre muy celoso con su hija concedió el permiso.
—Si vieron a las muchachas que pasaron…bellísimas— comentó Gustavo— y precisamente están entrando a la fiesta de la U.
—No creo que sea tan mala idea después de todo— señaló Ivan, pues había quedado prendado de la mirada de la joven de cabello oscuro.
Los caballeros pagaron la cuenta e hicieron la fila para ingresar a la fiesta que organizaba la Facultad de Medicina, pagaron por sus entradas e ingresaron a la discoteca, que estaba vestida con globos blancos, mientras muchos jóvenes bailaban al ritmo de «Don´t Stop The Music by Rihanna»
Muchas jovencitas les sonreían y coqueteaban con los apuestos caballeros que parados en la barra de la discoteca observaban el baile de muchas de ellas que con sensuales movimientos atraían la atención de varios jóvenes, entre tanto Iván, en medio de las luces parpadeantes buscaba con la mirada a la misteriosa muchacha, a lo lejos la divisó, sus amigas la halaban para llevarla a la pista de baile, al parecer ella se negaba, él se recargó sobre la barra para observar en que terminaba la disputa de la jovencitas, quienes arrastraban a Paloma, a la pista de baile, entre tanto los amigos de Iván, sin pérdida de tiempo se acercaron a las dos jóvenes que acompañaban a Paloma, para bailar con ellas, dejando a la jovencita sola en medio de la pista, cuando ella se disponía a regresar a su lugar, la sensual voz de un hombre la sorprendió:
—¿Bailamos?— le dijo observándola de cerca, con aquellos ojos verdes profundos, mientras mostraba su blanca dentadura debajo de aquellos labios gruesos en una amplia y seductora sonrisa, la joven se quedó sin aliento ante la presencia del atractivo hombre.
—Bueno— respondió con timidez, mientras trataba de mover su cuerpo al ritmo de la música para no demostrar su nerviosismo. Iván, no le quitaba la mirada de encima, ella de vez en cuando levantaba sus ojos hacia él.
—¿Te puedo invitar un trago?— le preguntó al momento que la canción se terminó.
—No bebo licor y no acostumbro a aceptar cosas de desconocidos— pronunció la joven con timidez.
—Esas dos cosas la podemos solucionar…Te invito una bebida sin licor— sonrió Iván, la joven se sonrojó mientras sentía que su cuerpo se estremecía ante las miradas que él le brindaba, aquellas sensaciones no las había sentido con nadie hasta entonces, era algo inexplicable la atracción que él ejercía sobre ella, quizás porque se demostraba como un caballero, elegante y educado, era el prototipo de hombre con el que ella soñaba desde niña—. Y para dejar de ser un desconocido mi nombre es Iván…Iván Arellano, es un verdadero placer conocerte— pronunció al momento que tomó la mano de la joven y se la besó, el rostro de la muchacha se tornó carmesí, una gran O se dibujó en sus labios y su cuerpo sufrió gran conmoción al sentir como si una especie de corriente le recorriera la piel y le quemara por dentro.
—Paloma Borrero— respondió con timidez, tratando de reponerse a los estragos que los labios de él, sobre su piel le causaron.
—“Paloma” ¡Qué hermoso nombre!— exclamó— símbolo de paz y reconciliación.
Ella abrió sus hermosos ojos negros con sorpresa al darse cuenta que él conocía el significado de su nombre.
—Sí así es— sonrió con timidez Paloma, mientras él no dejaba de mirarla, es así que la llevó hasta la barra del bar y pidió para ella una piña colada sin licor y para él un whisky.
Esa noche conversaron, bailaron, para Paloma, Iván, era como un imán que la atraía inevitablemente.
Cerca de las dos de la mañana las muchachas se despidieron de sus nuevos amigos.
—Debo irme gracias por todo— le dijo Paloma, observando a los ojos a Iván, con su mirada inocente.
—Tienes que darme tu número de teléfono, tenemos que volver a vernos— comentó él, sacando su IPhone, para anotar el número de la joven.
—Se me perdió mi celular hace días— comentó Paloma, mientras sus amigas la llevaban a la fuerza hasta la salida— Búscame en la Universidad Central, primer año de medicina.
Las muchachas salieron del lugar para subirse rápido al auto del compañero que las iba a llevar a sus respectivas casas.
—¡No lo puedo creer!— comentó Amelia— ¡Paloma Borrero, aquel hombre está guapísimo!
Paloma, suspiró al recordar a Iván, mientras observaba por las ventanas en su mente se imaginó toda una historia de amor con él, la joven era una soñadora y romántica.
—Sí es muy atractivo, caballero, educado— suspiró la joven— el hombre de mis sueños.
—Cuidado Paloma— advirtió Rosalía— caras vemos, corazones no sabemos.
—Dudo mucho que lo vuelva a ver, los hombres como él, no toman en serio a muchachas como nosotras— expuso Paloma, con tristeza.
Mientras tanto Iván regresaba a su casa, en la carretera el rostro de Paloma, no se le quitaba de la mente, ella se veía tan inocente, tan frágil, apenas era una niña que estaba entrando en la etapa adulta, mientras él ya era un hombre de treinta años, con mucha experiencia con las mujeres, heredó una cuantiosa fortuna que él la multiplicó a pesar de sus apenas treinta años, su emporio económico tenía a su haber empresas financieras, constructoras y hoteleras, tenía muy claro que las mujeres que se acercaban a él buscaban su fortuna por eso le preocupaba y quería conocer a la misteriosa dama con la que su hermano salía.
******
Dos días después.
Paloma, con su mandil blanco y su mochila al hombro caminaba por los exteriores de la facultad de medicina, buscando a sus amigas, sin embargo la presencia de un atractivo caballero la detuvo con sorpresa.
El corazón de Paloma, empezó a latir con fuerza, sus piernas le temblaban, enrojeció al ver a Iván, muy elegantemente vestido, mientras ella llevaba un blusón cuello de pico y pantalón de cintura elástica de microfibra turquesa, pues ese día le había tocado prácticas en el anfiteatro de la universidad.
Iván, extendió a la joven un hermoso ramo de rosas rojas, ella sonrió sin saber que decir.
—Espero te gusten— comentó Iván, mientras le retiraba varios mechones de cabello del rostro de Paloma, quién sintió su cuerpo temblar ante el contacto de las manos de él.
—Son hermosas— comentó con ilusión, mientras percibía el aroma de las flores.
—Vine a invitarte a comer—. Paloma, lo miró con sorpresa.
—¿Tiene que ser hoy?— preguntó la joven— es que no estoy presentable, en este momento me disponía a buscar a mis amigas, para ir a quitarnos estos trajes.
—Puedo esperar, no tengo problema con eso— le dijo él muy feliz de verla.
—Pero yo no traigo ropa elegante— advirtió la joven.
—No te preocupes— sonrió él.
—Te encargo mis flores— sonrió Paloma, mientras se dirigía a los baños de la universidad a quitarse el traje que llevaba encima de su ropa normal, los nervios que sentía hacía que sus dedos se trabaran, sus pies se enredaran.
«Es un desconocido Paloma, debes tener cuidado» se dijo en su mente la joven.
Salió del baño con unos jeans rasgados en tono celeste claro, una camiseta blanca, tenis del mismo color, se observó al espejo, se soltó el cabello, mientras colocaba brillo labial en sus labios.
«Parece un buen hombre confía en él» se repetía Paloma, en su mente mientras inhalaba y exhalaba tratando de mantener la calma a medida que se acercaba a él, quién de espaldas a ella la esperaba.
—¡Estoy lista!— exclamó Paloma.
Iván, dio vuelta para encontrarse con la limpia y pura mirada de la jovencita, quién era muy alta, hermosa, con la piel lozana y perfecta, quien lo observaba con mucha dulzura.
—Vamos— respondió él con una sonrisa.
Paloma, se quedó impresionada al ver el hermoso Audi convertible gris de Iván, quién como todo un caballero le abrió la puerta del vehículo para que la joven subiera en él.
La joven nerviosa y a la vez emocionada subió al vehículo, mientras Iván, rodeaba el mismo para subir a su lugar.
—Debes ponerte el cinturón de seguridad por favor— aconsejó él. Paloma, nerviosa no atinaba a colocarse entonces Iván, se acercó a ella, sus rostros quedaron muy cerca, él bajó su mirada a los carnosos y sensuales labios de la joven, quien en un gesto inocente se los mojó. Iván, sintió su sangre correr con fuerza por sus venas, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no besarla, pero consideró que no era el momento aún, mientras el corazón de Paloma, palpitaba con fuerza, ella también deseaba probar los labios de él.
Iván, se alejó de la joven para encender el auto, encendió el reproductor:
«Basta con que estés by Ricardo Perotti»
Basta con que estés…
Basta con que estés
En el sencillo paso de los días
En la razón de la melancolía
De esta tarde, en la que basta con que estés…
En cada cambio de las estaciones
En el silencio junto a las canciones
Que voy dejando caer
Basta con que en algún lado estés
Empezó a cantar Iván, mientras Paloma, sonreía al escucharlo.
—Lo siento, no soy experto para el canto— se disculpó él sonriendo también.
—Cantas muy bien— comentó ella, mientras el viento le acariciaba el rostro y disfrutaba de la melodía y de la presencia de Iván.
Llegaron nuevamente al sector de la Mariscal, a Iván, le hubiese gustado llevar a Paloma, a un lugar exclusivo, pero no quería que ella se sintiera incomoda así que prefirió un lugar menos elegante, pero a la vez confortable e íntimo, tenía mucho interés en conocer a la muchacha, estacionó su vehículo al frente de una pizzería.
—Espero te guste la pizza ¿O eres de las que hacen dieta?
Paloma, soltó una carcajada de lo más sincera, mientras Iván la observaba hechizado, ella era tan natural, tan alegre, sin poses.
—Yo como de todo, menos esas comidas gourmet que ustedes los millonarios acostumbran, uno se queda con hambre.
En ese momento Iván, soltó una carcajada ante el comentario de Paloma.
—Tienes razón— respondió él, mientras rodeaba su vehículo para ayudar a la joven a salir del auto entonces extendió su mano hacia Paloma, al momento que sus pieles se tocaron ambos sintieron sus corazones latir con fuerza, para Iván, todo eso era nuevo, no entendía como una jovencita que apenas conocía provocaba en él tantas emociones juntas, para Paloma, de igual manera todo lo que él le inspiraba era nuevo, desconocido, le daba miedo per a la vez sentía curiosidad.
Ingresaron al restaurante, él dejó que la joven escogiera la pizza, mientras conversaban y se iban conociendo poco a poco, ella le contaba de sus sueños de convertirse en una gran pediatra, de cómo había estudiado día y noche para rendir el examen de ingreso a la universidad, él le contó de su familia, de sus padres, de su hermano menor, no entró en detalles sobre la vida privada de Alain, pues a él no le gustaba que hablaran de él. Iván, lo entendía era un artista y debía cuidar su imagen.
******
Anochecía mientras Paloma, llegaba a su casa corriendo para no ser regañada por su padre, al llegar a la entrada de su casa los fuertes gritos del señor Borrero se escuchaban.
—¿Qué pasas haciendo todo el día?— le gritaba a su esposa— yo vengo cansado del trabajo y me encuentro con este desastre.
—Guido, estoy con dolor de garganta y fiebre, me duele el cuerpo— se disculpaba la señora, ante su mirado quien no entendía razones.
—Yo enfermo, muriendo salgo a trabajar para darles todo a ustedes y no me quejo— cuestionó, en eso Paloma, apareció.
—¿Por qué llegas a esta hora?— increpó a su hija furioso. Paloma, le temía a su padre.
—Me quede en la biblioteca de la facultad estudiando, tengo examen mañana— declaró con temor la joven.
—¡Eso espero!— exclamó— porque el día que me salgas con el domingo siete, te olvidas que yo existo, adiós estudios, adiós todo— advirtió, mientras Lourdes, la madre de Paloma, con escalofrío se disponía a servir la cena.
—Yo me encargo de eso mamá— señaló Paloma, mientras tocaba la frente de su madre para constatar que tenía fiebre— Acuéstate mamá, ya te llevo tu comida y unas pastillas de ibuprofeno para que se te pase el malestar, para mañana ir al centro de salud que te revisen.
—¡Fiebre! ¡Pretextos para no hacer nada!— reclamó Guido. Paloma, no se atrevía a contradecir a su padre, el señor era muy violento.
La joven calentó la cena le sirvió a su padre, ella se sentó a comer con él en profundo silencio, en su mente aunque respetaba a su progenitor deseaba con toda su alma no tener por esposo a un hombre así, claro que el Guido Borrero, era un hombre trabajador y responsable, pero aquel carácter machista era el que no permitió a su esposa quien siendo ingeniera en ecoturismo, no se desarrollara profesionalmente, él puso de pretexto a su hija para atar a su esposa a la casa y al cuidado del hogar. En la mente de Paloma, el recuerdo de Iván, le alegraba su vida, él era distinto a su padre, definitivamente era el hombre de sus sueños, la joven se dirigió a su habitación después de lavar la vajilla, mientras sincronizaba de nuevo las funciones de su nuevo celular, que se lo había comprado con el dinero que se ganaba a escondidas de su padre, se le hizo raro no ver llamadas de Ival, quizás ya no necesitaba sus servicios, el trabajo se había concluido días atrás.
*****
En la mansión Arellano, mientras una de las empleadas le servía la cena a Iván, su hermano menor llegó con una gran sonrisa.
—Debes felicitarme hermanito…me caso— comentó con gran felicidad el menor de los Arellano, abrazando a su hermano menor, quién se preocupó por Alain, tenía miedo de que su novia fuera solo una oportunista.
—¿Cuando me presentas a esa misteriosa mujer?— le preguntó Iván.
—A nuestro regreso de Alemania, la vas a conocer…¡Es la mujer más maravillosa del mundo!— suspiró, en la mirada se notaba que estaba muy enamorado.
—Me da mucho gusto hermanito— comentó Iván.
—Es mi impresión, o a ti te pasa algo— comentó Alain, observando a su hermano, ambos se conocían muy bien y no existían secretos entre ellos.
—Vas a pensar que estoy loco, hace un par de días conocí a una muchacha; pero yo no sé qué tiene, me tiene embrujado, nunca nadie me había inspirado tanto como ella.
Alain, sonrió con su particular alegría, muy feliz porque al parecer su hermano mayor también estaba enamorado.
—No estás loco hermano… ¡Estás enamorado!— exclamó— debo advertirte que el amor vuelve pendeja a la gente.
Los dos hermanos se pusieron a reír entre ellos, mientras cada uno hablaba de las chicas que les gustaban.
*****
Las semanas fueron pasando Iván y Paloma, salían con más frecuencia, mientras los días para acompañar a su hermano a Alemania, estaban muy cerca, no quería irse sin pedirle a la joven que fuera su novia, como casi todos los días la fue a ver hasta la universidad, para ella se hizo una costumbre esperarlo, cuando lo veía su mirada, se iluminaba, su corazón latía con fuerza, él era detallista, romántico, le llevaba flores, chocolates, la trataba como a una reina.
Después de almorzar juntos Iván, llevó a Paloma hasta el mirador turístico del Panecillo, en donde pudieron apreciar la belleza de la capital en todo su esplendor, mientras se tomaban fotografías juntos, recorrían las tienda artesanales. Paloma, observaba el imponente monumento de la Virgen de Legarda, la escultura de aluminio estaba considerada como la escultura de aluminio más alta del mundo, cuando ella dejó de contemplar el monumento, se encontró con la mirada de Iván, ella le sonrió entonces él se acercó a ella. Paloma, sintió su cuerpo estremecerse, cuando él le tomó con ambas manos su rostro para luego acercar sus labios a los de ella, la joven era algo inexperta en el tema, solo había tenido un novio a los quince años, pero su padre se había encargado de ahuyentar al jovencito.
Los cálidos labios de la joven se abrieron con timidez para dejar que la lengua de Iván se adentrara dentro de su boca, mientras su cuerpo temblaba en los brazos de él.
—¿Quieres ser mi novia?— susurró uniendo su frente a la de ella.
—Apenas llevamos semanas de conocernos— comentó la joven.
—Yo siento que te conozco de toda la vida, en unos días debo salir fuera del país, no me quiero ir sin tener una respuesta de tu parte— señaló Iván, mientras la abrazaba y le acariciaba el cabello.
—Tengo miedo— respondió ella, entonces él se separó de ella, para mirarla a los ojos, acunó nuevamente el rostro de Paloma, en sus manos, mientras ella lo miraba con sus hermosos ojos negros.
— ¿Miedo de mí?— cuestionó Iván, ella inclinó la cabeza— Yo jamás te lastimaría, he sido sincero y honesto contigo, sé que todavía tenemos mucho más por descubrir uno del otro, tengo mis defectos como todo el mundo, soy perfeccionista, exigente en el trabajo y otras cosas más que poco a poco iras conociendo.
—No tengo miedo de ti, tengo miedo de mí y de todo esto que estoy sintiendo, nunca me había pasado— respondió la joven.
Iván sonrió, se acercó a ella, la abrazó con todas sus fuerzas.
—No tengas miedo, el amor es el sentimiento más puro y noble que existe, quien te ama nunca te hará daño— afirmó Iván, buscando los labios de Paloma, para demostrarle en aquel beso que lo que sentía por ella era de verdad.
—Sí— susurró ella en los labios de él.
—¿Si, qué cosa?— averiguó Iván.
—Si quiero ser tu novia— respondió la joven.
Iván, la besó, la abrazó, la levantó del piso como si fuera una pluma, mientras le daba vueltas emocionado.
—Te juro por la memoria de mis padres, que a mi lado serás la persona más feliz del mundo— afirmó Iván.
Esas palabras para Paloma, se tornaron en una promesa, no deseaba más en esta vida que ser feliz al lado de él, pasaron un rato más en el mirador mientras a cada instante trataban de demostrarse con besos y caricias el amor que ambos sentían, todo parecía muy precipitado pero para ellos hacía era el amor.
*****
Iván, conducía su vehículo mientras cantaba «Te quiero by Hombres G»
sin dejar de pensar en Paloma, suspiraba y recordaba sus besos, tenía que llegar y contarle a Alain, que estaba completamente enamorado de una muchacha pura, inocente, sencilla, quien irradiaba alegría y felicidad a cada instante.
Iván, estacionó su auto subió las gradas de piedra de la mansión, cuando escuchó música en el estudio de Alain.
«Morí by Tranzas» sonaba.
Porque ya no estoy aquí, morí
Morí el día en que te fuiste así de mí
No estoy, camino por las calles sin pensar
Oigo sin escuchar
Abrazo sin sentir
Soy el único muerto que puede caminar
Cuando Iván estaba cerca de la puerta del estudio, el sonido de un disparo le congeló la sangre, corrió a toda prisa, giró la cerradura la puerta estaba con seguro, entonces él con su cuerpo tumbó la puerta.
Su corazón se quebró por completo al ver el cuerpo de su hermano en medio de un charco de sangre, se acercó temblando, mientras varios empleados también llegaban. Iván, se acercó al cuerpo de Alain, con la esperanza que estuviera vivo, pero su hermanito menor ya no respiraba.
—¡NOOOOOO!— gritó, mientras abrazaba a Alain, llorando de manera desgarradora—¡UNA AMBULANCIA!— gritaba desesperado, mientras zarandeaba a Alain—¡DESPIERTATE! ¡NO ME DEJES!— lloraba sin parar, el corazón le dolía, mientras sostenía en sus brazos el cuerpo de su hermanito menor, por su mente pasaron los recuerdos de cuando eran niños y jugaban por los jardines de la casa, cuando lo defendía en el colegio, no entendía nada, si días atrás estaba tan feliz, diciendo que se iba a casar, entonces Iván, levantó su mirada y lo que sus ojos observaron le desgarró el corazón, los cuadros de la exposición estaban develados, algunos estaban destruidos, pero otros no…ese rostro Iván, lo conocía demasiado bien. A un costado del cuerpo inerte de Alain, reposaba una nota, una cruel nota, con una P, al final, sobre el escritorio el celular de su hermano estaba desbloqueado, la última llamada que había realizado era a: «Paloma (mi musa) Borrero»
—¡MALDITA!— exclamó Iván, al leer las palabras de la carta que ella le había enviado— ¡MALDITA PALOMA! ¡JURO POR LA VIDA DE MI HERMANO QUE DESTRUIRÉ LA TUYA!— sollozó enceguecido de odio y rencor, sobre el cuerpo de Alain, juró vengarlo, mientras su corazón sangraba de dolor, de tristeza, de rabia, de impotencia, se había enamorado de la misma mujer que había acabado con la vida de su hermano menor.
CAPÍTULO 2
Diego Serrano, terminaba una difícil histerectomía de una paciente con miomas uterinos, esa noche tenía guardia en el hospital público en donde laboraba.
Salió del quirófano después de haber realizado todas las normas de asepsia pertinentes, caminó por los pasillos del hospital saludando y bromeando con varios colegas.
Se acercó a charlar con las enfermeras de recepción:
—Si se presenta alguna emergencia voy a estar en la cafetería— indicó con su amable sonrisa, más de una chica suspiraba por el atractivo y amable médico, pero sabían que no podían acercarse a él, por dos razones fundamentales, era un hombre muy correcto y fiel a su esposa y la segunda causa precisamente era ella su esposa, quién le hacía escenas de celos terribles al pobre médico.
Diego, siguió su rumbo y llegó a la cafetería.
—Doctor Diego, buenas noches— saludó la amable señora— ¿Le sirvo lo de siempre?
—Sí señora Margarita— indicó él, mientras la doctora Calle, lo invitaba a acompañarla.
—Tienes cara de cansado Dieguito— le dijo su colega al ver el semblante del doctor.
—Tuve una cirugía de emergencia, algo difícil— sonrió mientras le servían su café con tamales.
Mientras Diego, se colocaba las cucharadas de azúcar a su café, una hermosa mujer de mediana estatura, con el cabello liso y bien peinado observó con furia como su marido conversaba con su colega, entonces llena de ira y enojo se acercó a él, como una fiera salvaje, sin decir absolutamente nada, tomó la taza de café hirviendo y sin pensar un segundo lanzó al cuerpo de la doctora quién de inmediato se puso de pie gritando por la quemadura.
—¿Qué te pasa Pamela? ¿Por qué hiciste eso?— exclamó Diego, avergonzado y preocupado por su colega, mientras varias enfermeras se acercaban a ayudarla.
—Para que le quede claro a esa zorra y a todas las demás que tú Diego Serrano, eres mío— afirmó con aquellos ojos negros que parecía que se le iban a salir de los celos— ¿Esa es tu amante? ¿Por eso es que no llegas a la casa a dormir?— reclamaba a gritos, mientras Diego, trataba de que se calmara— ¡Responde!
—Yo no tengo amantes, ni se me ha cruzado por la cabeza, sino llego a dormir es porque tengo turno aquí en el hospital— repitió por enésima vez el doctor Serrano.
—¡Mentira!— exclamó al tiempo que empezó a darle golpes en el pecho a su esposo, él solo trataba de tranquilizarla, de llevarla afuera y poder hacerle entrar en razón, pero Pamela, jamás entendía de razones, y esa no era la primera vez que a Diego, lo dejaba en ridículo, sin ser brusco, ni grosero logró sacarla al parqueadero, mientras ella a los cuatro vientos declaraba que él tenía varias amantes, los colegas de Diego, murmuraban entre ellos, sus compañeras de igual manera, nadie entendía por qué razón no dejaba a aquella mujer.
—¡Ya basta Pamela!— pronunció de manera firme, mientras le sostenía de las manos para que no lo siguiera agrediendo.
—En la casa tienes una hija que te necesita y tú pasas metido las veinticuatro horas del día en este lugar— increpó Pamela.
—Paso en este lugar porque aquí trabajo, porque requieren de mi servicios, sabías bien como era mi profesión— explicó Diego, tratando que Pamela, se calmara— Estoy cansado de tus constantes escenas de celos, de que me avergüences en público, soy el hazme reír de todo el hospital— pronunció el médico con tristeza.
—¿Entonces qué esperas para darme el divorcio?— cuestionó— eso es lo que buscas que sea yo la mala del cuento— vociferó Pamela, furiosa— pensándolo bien ya no me desagrada la idea. ¿Qué mujer en su sano juicio va a querer estar con un hombre que no sirve en la cama?— lo humilló viéndolo a los ojos— porque tú Diego Serrano, como hombre no sirves.
Diego, se pasó las manos por la cabeza, en esos momentos era cuando se cuestionaba del gran error que había cometido al casarse con una mujer a la que no conocía bien, él como muchos se había dejado deslumbrar de la belleza y el encanto de Pamela, quién cuando fue novia de Diego, nunca demostró su verdadera naturaleza, él se había enamorado de ella y por eso la convirtió en su esposa cuatro años atrás, pero tiempo después su vida al lado de ella se había convertido en un verdadero infierno.
Pamela, no conforme con humillarlo en público, lo hería constantemente, haciéndole creer que no era capaz de satisfacerla sexualmente, no conforme con las humillaciones, también estaban las agresiones físicas por parte de ella hacía él, aquella mujer estaba destrozando el autoestima del médico, quién permanecía al lado de su esposa solo por su hija Dulce María, quién era la luz de sus ojos; sin embargo Diego, estaba llegando a su límite.
—Ve a casa por favor— suplicó Diego.
—Está bien me voy a casa, pero te estaré esperando para hablar— declaró Pamela, caminando con dirección a su auto.
Diego, prefirió quedarse un momento en el estacionamiento, le daba vergüenza ingresar al hospital, era consciente de los chismes y habladurías, muchas personas creían que no tenía los pantalones suficientes para enfrentar a su mujer, otros le decían que su esposa lo tenía bien dominado, pero nadie entendía el inmenso amor que él le sentía por su niña y los constantes chantajes de los cuales era objeto cuando él quería irse de la casa. Pamela, lo amenazaba con desaparecer con la niña y conociéndola como era, él estaba seguro que ella era capaz de eso, por eso aguantaba en silencio todo ese martirio, su corazón se estaba secando por dentro, tenía miedo de que en verdad él no fuera capaz de complacer a una mujer, pues su esposa se portaba fría y distante, lo rechazaba constantemente, y cuando consumaban la relación, ella concluía con qué no fue lo que esperaba, varias lágrimas bajaban por el rostro del médico, quién era un hombre muy sensible, de buenos sentimientos, noble y correcto, incapaz de levantarle la mano a una mujer, quizás era demasiado bueno y por eso la gente se aprovechaba de él.
*****
La policía junto con el Fiscal, de turno subían a la ambulancia de medicina legal el cuerpo inerte de Alain Arellano, para Iván, todo aquello parecía una pesadilla, un cuento de terror, no aceptaba que ya no iba a compartir con su hermanito, se había quedado solo, tenía familia en el extranjero pero era como no tenerla, la persona más cercana a él era su hermano menor, quién tenía una sólida carrera por delante.
—¿Por qué hermano? ¿Por qué lo hiciste?— se cuestionaba en voz alta, mientras conducía detrás de la ambulancia. Iván, había escondido del fiscal, la nota encontrada junto al cuerpo de su hermano y también su celular, él no confiaba en la justicia, por eso pensaba hacer justicia por sus propias manos y hacer que la culpable pagara con su vida por la vida de Alain, antes de que la policía llegara varias empleadas afirmaron conocer a Paloma.
«La señorita del cuadro venía muy seguido, se encerraban por horas en el estudio del joven Alain» declaró la señora que cocinaba.
«No estoy segura pero creo que su hermano y aquella muchacha eran novios»
afirmó la joven que realizaba la limpieza.
Iván, empezó a dar golpes al volante de su vehículo, no soportaba el dolor que llevaba por dentro, se sentía culpable, quizás si hubiera llegado unos minutos antes, hubiera podido conversar con su hermano y evitar la tragedia.
Llegaron a la morgue en donde procedieron a realizar la autopsia al cadáver de Alain.
Iván, esperaba en las inmediaciones de la morgue, mientras sostenía aquel papel en sus manos:
«Lo nuestro se terminó, no me busques, no me llames, no quiero tener problemas con el hombre al que amo y de quién estoy verdaderamente enamorada, solo fuiste una aventura en mi vida, eres demasiado joven como para satisfacer las necesidades de una mujer como yo, te falta experiencia, no pienses que por ser un niño rico y bonito puedes tenerlo todo, además el dinero que tienes no es tuyo sino de tus padres y dudo mucho que haciendo retratitos te hagas famoso, deberías buscar algo más útil en que gastar tu tiempo, a mí me gustan los verdaderos hombres, maduros, inteligentes y no un simple y común pintor…Hasta nunca»
Atte. P.
Iván, trataba de creer que no fuera Paloma, la mujer por la cual su hermano se había quitad la vida, pero revisando los mensajes de texto de Alain, sus conversaciones con ella, no le quedaba dudas, la manera como se trataban, ella le decía: «Mi tarado soñador».
—Maldita Paloma, pagarás con tu vida lo que le hiciste a mi hermano— murmuró bajo, mientras su corazón se quebraba en miles de pedazos y sentimientos oscuros y sombríos como el deseo de venganza se incrustaban en su pecho, creyendo que con eso el dolor de la herida sanaría.
******
Esa noche sombría y fría en la casa de Paloma, la joven se colocaba hielo en su rostro, debido al golpe que por defender a su madre, le había tocado a ella.
Su padre era un hombre a más de machista, violento, él creía que el respeto se ganaba a golpes, tanto Paloma, como su madre le tenían miedo, con aquel hombre era imposible mantener una conversación sin que se alterara o respondiera a gritos y eso en el mejor de los casos, porque cuando lo contradecían lo que recibían de él eran golpes.
«El hombre que yo amo» sonaba en el celular de Paloma:
«El hombre que yo amo tiene
Algo de niño,
La sonrisa ancha, tierna
La mirada
Tiene la palabra de mil
Hombres juntos
Y es mi loco amante, sabio,
Inteligente»
El rostro de Iván, se le vino a la mente, una gran sonrisa se dibujó en sus labios mientras suspiraba recordando sus besos, lamentablemente comparaba a su novio quién ante sus ojos era un verdadero caballero con su padre que de caballero no tenía nada, tenía temor que su padre no aceptara su noviazgo, pues Iván era mayor a ella con doce años, era millonario, claro que a Paloma, a veces le invadían las dudas, por lo general los hombres de la clase social de Iván, no se fijaban en muchachas humildes como ella, pero quizás ella tenía suerte y el hombre por el que había esperado en su corta vida, estaba enamorado de ella, al igual que ella de él.
La joven para olvidar el incidente con su padre decidió llamar a su novio, necesitaba escuchar la voz de Iván, y que de sus labios saliera un te amo como el que siempre le decía, entonces marcó el número de su novio…
*****
Iván, en su soledad daba órdenes precisas para realizar el sepelio de su hermano en la absoluta privacidad, no quería que los medios de comunicación sacaran las noticias, no quería especulaciones, ni nada que pudiera dañar la imagen de su hermano.
En medio del dolor que lo embargaba, de sus dudas y contradicciones su celular empezó a sonar, era ella…la causante del sufrimiento que ahora lo embargaba, quién horas atrás era quien llenaba su mundo de alegría.
Guardó su teléfono, no quería escucharla, tenía miedo de caer en la tentación y que lo terminara convenciendo de su inocencia, con aquel rostro angelical, esa mirada inocente.
«Eres una gran actriz Paloma Borrero, ahora sí vas a conocer lo que un hombre de a de veras puede llegar a hacer» amenazó, mientras contemplaba una fotografía de ella.
Ella volvió a insistir él aclarándose la garganta respondió:
—Hola amor de mi vida, espero no molestarte— saludó Paloma. Iván, resopló al otro lado de la línea— ¿Estás bien?
—Sí…bueno tengo unos problemas con unos negocios— mintió Iván.
—Yo no sé nada de negocios, pero si en algo puedo ayudarte— pronunció ella con su dulce voz, mientras el corazón de Iván, se estrujaba en el pecho.
—Voy a salir fuera del país por unos días— comentó mientras lágrimas bajaban por las mejillas de aquel hombre.
El corazón de Paloma, se entristeció, pensó que quizás él ya no volvería y que todo había sido un pasatiempo, un nudo se le formó en el estómago, mientras sus manos temblaban sosteniendo el teléfono.
—¿Te vas por muchos días?— averiguó sollozando.
—No te sabría decir a ciencia cierta…¿Me vas a extrañar?
—¡Claro que sí!— exclamó ella— se me van a hacer eternos los días, voy a contar los segundos para verte.
Iván, ladeó la cabeza, las palabras de ella, le hacían dudar en ese momento vivía una lucha interna entre vengar la muerte de su hermano y el amor que sentía por Paloma, estaba a punto de enloquecer, necesitaba alejarse de ella, para planear su venganza.
—Yo te llamo cuando esté de regreso—. Iván, colgó la llamada, sin despedirse de Paloma, quién abrazó su almohada llorando creyendo que no lo volvería a ver jamás.
*****
Al día siguiente en una fría mañana quiteña, en uno de los cementerios privados de la capital, rodeado de sus empleados y amigos de confianza Iván, completamente destrozado le daba el último adiós a su hermano menor, con la partida de él, sentía que gran parte de su vida se iba con Alain, por debajo de los lentes de sol, lágrimas brotaban de su rostro cual cascada, su amigo Gustavo, trataba de darle ánimo poniendo su mano en el hombro de Iván.
—Tienes que ser fuerte— recomendó Gustavo— Tú eres un hombre valiente.
Gustavo, trataba de brindarle consuelo a su amigo, él tampoco podía comprender cuál fue la causa para que Alain, tomara esa terrible decisión de quitarse la vida.
—«La vida es el don más preciado del hombre, la forma en cómo vemos la vida es lo que genera problemas y muchas veces no sabemos cómo afrontarla…sin embargo no podemos perder la esperanza, porque cuando la pierdes todo deja de tener sentido»
Eran las frases que el sacerdote amigo de Iván, que oficializaba la ceremonia de despedida a Alain.
—« La vida es un peregrinaje, en este mundo estamos de paso, nuestro verdadero destino es la promesa de Jesús, de una vida eterna, los días terrenales transcurren con penas, alegrías, vivencias que permiten aprender y prepararte para tu encuentro con el creador»— concluyó el sacerdote al momento que bendijo el féretro, en donde reposaba el cadáver de Alain.
Los encargados del cementerio empezaron a bajar el ataúd a la fosa, mientras Iván, caía de rodillas sobre el suelo y no cesaba de llorar, a su mente se venían tantos recuerdos, la alegría que irradiaba su hermano a cada instante, sus locuras, sus sueños, todo se había ido a la basura por culpa de una mujer, y precisamente esa mujer era la que Iván, amaba.
*****
Días después
Diego, recargado sobre el sillón de su consultorio, terminaba las consultas para regresar a su casa y poder ver a pequeña: Dulce María, se le había hecho un poco tarde porque a última hora tuvo pacientes que atender.
Se despidió de sus compañeras y salió rumbo al estacionamiento, subió a su vehículo: «Tú y yo by Luis Miguel» acompañaba el viaje de Diego, hasta su casa, pero el trabajo de la capital no lo dejaba avanzar, su celular no paraba de sonar era su esposa, quién a pesar que él ya le había indicado que estaba camino a casa, no dejaba de insistir.
Mientras avanzaba a lo lejos divisó un grupo de estudiantes de la Universidad Central, por el logotipo de sus mandiles, estaban en una campaña de donación de sangre voluntaria, recordó su época de estudiante cuando le tocaba salir de igual manera.
Con paciencia se puso a esperar, si corría con suerte y el semáforo no lo detenía lograría evadir a los estudiantes, sin embargo ese día la suerte lo había abandonado.
«Déjame ser
Tu príncipe azul
Con mi pasión
Beber tu juventud
Como una flor sembrarte en mi
Besarte toda hasta sentir
Que ya no puedes más yo quiero
Llevarte hasta el cielo…»
Esa parte de la canción sonaba al momento que aquellos hermosos ojos negros se posaron sobre él y esa sonrisa tan sincera lo cautivó.
—Buenas tardes, estamos en una campaña de donación de sangre, es importante colaborar porque se pueden salvar muchas vidas— explicó la joven, a quién la sonrisa del hombre con quién conversaba le parecía muy dulce y sincera.
—Soy médico— sonrió Diego— soy donante voluntario, recuerdo que yo también salía a estas campañas, también estudié en la Central.
—¡Qué coincidencia!— exclamó la joven— entonces no le quito más su tiempo doctor, Diego, le brindó una sonrisa, ella correspondió el gesto de igual manera.
En ese momento la luz verde se encendió y Diego, tuvo que emprender marcha, pero el rostro tan hermoso y jovial de aquella muchacha se le quedó grabado en su memoria.
Mientras la joven se hacía a un costado de la vía para dejar pasar los vehículos, una de sus compañeras se le acercó:
—Tú sí que tienes suerte, te persiguen los hombres guapos— comentó Lucía.
La joven soltó una carcajada ante el comentario de su compañera, sin embargo su rostro entristeció al recordar a su novio, quién llevaba días sin llamarla.
—¿No has tenido noticias de Iván?
—No— respondió Paloma, con el corazón entristecido— lo más seguro es que ya se olvidó de mi— suspiró con melancolía.
******
El portón de la puerta de casa de Diego, se abrió para que el pudiera ingresar, negó con la cabeza, al ver su ropa tirada en el jardín de la casa.
Pamela, al escuchar el auto de Diego, salió con más cosas y cuando él bajó del vehículo se las aventó en el rostro.
—Te estoy evitando el trabajo de recoger tus porquerías— reclamó llena de celos— para que te largues con tus amantes.
—Sí eso es lo que quieres, en este momento me largo— respondió Diego, cansando de las humillaciones y agresiones de su esposa. Caminó hasta la casa para saludar a su niña, quién jugaba con sus muñecas.
—¡Papi!— exclamó la pequeña Dulce, lanzándose a los brazos de su progenitor.
—Dulce María, deja de abrazar a tu papá, él se va de la casa— declaró Pamela, entonces la niña se puso a llorar.
—No papi…no te vayas— sollozó la niña.
—No mi amor, no me pienso ir— tranquilizó Diego, a su pequeña— tú mamá quiso decir que me voy de viaje a un congreso, ya te he explicado sobre eso.
Diego, colocó a la niña en el suelo, mientras su madre cruzada de brazos observaba furiosa.
—Deberías decirle la verdad, algún día se va a enterar de todas tus amantes.
Diego, ladeó la cabeza, su pequeña hija no entendía porque sus padres discutían, entonces su padre la envió a jugar a la habitación, cuando la niña se alejó, se dirigió a su esposa.
—Pamela, estoy cansado de tus constantes escenas de celos, de tus humillaciones y agresiones; pero no pienso permitir que pongas en mi contra a Dulce María— cuestionó Diego, molesto.
—Algún día nuestra hija se va a enterar de todas tus andanzas— increpó aquella mujer que no entendía razones.
—¿Cuáles andanzas?— cuestionó Diego— Yo siempre he sido un hombre fiel, jamás te he faltado ni con el pensamiento, vivo dedicado a mi trabajo y mi familia.
—¿Familia?— soltó una gran carcajada Pamela— pasas metido en ese hospital.
—Porque allá trabajo para darles la vida que ustedes se merecen— señaló Diego, llevándose las manos a la cabeza muy contrariado— Voy por mis maletas, lo nuestro se acabó— concluyó Diego, firme, entonces Pamela, corrió hasta donde él estaba, lo empezó a besar, a abrazar, se puso a llorar suplicando que no se fuera, pero el médico cansado de todas las humillaciones la rechazó, la mujer se puso de rodillas ante él y se aferró a sus piernas.
—Diego mi amor, te prometo que voy a cambiar, que ya no te haré más escenas de celos…pero no nos dejes.
El doctor Serrano, ayudó a su esposa a ponerse de pie, la observó directamente a los ojos.
—Pamela, eso llevas diciendo durante años, lo que tú necesitas es terapia, los celos son una enfermedad— recomendó Diego.
—Te prometo que voy a ir a terapia…pero no nos dejes…yo te amo— sollozó Pamela, desesperada.
—Si me amaras no me humillaras como lo haces, ¿Crees que no me doy cuenta que no disfrutas cuando tenemos relaciones?— cuestionó Diego, con tristeza— Yo me casé contigo realmente enamorado, eras la mujer con la que toda la vida soñé.
—Yo también te amo, por eso tengo miedo de perderte— indicó Pamela, aferrándose al cuerpo de Diego.
—No Pamela, ya me cansé son años de desplantes, de humillaciones, de chantajes…
Diego, se separó de su esposa y empezó a caminar con dirección a las gradas para subir a su habitación y tomar sus maletas para irse.
—¡Lárgate entonces!— exclamó Pamela— una mujer como yo necesita un verdadero hombre— empezó a gritarle, mientras Diego, sin regresar a ver subir las escaleras de la casa— Eres tan poco hombre y tan idiota que nunca te diste cuenta que durante estos años te estuve engañando.
Diego, giró su rostro hacía Pamela, la observó con desprecio e indignación.
—Siempre lo supe— respondió con tristeza— cada vez te gustaban más jóvenes imagino que con ellos si disfrutabas— repuso Diego, con el corazón destrozado, al confirmar de los labios de su esposa los rumores, subió a toda prisa tomó sus maletas, las pocas cosas que le quedaban en la habitación, fue hasta la salida y metió como pudo lo que cabía en las maletas, lo demás en los asientos del auto, mientras lágrimas empezaban a caer por sus mejilla, él había dedicado toda su vida a ese matrimonio, soportó en silencio todos los escándalos y humillaciones y era ella la que lo engañaba a él, ella la mujer de su vida.
Mientras Diego, terminaba de recoger las cosas Pamela, iba a utilizar su último recurso para no dejarlo marchar su pequeña hija, corrió a la habitación de la pequeña y le dijo que tenía que impedir que su padre se marchara que salga al estacionamiento, como pudo bajó con la niña corriendo a toda prisa, al escuchar que Diego, encendía el vehículo.
—¡Corre Dulce, detén a tu papá!— exclamó Pamela, la niña corrió atravesando en el camino de Diego, quién no advirtió la presencia de su hija, hasta que el fuerte golpe lo alertó.
—¡Noooo!— gritó desesperado bajando del vehículo. Pamela, estaba paralizada sin saber qué hacer ni qué decir.
Diego, corrió hasta el lugar donde su pequeña niña yacía inconsciente con una fractura de cráneo.
—No mi niña….tú te vas a poner bien— repetía Diego, mientras le tomaba los signos vitales a su hija, enseguida llamó a una ambulancia quién no tardó mucho en llegar.
—¡Asesino!— le gritó Pamela, se acercó a él— ¡Te juro Diego Serrano, que si mi hija se muere te refundes en la cárcel!— amenazó, mientras el médico subía al vehículo y ella iba en el otro auto detrás.
Al llegar al hospital ingresaron por emergencia a la niña, llamaron al mejor neurocirujano del hospital, quién con el traumatólogo evaluaron el daño en el cerebro de la niña, mientras Diego, no sabía qué hacer, él que había atendido a miles de pacientes, que en ocasiones había tenido que dar malas noticias a sus familiares en este momento no encontraba la entereza, era la vida de su hija la que se apagaba y él era el causante.
Los médicos indicaron que debían intervenir a la pequeña, prepararon el quirófano. Diego, estaba presente en la cirugía.
—Resiste mi pequeña— le suplicaba Diego, mientras sostenía la manito de su niña y ya más tranquilo.
A mitad de la cirugía la niña empezó a sufrir un paro cardiorrespiratorio, los médicos de inmediato empezaron a reanimarla, con el desfibrilador emitiendo descargas, pero la niña no reaccionaba al contrario su ritmo cardiaco iba decayendo. Diego, desesperado hizo a un lado a sus compañeros para ser él quién aplique las descargas a su niña.
—Suban— les gritaba a sus compañeros, quienes obedecieron pero de nada servía la línea horizontal apareció en el monitor—¡NOOOO! ¡DESPIERTATE MI NIÑA! ¡ABRE TUS OJITOS DULCE MARÍA!— gritaba de manera desgarradora el doctor Serrano, abrazado al pequeño cuerpo de su hijita— ¡SOY UN ASESINO! ¡YO LA MATÉ!…
CAPÍTULO 3
Diego, no paraba de llorar, abrazado al pequeño cuerpo de su hija, en ese momento aquel hombre no encontraba consuelo para su pena, se culpaba de la muerte de Dulce María, gritaba a los cuatro vientos que era un asesino, que él la había matado.
—Diego, levántate— le pidió el doctor Moreno— ya no hay nada que podamos hacer.
El doctor Serrano, no entendía razones, abrazaba el cuerpo inerte de su hija sin parar de llorar.
—¡Despierta! ¡Abre tus ojitos mi amor!— exclamaba sosteniendo sobre su pecho el cuerpo de Dulce María. La escena era muy desgarradora, las enfermeras amigas de Diego, no paraban de llorar.
El doctor Moreno, procedió a inyectarle un tranquilizante a Diego, para preparar el cuerpo de la pequeña y emitir el acta de defunción.
*****
En la sala de espera Pamela, desesperada caminaba de un lado a otro, hasta que la puerta del área de emergencia se abrió y apareció Diego, con el rostro lleno de lágrimas.
—¿Cómo está mi hija?— averiguó acercándose a él. Diego, fijó su mirada llena de furia en contra de la mujer a la que tanto había amado en el pasado.
—Todo es tu culpa— exclamó Diego zarandeado a Pamela.
—Me haces daño— increpó la mujer.
—Por tu maldita culpa, por tus celos enfermizos Dulce María, está muerta…
Pamela, en ese instante enloqueció por completo, se puso a gritar y llorar desesperada, maltrataba a su esposo, pegándole en el pecho, quería abalanzarse sobre él, como una fiera salvaje, los guardias tuvieron que intervenir.
—Tú la mataste…¡Asesino! ¡Eres un asesino!— repetía a los cuatro vientos— ¡No mi bebé, no!— exclamaba, tirando de su cabello, en medio de su locura sabía que era ella la culpable.
El Fiscal de turno, llegó a las inmediaciones del hospital a tomar las debidas declaraciones.
—Yo soy culpable…yo atropelle a mí hija, yo la maté— declaró Diego, extendiendo sus manos para que le colocarán las esposas.
—Fue un accidente— declaró el doctor Moreno— No eres culpable.
—Es un asesino, se merece refundirse en la cárcel— gritó Pamela— él le lanzó el auto encima a mi bebé.
El doctor Moreno, con los abogados del hospital trataron de intervenir, sin embargo los hechos no estaban claros, y debían tomarles las declaraciones a ambos padres para descartar que haya sido un crimen.
Paloma y Diego, fueron llevados a la fiscalía para rendir sus declaraciones, la esposa del doctor Serrano, aseveraba que él era un asesino, para Diego, la cárcel no era un castigo, él no podía con la culpa que sentía en ese instante, sin embargo los dejaron detenidos a ambos para investigaciones.
Aquella noche Diego, no pudo conciliar el sueño, sentía que ya no tenía lágrimas por derramar, mientras la tristeza se empezaba a apoderar de él.
*****
Al día siguiente los padres de Diego, devastados por la noticia, fueron a visitar a su hijo, quién se veía demacrado, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, los abuelos de Dulce María, no podían creer que su pequeña nieta estuviera muerta.
—¿Qué pasó hijo?— preguntó la señora Duarte.
—Mi niña…está muerta— expuso Diego, abrazando a su madre— yo la maté mamá, no le pude salvar la vida, se murió en mis brazos.
Rosalía, lloraba abrazada a su hijo, la pobre mujer no encontraba palabras para brindarle consuelo a Diego, ellos no entendían ¿Qué sucedió?, pero conociendo a Pamela, los padres de Diego, no descartaban que la culpable era ella.
—Papá, hazte cargo del sepelio de mi niña— pronunció con profunda tristeza Diego.
—Tranquilo hijo, yo me haré cargo— repuso el señor Serrano— hablé con un amigo abogado para que se haga cargo de tu defensa.
Mientras tanto Pamela, estaba sedada en la enfermería de la Fiscalía, el fiscal ordenó un examen psicológico a los padres de la niña para esclarecer los hechos a más de empezar con las debidas investigaciones.
Alfredo Serrano, se hizo cargo de los trámites para el funeral de Dulce María, mientras su hijo Diego, permanecía recluido en una celda, culpándose de la muerte de la pequeña, aquel hombre sentía que su vida ya no tenía sentido, deseaba morirse junto con su pequeña, lamentaba estar encerrado en ese momento y no poder despedirse de ella, se aferraba a los barrotes de la fría y oscura prisión sin saber cómo seguir con su vida.
*****
Paloma, sollozando terminaba de recoger los restos de la vajilla que minutos antes su padre había lanzado al piso.
Su madre en la cocina lloraba en silencio como siempre. Paloma, con la bolsa de la basura se acercó a su madre:
—¿No comprendo por qué soportas sus abusos?— cuestionó la joven a su progenitora.
—Porque es mi marido, es tu padre, y se merece respeto.
Paloma, resopló indignada.
—Según tú él se merece respeto…¿Y nosotras? ¿Y nuestra dignidad?
—Escúchame Paloma— le dijo su madre mirándola a los ojos— El deber de una mujer es obedecer y complacer a su esposo en todo sentido.
Paloma, negó con la cabeza, no comprendía cómo en pleno siglo XXI, su madre aún pensaba de esa manera, desde niña fue testigo de las constantes peleas entre sus padres, su madre jamás hacia nada por defenderse, al contrario se quedaba en silencio recibiendo los golpes, las humillaciones, los maltratos.
—Esto debe cambiar mamá, va a llegar el día que yo me convierta en una gran doctora, entonces te vendrás a vivir conmigo y empezaremos una nueva vida.
La madre de Paloma, sonrió con incredulidad, aquella mujer estaba tan golpeada por la vida, que ya no creía en segundas oportunidades.
—Sigue soñando hija, soñar no cuesta nada.
Paloma, tomó su mochila, se despidió de su madre con un beso, salió rumbo a la estación de la metro vía para ir a la universidad, la nostalgia la invadió al recordar a Iván, de quién no tenía noticias, todo aquel sueño se había desvanecido en el aire.
Su jornada de clases se efectuó con normalidad, a la mente se le vino Ival, y aquella llamada de despedida.
«De seguro su exposición será un exito» se dijo en su mente, iba tan concentrada en sus pensamientos, que no percibió la presencia de Iván, hasta que él la detuvo, sosteniendo del brazo a la joven.
—¡Mi amor!— exclamó ella con la mirada iluminada y el corazón al borde del colapso, sin dudar un segundo se lanzó a los brazos de él.
Él estaba serio, callado, la acogió entre sus brazos, solo con un deseo en su mente…«Vengar la muerte de su hermano», sin embargo, aún no podía desatar su odio hacia ella, tenía que seducirla, enamorarla, para luego poner en marcha sus planes, pero cuando la tenía en sus brazos, aquel hombre libraba una lucha interna entre el amor que sentía por ella y su odio.
Iván, le acarició el cabello, se separó de ella para devorarla a besos, las ilusiones volvieron a la vida de Paloma, sus sueños y esperanzas de vivir un romance de película se avivaron en su interior.
—¿Me extrañaste?— preguntó Iván, observándola con aquellos hermosos ojos verdes que la tenían cautiva, sin embargo el tono de su mirada era distinto.
—Te extrañé tanto, pensé que te habías olvidado de mi— respondió casi sollozando la joven. Él sonrió con malicia—¿Te pasa algo?— averiguó Paloma— te ves diferente— comentó la joven acariciando el rostro de él, aquel contacto con ella, la dulzura con la que le hablaba, la suavidad de su piel, causaban estragos en Iván.
—Estoy bien— respondió retirando la mano de Paloma, de su rostro— Imagino que tienes hambre— comentó él.
—Si— respondió ella con algo de vergüenza.
—Hoy quiero que conozcas un lugar y espero que te guste— pronunció él, susurrándole en el oído, la piel de la joven se erizó al sentir que él, le acariciaba con sus palabras, tomó de la mano a Paloma, la condujo hasta su auto.
«Usted es hermosa by Fausto Miño» acompañaban la travesía mientras un profundo silencio existía entre Paloma e Iván, mientras tomaba la avenida seis de diciembre para llegar al norte de la capital.
Los imponentes edificios de la zona comercial y financiera de la capital de los ecuatorianos se abrían paso a los costados de las modernas vías. Diego, estacionó su vehículo frente a un hermoso edificio de enormes ventanales.
—¿Qué hacemos aquí?— preguntó Paloma, con temor, ella nunca había estado a solas con un hombre, solo con su amigo Ival, pero eso era por cuestiones de trabajo.
—Quiero indicarte en dónde vivo— comentó Iván, fijando su mirada en ella, la joven sintió un ligero escalofrío—. ¿No confías en mí?— preguntó él, acercándose a ella. Iván, se dio cuenta que su actitud estaba intimidando a la joven y no podía permitir que se le escapara de las manos— No temas— le dijo besando su frente— yo jamás te haré daño— mintió.
Paloma, se tranquilizó, le brindó una sonrisa, entonces tomados de la mano subieron las escaleras de la entrada principal de aquel lujoso edificio, la joven jamás había estado en un lugar como ese, las baldosas de la entrada parecían de mármol, todo estaba impecable, hermosas palmeras y helechos adornaban las jardineras de la planta baja.
Tomaron el ascensor y subieron al piso número quince, elegantes pasillos conducían a la suite de Iván, el abrió la puerta con sus llaves ante los ojos de Paloma, un imponente, lujoso y hermoso departamento aparecía ante sus ojos.
—Bienvenida— le dijo él, invitándola a pasar, ella sintió que no encajaba en aquel lugar.
Los muebles en forma de L, fino tapiz blanco estaban acomodados cerca de los grandes ventanales, por donde la luz del sol irradiaba, frente a esos muebles un gigante televisor empotrado en la pared aparecía, hermosas lámparas colgaban del techo, mientras que la mesa del comedor aparecía al fondo en tono madera, con hermosas sillas tipo butacas tapizadas en tono claro—¿Te gusta?— preguntó Iván, mientras ella observaba deslumbrada aquel lugar.
—Es muy hermoso y elegante— respondió con timidez la joven.
—Imagino que nunca has estado en un lugar como este— comentó Iván, la joven sintió un ligero rubor en su rostro, apenas se empezaba a dar cuenta de la diferencia de clases sociales que existía entre ellos.
—No, mi casa es muy sencilla y humilde— respondió Paloma, con vergüenza.
—No te sientas mal por eso— le dijo Iván, atrayéndola a su cuerpo la abrazó— esas son cosas sin importancia, entonces le tomó de la mano y la condujo hasta la cocina, los ojos de la joven se abrieron de par en par al ver los gigantes y hermosos gabinetes combinados en gris y madera, la nevera era enorme, el desayunador estaba elaborado con mármol gris y alrededor hermosos taburetes en tono blanco adornaban el ambiente.
—Sientate— le dijo él— voy a cocinar para ti.
Paloma, sonrió y su corazón empezó a latir con fuerza. Iván tomó en sus manos un delantal y se lo colocó, abrió la nevera y empezó a sacar los camarones, las almejas, los calamares, las vieiras, junto con las verduras.
—¿Te ayudo?— se ofreció Paloma, entonces él le puso a picar la cebolla, el pimiento para el refrito.
«Entre el amor y el odio by Ángel López» inundaba el ambiente.
Entre el amor y el odio
me enamoro más de ti
como dos sentimientos tan distintos
viven hoy dentro de mí
Por más que lo pienso no comprendo
como puedo odiarte al mismo tiempo
que me muero por estar cerca de ti
Iván, observó a Paloma, resopló confundido, ella pudo percibir en el rostro de él, la confusión, dejó lo que estaba haciendo, de disculpó con la joven y se dirigió a la habitación, una vez ahí lanzó con fuerza las almohadas, no era nada fácil lidiar con todo lo que tenía encima, la amaba y tenía que odiarla, pero cuando la sentía cerca de él, sus sentimientos lo traicionaban, se dirigió al baño de la alcoba se mojó el rostro.
—No puedes flaquear Iván, no puedes caer, debes hacerle pagar por su crimen— repitió en voz alta, entonces salió de nuevo a la cocina. Paloma, terminaba de lavar los camarones que él había dejado, la observó detenidamente, era hermosa sin lugar a dudas, ese día ella llevaba un vestido hasta más arriba de su rodilla, sus pies calzaban unos botines de taco medio. Iván, la sorprendió tomándola de la cintura; Paloma, se estremeció al sentir las manos de él en su cuerpo y los labios de Iván, en su cuello, él sintió como ella temblaba entre sus brazos y era en esos momentos en los que el odio se alejaba de su mente y de su corazón, entonces hizo que ella girara hasta tenerla frente a él, buscó sus labios y sin darle tiempo a decir nada la besó con una fuerza abrazadora. Paloma, sentía que se derretía en los brazos de Iván, mientras las manos de él le recorrían el talle, ella experimentaba sensaciones nuevas, desconocidas, sentía como su ser se encendía, su ropa interior se humedecía, mientras ella apretaba sus piernas, también sentía miedo, él era un hombre mayor, de mundo, de experiencia y ella tan solo una joven que recién estaba aprendiendo a vivir, haciendo un esfuerzo sobrehumano se separó de él, entonces Iván, exclamó un gruñido de molestia.
—¿Qué pasa?— preguntó él, observando el rostro de Paloma, que se había tornado carmín.
—Es que…— la joven inclinó la cabeza con vergüenza. Iván, le tomó de la barbilla, e hizo que lo mirara.
—¿Qué sucede? ¿Acaso no confías en mí?
—No es eso— pronunció ella con timidez— es que vamos muy rápido y tengo miedo de que todo esto sea un sueño, que tú te canses de mí y me dejes.
—¿Me amas?— le preguntó él.
—Sí— afirmó ella, pero cómo podía saber si en realidad era amor lo que sentía por él, llevaban poco tiempo de conocerse.
—Yo también te amo— pronunció él muy seguro— créeme que lo que más deseo es tenerte conmigo las veinticuatro horas del día.
La mirada de Paloma, se iluminó su corazón latía con fuerza, no pudo evitar sonreír con emoción ante las palabras de Iván.
—Yo tampoco quiero separarme de ti— pronunció ella.
—Entonces deja el miedo— pronunció Iván, seduciéndola con la mirada, lentamente se acercó a ella quién estaba completamente paralizada, él le acarició el contorno de su rostro con la yema de sus dedos— eres tan hermosa, tan inocente— gruñó él, besando los labios de Paloma, quién se aferró a los brazos de él, porque sentía que las piernas le fallaban.
Iván, la cargó en sus brazos y sin dejar de besarla la condujo hasta la habitación, la depositó con suavidad sobre el lecho, mientras sus profundos ojos verdes la recorrían como fuego, él le quitó el calzado y se colocó encima de ella para devorarla con sus labios, mientras suaves gemidos salían de los labios de la joven y su rostro se tornaba carmín.
Las manos de Iván, recorrían el cuerpo de Paloma, mientras ella se estremecía ante su contacto, ella parecía tan inocente, tan pura, pero en ese momento la imagen de Alain, se le vino a la mente, el odio se apoderó del corazón de aquel hombre que libraba una lucha interna con sus sentimientos, sacudió su cabeza no quería pensar en ese momento en su venganza, solo quería amarla, saciar la necesidad que sentía de hacerla suya, poco a poco la fue desnudando Paloma, estaba tan excitada que no se dio cuenta del momento que quedó desnuda ante los ojos de él, cuando percibió su cuerpo desnudo trató de cubrirse, pero él no se lo permitió, se puso de pie y fue desnudándose ante ella. Paloma, enrojeció por completo, nunca había visto un hombre desnudo, excepto en sus libros de anatomía y cuando entraba a la morgue, pero Iván, era impresionante, era su sueño hecho realidad, él se inclinó ante ella, la cubrió con su cuerpo mientras con su boca le recorría la piel, sin dejar un solo centímetro del cuerpo de ella por saborear, pasó sus dedos al centro de la intimidad de la joven, pudo percibir lo húmeda que estaba para él, entonces con su pelvis se abrió camino en medio de las piernas de la joven, recordó aquella nota que provocó el suicidio de su hermano, esas palabras retumban en su mente; creyendo que ella no era virgen se introdujo en el cuerpo de la joven de un solo golpe. Paloma, exclamó un fuerte quejido ante el desconcierto de Iván, la joven sollozó de dolor mientras se aferraba a los brazos de él.
—Lo siento— le dijo él besando los labios de la joven que permanecía estática por el dolor que él le había provocado.
«No lo entiendo» se repitió en su mente Iván, entonces pensó que quizás ella para no perder la virginidad recurría a otro tipo de maneras de tener relaciones sexuales como la felación por ejemplo, pero ya la tenía ahí bajo su cuerpo, ella le había entregado a él su virginidad y era el momento de cobrar venganza, entonces él dejó fluir todas las ansias de poseerla, mientras Paloma, se sentía como una barca que divagaba en el mar, trataba de acoplarse a los movimientos de él, de relajarse, pero nada de lo que le habían explicado sus amigas, ni lo que había leído en los libros le había preparado para ese momento, llegó a creer que el placer del que muchos hablaban era el dolor, pero ella solo sentía ganas de pedirle a Iván que parara, que le diera tiempo para adaptarse a él, pero él solo deseaba extasiarse con el cuerpo de ella, en su mente Paloma, rogaba porque ya terminara con todo eso, no comprendía nada, si él la había preparado, había sido romántico y tierno, ¿por qué ella no experimentaba placer sino dolor?, sintió un gran alivio cuando él al fin dejó de moverse dentro de ella.
Iván, la observó a los ojos le brindó pequeños besos en los labios a Paloma.
—Debiste decirme— le dijo él, ella se avergonzó.
—No pensé que era necesario, creí que te habías dado cuenta.
—Hay cosas que los hombres no podemos adivinar— respondió él.
Iván, salió del cuerpo de la joven, se dirigió al baño cuando se quitó el condón se dio cuenta que estaba manchado de sangre, se sintió muy mal, su corazón se estrujó en su pecho, se observó al espejo.
«Todo sea por vengar tu muerte hermano» se repitió a su mente, para compensar a Paloma, llenó la bañera con agua caliente, salió a la habitación, ella aún estaba desnuda en su cama, con el cabello enmarañado, el deseo nuevamente se apoderó de la sangre de Iván, pero consideró que no era conveniente.
Paloma, estaba con los ojos cerrados tratando de que aquella molestia que sentía se disipara. Iván, observó en la piel de la entrepierna de su novia huellas de sangre, pasó la saliva con dificultad, se acercó a ella despacio, la joven se sobresaltó al sentir la presencia de él.
—¿Puedes pararte?— le preguntó con suavidad.
—Estoy algo adolorida— respondió la joven, entonces él la cargó en sus brazos y la llevó hasta el baño, con mucha ternura la introdujo en la bañera.
—Eso te va ayudar— susurró él, mientras ella le agradecía con una sonrisa, él se introdujo con ella abrazándola por la espalda, mientras le masajeaba el cabello y le brindaba besos en el cuello para que ella se relajara, logrando su efecto. Paloma, poco a poco fue dejando que su cuerpo se alivianará, cerró sus ojos y se durmió en los brazos de él.
*****
El abogado de Diego, en medio del dolor que embargaba a aquel hombre, le dio la noticia que podía asistir con un permiso especial al sepelio de su hija.
Para Diego, la noticia le brindaba sosiego a su alma, también el abogado le informó que habían trasladado a Pamela, a un hospital psiquiátrico, pues las crisis que tenía no eran fáciles de tratar en la enfermería.
—Doctor Serrano, según los estudios al parecer su esposa padece del «Síndrome de Otelo»… ¿Usted lo sabía?— averiguó el abogado.
—Sí y trate por todos los medios de que asistiera a terapia, pero no tuve resultados— respondió con tristeza Diego— yo debí obligarla quizás nada de esto hubiera sucedido.
—Lamento informarle que usted puede ser juzgado por homicidio culposo con una pena de tres a cinco años de prisión
Para Diego, aquella condena no era nada comparado con la pérdida de su hija, así la justicia lo condenara de por vida, nada le devolvería a su pequeña.
—Estoy consciente de eso— respondió Diego.
—Claro que existen testigos que afirman que fue su esposa la que empujo a la niña al momento que usted emprendía marcha con el vehículo. Los peritos están examinando las pruebas.
Diego, no respondió ninguna palabra, sentía culpa por todo lo que estaba pasando, a aquel hombre ya nada le importaba, ni su vida, ni su carrera, no tenía una razón para seguir viviendo, lo único que le había dado fuerzas para soportar a Pamela, todo esos años era Dulce María, pero ahora ella no estaba, la luz de sus ojos se había apagado en un instante y el doctor Serrano, se estaba sumiendo en una profunda depresión.
*****
Paloma, dormía plácidamente en la cama de Diego, mientras él terminaba la cena, había servido la mesa, prendiendo velas en los candelabros de plata que adornaban el lugar, bajó las luces del comedor y encendió la música.
«Seductora by Daniel Betancourt» empezó a sonar al momento que él fue por Paloma, a su habitación, se acercó a ella y con suaves caricias en su rostro la hizo despertar.
—Está lista la cena— le dijo él, al momento que ella abrió sus ojos, el baño la había relajado bastante aunque el dolor aún persistía ya no con la misma intensidad,
—Gracias— sonrió ella complacida al ver las atenciones de Iván, la joven quitó las cobijas para ponerse de pie, su cuerpo estaba cubierto con una bata de él— Voy a cambiarme— señaló ella.
—Así estás bien, no quiero que se enfríe la cena— él la llevó de la mano hasta el comedor, ella se sorprendió al ver todo lo que él había preparado, el corazón de Paloma, se llenó de alegría, abrazó a su novio conmovida, él abrió la silla para que ella se sentará, la joven aún adolorida tomó asiento mientras Iván, le servía la deliciosa quinua marinera, acompañado de una buena copa de vino.
Después de degustar el delicioso platillo la joven insistió en irse, necesitaba llegar antes que su padre a la casa, no quería tener problemas con él, sin embargo Iván, insistió en que se quedara un rato más acompañándolo, ella no pudo negarse, fueron hasta la habitación, encendieron la televisión, pero el cansancio les ganó, horas más tarde el celular de Paloma, no dejaba de sonar en la sala, en donde había dejado sus cosas, ambos despertaron por el sonido, la joven se dio cuenta que se había hecho tarde, su padre debía estar furioso.
—Mi papá me va a matar— exclamó inconscientemente, sin darse cuenta que Iván, la había escuchado.
—¿Tu papá te maltrata?— Paloma, se quedó en silencio, sus labios empezaron a temblar, trató de contener las lágrimas, pero fue inevitable, estaba muy asustada, entonces Iván, fue hasta la sala y tomó el teléfono de Paloma, regreso a la habitación y contestó.
—¿En dónde te metiste Paloma?— cuestionó el padre de la joven furioso.
—Buenas noches señor Borrero, habla con el novio de su hija, ella está bien— respondió Iván, pudo escuchar como el padre de la joven resoplaba molesto.
—¿Novio? ¿Desde cuándo?— averiguó.
—Desde hace algún tiempo— contestó Iván.
—Entonces dígale a la desvergonzada de mi hija, que no se atreva a regresar más por esta casa, que se despida de sus estudios y que desde este instante está muerta para nosotros—. Paloma, se llevó las manos a la boca para ahogar el llanto, su padre le estaba echando de la casa. ¿Qué iba a hacer de ella ahora?
—No se preocupe señor Borrero, ella no va a regresar porque se va a convertir en mi esposa—. Iván, colgó la llamada, los ojos de Paloma, se abrieron de par en par, mientras el corazón amenazaba con salirse del pecho, él se acercó a ella y la abrazó— Tranquila, no llores, no vas a volver a tu casa, desde ahora en adelante te quedas conmigo, mañana mismo nos casamos.
—¿Es en serio?— preguntó la joven emocionada y sorprendida a la vez.
—Sí— respondió él— a menos que tú no quieras casarte conmigo.
—Claro que quiero—respondió Paloma, sin dudar un segundo, ella no era consciente de que quizás estaba cometiendo un gran error al casarse con un hombre al que apenas acababa de conocer, la joven se abrazó a él muy feliz, creyendo que su vida iba a ser distinta a la que estaba acostumbrada con su padre, sin imaginar que viviría un verdadero infierno al lado del hombre a quien ella consideraba perfecto.
CAPÍTULO 4
Una espesa neblina cubría la capital, como si «La carita de Dios» quisiera acompañar la tristeza de Diego, su rostro mostraba una profunda aflicción, sus ojos ausentes, tristes estaban hinchados y enrojecidos de tanto llorar, de aquel alegre hombre no quedaban rastros, el dolor se reflejaba en su semblante taciturno.
El momento de dar el último adiós a su pequeña Dulce María, había llegado; uno de los guardias lo sacó esposado de la celda, lo subieron a una patrulla.
Con el corazón quebrado en miles de pedazos, la tristeza anclada en su pecho y el peso de la culpa llegó a la funeraria, médicos, enfermeras, amigos, familiares estaban agolpados en el lugar.
Diego, fijó su mirada en el féretro de madera en el cual descansaba el pequeño cuerpecito de su hija, un vacío enorme sintió en su alma, gruesas lágrimas brotaban de su ojos, su cuerpo temblaba por completo mientras caminaba lentamente hasta el ataúd, cuando fue interrumpido por un señor de mediana estatura, quién se acercó furioso a él:
—¿Qué hace este asesino aquí?— increpó su suegro— por tu maldita culpa mi hija enloqueció y mi nieta está muerta— pronunció enojado empujando a Diego, los guardias que lo acompañaban no permitieron que el señor
—No te permito que le hables así a mi hijo, cuando la única culpable es tu hija— cuestionó el padre de Diego.
—Ustedes son los culpables del comportamiento de su hija, por mimarla y consentirla demasiado— declaró Sonia, la madre de Diego— cuando no supieron que hacer con ella la abandonaron a su suerte, de no ser por mi hijo…su hija de seguro estaría muerta.
—Siéntate Rogelio— pronunció con tristeza Victoria, la madre de Pamela— ellos tienen razón, los únicos culpables de todo somos nosotros, cuando tuvimos la oportunidad de corregir a nuestra hija no lo hicimos, le dimos la espalda, ahí están las consecuencias— sollozó—somos unos mal padres la abandonamos a su suerte, sabiendo que estaba enferma.
—Ya el daño está hecho— dijo Sonia— es tarde para arrepentirse, pero no voy a permitir que culpen a mi hijo de algo que él no hizo.
—¡Basta!— gritó Diego— respeten la memoria de mi hija, permitan que descanse en paz. Quiero acercarme al féretro— suplicó con la mirada a su madre, quién le tomó del brazo y lo condujo hasta el altar. Diego, con lágrimas en los ojos colocó su rostro en la madera, no podía abrazar el ataúd traía puesto las esposas.
—¡Perdóname Dulce María! ¡Perdóname por arrebatarte la vida!— exclamó llorando de manera desgarradora— he derramado miles de lágrimas y sé que nada de eso hará que vuelvas, he tratado de cerrar mis ojos para después abrirlos y creer que esto fue tan solo una pesadilla, que voy a llegar a casa y vas a estar esperándome con tus ojitos brillantes— gimoteó recargado al féretro— ¿Por qué Dios? ¿Por qué me la quitaste?— se cuestionaba sin tener respuestas a sus preguntas.
—Ese era su destino, debes tener resignación— recomendó el sacerdote.
—¿Cómo padre?— preguntó levantando su mirada hacia el sacerdote—Ya nunca más la voy escuchar llamarme papá…
La madre de Diego, se acercó a su hijo, lo abrazó para confortarlo pero aquel hombre estaba destrozado por dentro.
El sacerdote oficializó la ceremonia, mientras Diego, no paraba de llorar, a su mente se venían los recuerdos con su pequeña, él sentía que su vida ya no tenía sentido, no tenía ganas de vivir, deseaba morirse junto con Dulce María.
El féretro fue llevado hasta la carroza fúnebre, mientras Diego, en la patrulla era llevado hasta el cementerio.
Al momento que el ataúd se introducía en la bóveda Diego, cayó de rodillas en el asfalto.
—Nunca me voy a perdonar— pronuncio— ¡SOY UN ASESINO!— gruñó como una fiera herida, sus gritos eran desgarradores, las personas que acompañaban al entierro lloraban al igual que Diego, la escena le rompía el corazón al más fuerte.
Los médicos, las enfermeras, se acercaban a darle el pésame, pero Diego, parecía no reaccionar.
—Deben tenerlo vigilado— advirtió el doctor Moreno, a los guardias— él está cayendo en depresión y es capaz de cualquier cosa, necesita ayuda profesional.
El mismo comentario se lo hizo a los padres de Diego, para que hablaran con el fiscal y sus abogados y de esta manera su amigo fuera llevado a una clínica de reposo mental.
*****
Paloma, observaba a través de la ventana la ciudad; «Imán de mujer by Luis Eduardo Aute»
acompañaba la travesía, el auto de Iván, se detuvo, él la tomó de la mano, ella estaba muy nerviosa.
—¿Qué pasa?— averiguó
—Tengo miedo de la reacción de mi papá— murmuró, mientras se limpiaba las lágrimas que caían sobre su rostro.
—Yo estoy contigo— afirmó él, quedándose pensativo sobre el miedo que ella le tenía a su padre, mientras le guiaba Paloma, suspiró al pedirle a Iván, que estacionara el vehículo, habían llegado al sector de La Magdalena, que era el barrio en el que residía la joven.
Paloma, con las piernas temblorosas bajó del auto con la ayuda de Iván, caminó por la calzada hasta el viejo portón de hierro negro que cubría la entrada de su humilde casa, introdujo su llave, invitó a su novio a pasar, caminaron por el frio cemento del estrecho corredor oscuro que conducía a un patio en donde un tanque de lavar ropa apareció, a un costado unas escaleras que conducían a la vivienda de la joven.
Subieron por las escaleras, la joven introdujo la llave en la puerta, abrió con temor, su padre aún estaba desayunando.
La pequeña casa de Paloma, era sencilla de un solo ambiente la sala y el comedor, los muebles en tono vino hacían juego con las cortinas color beige, en el comedor un viejo aparador estaba empotrado en la pared, mientras que la mesa de madera redonda estaba cubierta con un mantel tejido a crochet.
Guido, al ver a su hija se puso de pie como un energúmeno se acercó y le lanzó una bofetada, que la hizo tambalearse, entonces Iván se puso en frente.
—No pienso permitir que la vuelva a tocar— espetó furioso, mientras Paloma, se agarraba el rostro llorando.
—Es mi hija— increpó— y yo la reprendo como a mí me da la gana.
—Lo voy a denunciar— advirtió Iván, muy enojado, entonces el padre de Paloma, se dirigió a su hija:
—¿Qué haces aquí?— increpó—¿Acaso eres tonta? ¿No entendiste que ya no eres bienvenida en esta casa?— vociferó lleno de ira.
—Señor Borrero— interrumpió Iván— su hija es mayor de edad, además yo vine a dar la cara por ella y a avisarle que hoy en la tarde nos casamos.
La madre de Paloma, de la impresión hizo caer un vaso al piso, desatando la furia de su esposo, quién giró su rostro y fulminó con la mirada a la señora, apretando sus puños con fuerza.
—Si te vas con este tipo te olvidas de tu familia— advirtió observando a su hija furioso.
Paloma, no dejaba de llorar, no comprendía la actitud autoritaria, celosa y machista de su padre, ella ya era mayor de edad, entonces la joven se dirigió a su madre:
—¿Mamá, tú no vas a decir nada?— averiguó Paloma.
La señora observó con tristeza a su hija, pero sabía que no podía contradecir a su esposo.
—Yo estoy de acuerdo con tu padre— murmuró.
Paloma, en ese momento sintió que la única persona que en verdad la amaba y la quería proteger y cuidar era Iván, sus padres le estaban dando la espalda, juzgándola sin motivo, iba a hacer las cosas correctas, se iba a casar con su novio, él estaba dando la cara, no entendía a sus padres.
—¿Usted no está muy mayorcito como para andar con jovencitas de la edad de mi hija? — cuestionó el padre de Paloma, a Iván.
—Señor Borrero, en el amor no hay edad, yo amo a su hija.
—¿Amor?— bufó— eso no es suficiente para mantener un matrimonio.
—Para mí si— respondió Iván— si venimos hasta su casa fue para avisarles que hoy en la tarde nos casamos. Paloma, quiere que la acompañen.
—Nosotros no pensamos ser cómplices de esa locura— declaró Guido, se paró e frente de su hija—: Cuando este tipo te abandone no esperes que yo te reciba y menos si vienes llena de hijos— concluyó.
Paloma, llorando se acercó a su madre.
—Mamá, dame tu bendición— suplicó, la señora inclinó su cabeza, terminó de recoger la vajilla y se metió a la cocina.
El padre de Paloma, abrió la puerta indicándole que se marchara.
—Papá, vine por mis libros y algunas cosas.
—De esta casa no sacas nada, que tú marido se haga responsable de tus estudios y tus cosas.
—Es usted muy injusto con su hija—recrimino Iván— Pierda cuidado Paloma, no va a regresar, yo le voy a dar todo lo que ella se merece.
—Ya veremos si cumple su promesa ¿señor…?
—Arellano— respondió— Iván Arellano.
Iván, sintió mucha ira e impotencia al ver la manera en que los padres de Paloma, la trataban, a pesar del supuesto odio que él decía sentir por ella, cuando la veía sufrir sentía deseos de protegerla, cuidarla, hacerla feliz.
Al salir de la casa de la joven pensó en desistir sobre su venganza, se quedó parado al pie de la escalera recargado sobre los pasamanos.
—Estás a tiempo de arrepentirte— pronunció con un nudo en la garganta. Paloma, lo observó confundida.
—Creo que el que se acaba de arrepentir eres tú— señaló la joven con la mirada triste— no te preocupes Iván, yo ya veré que hago con mi vida— sollozó a punto de estallar en llanto, él la abrazó a su pecho.
—No, yo no estoy arrepentido pero…no quiero que dejes a tu familia por mi culpa.
—Yo no les dejé, ellos me abandonaron— gimoteó Paloma, abrazada a Iván.
«No quiero hacerte daño» se dijo en su mente.
—No llores por favor— suplicó él, sacando su pañuelo para limpiarle las lágrimas— salgamos de este lugar y empecemos nuestra vida juntos.
Paloma, levantó su mirada hacía Iván, con toda la ilusión de alcanzar días mejores al lado de él, la mirada de la joven reflejaba esperanza, mientras él empezaba a sentir remordimiento.
Ambos, salieron de la vivienda, cuando Paloma, subió al auto observó con melancolía su casa, mientras su corazón se estrujaba en el pecho de tristeza, involuntariamente lágrimas salían de su rostro y su labio inferior temblaba sin querer.
Iván, le tomó de la mano—: Con el tiempo se le va a pasar el enojo a tu papá, ya lo verás— le dijo él para darle ánimo— debemos ir a un centro comercial para comprarte todo lo que necesitas, esta tarde debes lucir más hermosa de lo que eres, es nuestra boda.
Paloma, le sonrió con nostalgia, mientras Iván, conducía hacia el norte de la capital a uno de los exclusivos centros comerciales, mientras su novia se probaba ropa que jamás en su vida soñó lucir, ella le encargó su celular.
Iván, para sacarse la espina que lo carcomía por dentro, empezó a revisar el celular de Paloma, necesitaba estar seguro que ella era la mujer que había destrozado la vida de su hermano, entonces se encontró con una conversación entre ellos:
Ival: ¿Cuándo vas a aceptar mi propuesta mi musa?
Paloma: No lo sé, debo pensar bien, es una decisión muy importante.
Ival: ¿Qué necesitas para decidirte? ¿Más dinero?
Paloma: Posiblemente…no estoy segura.
Ival: Si me dices que sí, el mundo será nuestro…
Paloma: ¡Estás loco!… Mi tarado soñador.
Iván, se llevó las manos al cabello lleno de ira.
«¿Más dinero?» se preguntó en su mente apretando los dientes
«Eres una maldita interesada»
Revisó las fotografías del celular de su novia y observó muchas fotos de ella con su hermano en diferentes partes de la capital, salían abrazados en casi todas, en otras ella le besaba en el rostro y él hacía lo mismo en otras. Ya no tenía más dudas…
«Pagarás con tu vida Paloma Borrero»
Ella se paró frente a él para decirle que ya había escogido lo que necesitaba, él la observó serio, a Paloma, le dio la impresión que estaba enojado, ella pensó que quizás se debía a las compras realizadas por ella.
—Creo que exagere un poco, voy a devolver algunas cosas— murmuró con temor.
—No, está bien— señaló él, acercándose con su tarjeta a pagar la cuenta.
Ella salió con varias bolsas de la tienda, él la ayudó aún no podía poner en práctica sus planes, necesitaba tenerla a su merced.
*****
Diego, en la fría celda, no probaba bocado, no sentía hambre, solo ganas de llorar, la tristeza era algo que lo acompañaba a cada instante, sentía que su vida había perdido el rumbo y no encontraba su brújula, su pequeño amor, el motor que lo impulsaba a ser cada día mejor ya no estaba a su lado. Quizás si Dulce María, hubiese fallecido en otras circunstancias él lo hubiera superado de mejor manera, pero él se sentía culpable, más cuando no pudo salvarle la vida y murió en sus brazos, la ansiedad también empezó a golpear a Diego, la sensación de angustia e incertidumbre no lo dejaban tranquilo, desesperado sin saber que le deparaba el futuro, salió a los patios del penal.
Averiguó entre los reos quién le podía conseguir una navaja o un cuchillo. Diego, estaba pasando por un momento muy difícil, no encontraba manera de superar su duelo, el dolor y la culpa, le carcomían por dentro llevándolo a caer en un profundo abismo del cual él consideró como la muerte su única salida.
—¿Por cuánto dinero?— murmuró uno de los internos.
Diego, revisó sus bolsillos, tenía veinte dólares.
—Veinte— respondió.
—Treinta— propuso el reo.
—No tengo más— entonces Diego, observó su reloj, se lo quitó de la muñeca— esto y los veinte dólares.
—Trato hecho— el interno al disimulo de los guías penitenciarios le pasó una pequeña navaja.
Diego, regresó a su celda, escondió bien la navaja, esperó que los guías pasaran revisión para poner en marcha su plan.
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Iván, observaba por la ventana, mirando su reloj a cada instante, cuando dio vuelta y la miró su corazón empezó a latir con fuerza, ahí estaba ella radiante, con aquel hermoso vestido de seda beige, que cubría su cuerpo como una segunda piel, sus hermosos ojos negros lo miraban brillantes y su sonrisa irradiaba en el ambiente.
«Dios mío ayúdame» suplicó él en su mente.
—¿Estás lista?— preguntó Iván, mientras ella lo contemplaba, apuesto, elegante con aquel traje gris impoluto como era él, en ese instante Paloma, se sentía la mujer más afortunada del planeta.
—Estoy lista— sonrió ella.
Iván, le tomó de la mano, salieron del departamento gracias a las influencias y contactos de él, les había agendando un cupo en el Registro Civil.
Gustavo, el mejor amigo de Iván, los estaba esperando iba a servir de testigo con su pareja.
—Paloma, te presento a mi mejor amigo Gustavo Larrea y su novia Doménica Alvarado.
—Mucho gusto— sonrió Paloma.
Gustavo, observó detenidamente a la joven, su rostro se le hacía conocido pero no lograba recordar de dónde.
—¿No está muy joven para ti?— murmuró en voz baja Gustavo.
—Así es el amor— respondió Iván, entonces los llamaron a la sala de matrimonios.
El juez después de leer el acta hizo la pregunta de rigor.
—¿Iván Patricio Arellano Córdero, aceptas por esposa a Paloma Arlet Borrero Zavala?— él observó con una fría mirada a su futura esposa.
—Sí acepto— respondió serio.
—¿Paloma Arlet Borrero Zavala, aceptas por esposo a Iván Patricio Arellano Córdero?— sonrió feliz, giró hacia él y respondió muy segura y emocionada.
—Acepto— pronunció llena de felicidad.
—Por las leyes de la República del Ecuador, yo los declaró marido y mujer…ya puede besar a su esposa— indicó el juez.
Iván, se acercó a Paloma, le brindó un gélido beso, mientras ella lo abrazaba con emoción.
Salieron del Registro Civil; Iván, permanecía en profundo silencio, se dirigieron a un elegante restaurante en donde tenían una reservación para celebrar la unión matrimonial.
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El Padre Alejandro, terminaba su charla dentro del centro penitenciario, solía acudir tres veces por semana a hablar de la palabra de Dios a los reos, los escuchaba e incitaba a encaminar sus caminos, varios de ellos colaboran con él en la pastoral penitenciaria.
Diego, se disponía a cometer un gran error, sostenía en sus manos aquella navaja, decidido a acabar con todo su sufrimiento, él no tenía conciencia en ese momento, no recordaba que hace años atrás había jurado consagrar su vida al servicio de los demás, a defender y luchar por la vida de sus pacientes.
A su mente las imágenes de Dulce María, se le venían una y mil veces, no dudó más, enfiló la navaja hacía sus muñecas, la mano le temblaba.
—Perdóname Dios mío—pronunció, al momento que iba a atentar contra su vida un enviado del cielo apareció por la celda.
—¡No lo hagas hijo mío!— exclamó. Diego, apenas pudo hacerse una pequeña incisión, sudaba frio, sentía que le faltaba el aire y el corazón le palpitaba con fuerza— ¡Abran la celda urgente!— ordenó el sacerdote, los guías procedieron a tomar el arma que yacía en el suelo, para que el padre Alejandro, pudiera ingresar.
Diego, lloraba con su rostro metido en sus dos manos, el sacerdote se acercó despacio quería revisar la herida.
—«Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá»— pronunció el sacerdote haciendo referencia a: «Juan 11:25»
Diego, cayó de rodillas ante el sacerdote.
—Padre, perdóneme…es que mi vida ya no tiene sentido— lloraba sin consuelo.
—Te escucho hijo mío…desahógate— le dijo de manera pausada el sacerdote, mientras pedía que lo dejaran a solas con Diego— No temas pedir ayuda, aquí estoy yo para escucharte.
—Ya no tengo fuerzas padre, no le encuentro un sentido a mi vida, sin mi hija para mí todo se tornó gris— señaló Diego, mientras habría su alma al sacerdote y le contaba lo sucedido con la pequeña Dulce, el sacerdote comprendió que aquel hombre está cayendo en una profunda depresión, y su misión era rescatarlo de aquel abismo.
—Llora hijo mío, llorar es de humanos, no te contengas, el llorar no nos hace débiles, al contrario nos permite desahogarnos— el sacerdote le pidió a Diego, que exteriorizara todo aquel dolor llorando, gritando, liberando su alma de aquel sufrimiento— es normal que sientas todo esto, es muy reciente tu perdida, pero yo te voy a ayudar a superarla, conmigo puedes expresar todo lo que sientas, yo seré tu apoyo.
El sacerdote consideró que por esa tarde el permitirle a Diego, confesar sus temores había sido un gran avance, pero la depresión tenía que ser tratada por un especialista en la materia, por eso lo llevó a la enfermería para que le curaran el pequeño corte que no era profundo ni de gravedad y le pusieran un tranquilizante, además notificó al psicólogo de la prisión de lo sucedido, mientras los guías penitenciaros habían comunicado el incidente al director del penal quien de inmediato avisó a los padres de Diego.
—Hoy vas a descansar tranquilo…Diego, quiero que me pongas atención a algo muy importante— él fijó toda su atención en el sacerdote— yo los días miércoles no acostumbro a pasar por el pabellón donde te tienen recluido, fue Dios, el que me envió a salvarte… ¿Sabes por qué?— le preguntó; Diego, negó con la cabeza—porque todos venimos a este mundo a cumplir con una misión y tú no has concluido con la tuya, juntos vamos a descubrir que es lo que nuestro Señor tiene preparado para ti.
*****
La penumbra cubría el cielo de la capital Paloma, con su sonrisa a flor de piel, ingresaba al departamento de la mano de Diego, ella se colgó del cuello de él, lo empezó a besar.
—Te amo tanto— le dijo mientras observaba los hermosos ojos verdes de él.
Iván, la observó permaneció en silencio.
—Es hora de dormir, mañana nos espera un día muy cansado— comentó.
—¿Por qué?— preguntó Paloma, con una ligera angustia, ella no podía perder clases— ¿Qué vamos a hacer mañana?
—Mudarnos— respondió Diego, mientras caminaba a la habitación, Paloma, lo seguía.
—Pensé que íbamos a vivir en este departamento, a mi me queda cerca la estación del bus—. Iván, sonrió con malicia, se acercó a ella, le tomó del rostro.
—Nos vamos a otra ciudad mi querida esposa— afirmó mirándola a los ojos, con una maliciosa mirada.
—¿A otra ciudad?— volvió a preguntar Paloma—pero yo no puedo dejar mis estudios— sollozó.
—Tú dijiste que me amabas, que estabas dispuesta a dejar todo por mí— reclamó Iván.
—Y te amo, pero también sueño con convertirme en una gran doctora— afirmó con tristeza.
—No te preocupes por eso, te tengo buenas noticias—. Paloma, lo observó con curiosidad— Nos vamos a vivir a Cuenca.
Cuando Paloma, escuchó el nombre de la ciudad, su rostro se alegró pues en la capital azuaya quedaba la universidad con una de las mejores facultades de medicina del país, claro que conseguir un cupo para ingresar era imposible.
—Iván, allá está la mejor escuela de medicina del país— declaró la joven con entusiasmo— pero conseguir cupo es imposible.
—No para Iván Arellano— pronunció él arqueando una de sus cejas, entonces Paloma se lanzó a los brazos de él.
—Soy tan feliz— exclamó— te amo, te amo, te amo— le repitió mientras le propinaba montones de besos alrededor del rostro.
«Maldita interesada» pronunció en su mente.
Lleno de rencor y al mismo tiempo enloquecido por la pasión y el amor que sentía por ella y trataba de esconder, buscó los labios de Paloma, para besarla con avidez, sus cuerpos se encendieron como brazas, la joven pensó que esta vez iba a ser diferente, pues los besos y las caricias de él, la estremecían; Iván, le arrancó el vestido como si ella no fuera merecedora de lucir aquella prenda.
—Era un vestido muy lindo— murmuró con tristeza.
—Te compraré otro— afirmó él, llevándola hasta la cama, entre besos y caricias, él nuevamente estaba dentro de ella, sin darle tiempo a ella de acoplarse a él, todavía sentía dolor, pero a él parecía no importarle lo que ella sintiera. Iván, no buscaba solo su satisfacción, sino someterla, para así vengar la muerte de su hermano, mientras Paloma, solo se adaptaba a las necesidades y requerimientos de su esposo y no conseguía desinhibirse y disfrutar plenamente de aquellos momentos con el hombre al que amaba.
*****
Al día siguiente la joven sintió como la luz del sol se reflejaba en sus ojos Iván, ya estaba bañado y vestido, mientras ella apenas se levantaba.
—Lo siento me quedé dormida… ¿Por qué no me despertaste?— cuestionó envolviéndose en una sábana para meterse a la ducha.
—Tienes media hora— advirtió Iván, mientras Paloma, se duchaba y arreglaba, él hacia algunas llamadas.
—Sí señor, todo listo cámaras de seguridad, cerca eléctrica, la casa es muy segura y como usted quería el barrio es alejado del bullicio de la ciudad—. Iván, sonrió con malicia.
—Gracias, aproximadamente a las diez de la mañana estaremos arribando— informó.
Paloma, se vistió y arregló lo más rápido que pudo, su estómago clamaba del hambre, pero no dijo nada por no incomodar a su esposo.
Un chofer de las empresas de Iván, los llevó al Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, pasaron los controles y subieron al avión que los iba a llevar a la ciudad de Cuenca, cuarenta y cinco minutos después arribaron al Aeropuerto Mariscal Lamar, mientras la joven observaba la hermosa ciudad colonial.
Salieron del aeropuerto un conductor designado los llevó por las amplias avenidas de la ciudad cuencana a las afueras de la ciudad a una ciudadela residencial, las casas parecían mansiones. Paloma, observaba embelesada aquellas hermosas casas, el auto estacionó frente a una que parecía una fortaleza, las altas paredes no permitían observar el interior de la casa.
Bajaron del vehículo, el encargado de bienes raíces apareció, le entregó las llaves a Iván, abrió el enorme portón, frente a los ojos de Paloma, no estaba una casa sino un palacio.
—Bienvenida a tu casa— le dijo Diego. Ella corrió por el hermoso jardín enamorada del lugar.
—Es increíble— pronunció emocionada.
El interior de la casa estaba adornada con finos muebles, elegantes cortinas, el piso era de mármol italiano y del techo colgaban hermosas lámparas a especie de lágrimas, la cocina era más grande que la habitación de Paloma, en la casa de sus padres, y ni hablar de la alcoba principal, era enorme para la joven, para ella todo eso parecía un cuento de hadas.
—Debo salir a atender unos negocios— indicó Iván.
—Pensé que íbamos a pasar juntos, apenas ayer nos casamos— murmuró con algo de tristeza la joven.
—Te equivocaste, yo soy un hombre de negocios, no tengo tiempo para pasar contemplando a mi esposa— Paloma, se sorprendió por la forma en la que Iván, le hablo en ese momento— En la cocina hay lo necesario para que te prepares la comida, dudo que avance a venir a almorzar— él se acercó a ella le dio un beso en la frente, después se retiró, cerrando la puerta de la casa con llave.
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