El calor es insoportable hoy y hace que la pequeña niña se despierte. El calor, el hambre y la fiebre hacen que este fastidiosa y llore. Pero su mama no la puede oír, tuvo que ir a buscar agua con las otras mujeres de la comunidad para poder calmar su fiebre. La casa es testigo de los llantos y dolores de la niña desde hace una semana, esta vez toda fue más complicado: ni siquiera los voluntarios de las organizaciones están para ayudarlos. Una pandemia enloquece al mundo por eso la población entera del país se encerró en sus casas. Los wichis no tienen tanta suerte tienen que ingeniárselas con sus conocimientos para conseguir alguna planta comestible. También intentan vender sus artesanías pero ahora no tienen compradores. El camino hasta el agua es tedioso, por lo que la madre demora toda la tarde. En el camino piensa lo gratificante que será cuando por fin puedan tener agua cerca y encima potable. Aunque eso tendrá que esperar a que la pandemia se extinga. Ojala puedan aguantar hasta ese momento.
Cuando por fin llega a su casa con el agua para su pequeña, su mundo se desmorona. La niña esta tendida en el suelo, con los ojos hinchados de llorar, la transpiración recorre su cara. La fiebre aumento y por más que intenta despertarla no reacciona. Le hace beber agua y le lava la cara pero esto ya no sirve. Rápidamente la toma en brazos y grita por ayuda. Empieza el recorrido hacia el hospital, la vida de su hija pende de un hilo. Esta es una odisea aparte.
Por fin en el hospital, los médicos no ven un panorama alentador. Le advierten que se despida de ella porque el cuadro de desnutrición es grave y no hay mucho que se pueda hacer. La madre llora desesperada en un rincón, hace una semana atrás le dijeron que su hija estaba bien que era algo leve. Pero la realidad es otra y ahora su hija ya no está. Y es una cifra más que se suma al resto. Ya no sirven las falsas esperanzas de agua potable, de mejoras en su vida. Están rogando poder acceder a algo tan básico como agua y gas. Su tragedia es nublada por el caos reinante del nuevo virus. Uno que asusta porque no distingue economías: mata ricos y pobres sin discriminar. Y eso hace que el mundo abra los ojos… o por lo menos hasta cierto punto.
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