Derechos humanos

Derechos humanos

Arcadio

27/03/2020

La disposición, decretada por plenaria del Concejo de Líderes Mundiales en sesión extraordinaria, nos excluyó a los zurdos de seguir perteneciendo a la especie humana.

Homo Sapiens Sapiens Sinister, seríamos bautizados a partir de entonces. El más fácil y recordado apelativo de “Los Siniestros” fue el de uso aceptado entre los derechos, los humanos, para referirse a nosotros. Ellos seguirían siendo Homo Sapiens Sapiens. O el a secas “Humanos”, que fue como nos han querido acostumbrar a llamarlos.

Jesús estaba siempre sentado a la diestra (derecha) – comenzó argumentando el Líder Supremo en su discurso televisado – y no a la izquierda del Señor. Lo dice el libro sagrado, en donde también queda consignado que la diestra del Señor es poderosa, que la diestra del señor realiza hazañas. De la izquierda de Dios nunca se habla, la izquierda está llena de carencias por estar vacía de menciones; estamos hechos a imagen y semejanza del Todo Poderoso, y a imagen y semejanza de él, sus hijos hemos de ser solo los derechos. Los zurdos son una creación menor, que, por nuestra anterior falta de entendimiento, hemos falsamente aceptado entre nosotros. Pero el momento de la confusión ha terminado ahora. Hoy decreto, de forma oficial e inapelable, y con la debida autorización de su santidad suprema, representante de Dios en esta tierra, la exclusión de los zurdos de la humanidad.

La definición misma nos avala – Continuó justificando el Líder Supremo – Lo opuesto a diestro es siniestro, y lo siniestro es perverso o malintencionado, sombrío, macabro, causa de angustia y temor y se encuentra en estrecha relación con la muerte. ¿Cómo podemos seguir manteniendo a los siniestros dentro de la especie humana? Esperamos que ellos mismos lo comprendan y sepan apartarse.

En su momento, consideré un acto de resignación la escasa participación de zurdos en las posteriores manifestaciones públicas de descontento. Pero después, dilucidé que la explicación a esta actitud consistía en el uso de la estrategia más normal en casos de persecución como este; estrategia de masas nacida del miedo: esconderse, confundirse entre los derechos y fingir ser uno más de ellos. Bastarían largas horas nocturnas consagradas a volver a aprender a cepillarse (los dientes y el cabello), ejercitar el brazo derecho más que el izquierdo, derramar la menor cantidad posible de sopa de la cuchara en el camino plato-boca y mejorar la caligrafía con escritura a mano derecha. Todo consistía en habituarnos. Al fin y al cabo, ya estábamos acostumbrados a un mundo plagado de artefactos pensados para los derechos.

Y es que acaso ¿qué podían haber hecho los de arriba para identificarnos? ¿Revisar con lupa la escritura de toda la población individuo a individuo, como si no pudiéramos argumentar tener mala letra y después demostrar (fingiendo) cómo escribimos peor con la izquierda? ¿Espiar las noches de todos los solitarios del planeta, y ver si el placer autoinfligido se practicaba usando esta mano o aquella? ¿Implantar nano-videocámaras en el papel de baño que lograran determinar la mano que con fuerza lo sujetaba antes de que la natural mancha infame interrumpiera la grabación? Todas eran soluciones susceptibles a la trampa y carecían de la certeza absoluta que demostrara la zurdedad del individuo.

Por un tiempo nos relajamos, pero no contábamos con el uso extendido que se le dio al artefacto sin nombre que los de arriba usaron de forma masiva en un solo día. Era un casco que detectaba las ondas del lado del cerebro predominante. Método infalible, imposible de engañar. Podíamos haber practicado usar la derecha los años que quisiéramos, pero nuestro lado dominante sería siempre el mismo.

Después supimos que lo llamaron Proyecto Etiquetado. Con la excusa de un nuevo Censo Mundial, y el beneplácito de corporaciones, iglesias, escuelas, universidades, jardines, centros recreacionales, museos, parques, bancos, restaurantes, empresas de transporte terrestre, hoteles, aeropuertos y todas las instituciones y compañías del mundo, que cerraron sus puertas y dejaron de prestar sus servicios ese día, garantizando que todos se encontraran en su casa, nos analizaron con sus cascos portátiles y nos separaron a los zurdos y nos llevaron a una habitación de la casa a solas con uno de los funcionarios y allí abrieron sobre sus regazos el maletín cuadrado que llevaban y del maletín sacaron dos recipientes en forma de huevo uno rojo y otro negro y en el negro metimos la mano derecha que salió tinturada del mismo color y en el rojo metimos la mano izquierda que salió bañada en tinta roja indeleble por el resto de nuestras vidas. Lo mismo nos hicieron a niños, jóvenes, adultos y ancianos. Incluso a los bebés, de los que ya tenían la certeza, gracias al casco, si serían derechos o zurdos. Prometieron revisiones cada cinco años para nuevos integrantes de la familia, se fueron sin explicar el significado de las manos tinturadas y sin ser cuestionados por nosotros, que ya empezábamos a suponer las medidas venideras.

El primer cambio fue en el vocabulario. La palabra Zurdo fue suprimida del diccionario de la real academia de nuestra lengua, lo mismo que sus equivalentes palabas en otros idiomas. Los partidos políticos de derecha pasaron a ser llamados movimientos de arriba y los de izquierda comenzaron a ser los de desde abajo. La palabra Siniestro dejó de ser sinónimo de izquierdo y, además de denominar coloquialmente una nueva especie, mantuvo un único significado definitorio de objeto o sujeto maligno o con malas intenciones.

Los pocos pupitres para zurdos en escuelas fueron destruidos en acto público. Con los materiales se irguieron, en los centros urbanos más importantes del mundo, monumentos alusivos a la diestredad: manos y piernas derechas desconectadas de otras partes del cuerpo fueron el Leitmotiv entre los escultores.

Escuelas y Universidades dejaron de admitir Siniestros y se creó una educación diferenciada, tendenciosa hacia la aceptación de la inferioridad, entre los zurdos. Hubo un cambio en los planes de estudio de todos los programas académicos. En biología los libros ya nos denominaban como especie separada. En genética se explicaban las diferencias esclarecedoras entre Humanos y Siniestros. En historia se habló del error monumental de las primeras civilizaciones, que primero nos domesticaron y finalmente terminaron aceptando que nos pareciéramos a nosotros en un acto de inclusión ciego y estúpido que es la principal razón de la decadencia de nuestra especie. Se reiteró la importancia que conllevaba para las nuevas generaciones el Suceso Desenmascarador. En matemáticas se planteó la posibilidad de eliminar los números negativos, por estar indebidamente ubicados a la izquierda del cero en la recta numérica. Da Vinci fue tildado de impostor: Su ayudante Salaino, derecho probo, fue el autor real de todos los aportes firmados a nombre del zurdo embaucador. Se justificó la siniestralidad de Hitler, Napoleón y Alejandro Magno por el único y fehaciente hecho de pertenecer a la sucia horda de Siniestros de su época. De Bethoveen se dijo que su música estaba sobrevalorada, y que su fama se debe al engrandecimiento que otros Siniestros han hecho de su música incompetente. De Obama se dijo que a la larga había sido el peor presidente de la historia de una nación ya extinta. De ese estilo eran las justificaciones entregadas por el régimen diestro.

Los zurdos fuimos excluidos de todo el sistema. En el supermercado solo se nos vendían artículos básicos, de la peor calidad y a punto de perecer o ya descompuestos. Nos fue vedado el ingreso a salas de cine y de teatro, conciertos, estadios deportivos, parques de atracciones y toda clase de eventos públicos. Las manos tinturadas sirvieron como método infalible de identificación. Fuimos arrinconados a los peores barrios de las ciudades, que al poco tiempo se convirtieron en campos de concentración de los que ya no podíamos salir y en los que las condiciones de vida eran indignas y miserables.

Después se les ocurrió el Proyecto Centralización, consistente en llevarnos a un mismo lugar a todos los zurdos. Apartarnos, abandonarnos a nuestra miserable suerte y dejar que nos desarrolláramos como especie aislada. El lugar elegido fue la isla de Groenlandia. Nos dejaron allí llevándonos en contra de nuestra voluntad, desprovistos de cualquier forma de tecnología y de herramientas básicas, en una isla poco apta para la agricultura y en condiciones de hacinamiento. Primero destruyeron toda forma de infraestructura y viviendas, todo el metal fue fundido y construyeron más brazos y piernas derechas para recordarnos su supremacía.

Solo vienen una vez al año para traer más zurdos, bebés nacidos de parejas derechas y que neciamente siguen considerando parte de otra especie. Los sueltan desde helicópteros dentro de huevos inflables en paracaídas, y desde ahí nos hacemos cargo nosotros. Muchos llegan muertos. Los derechos nacidos aquí no les interesan; también nosotros nos hacemos cargo.

No saben el monstruo que han estado creando. Hemos construido una flota de navíos y armas simples en cantidades suficientes. Lo testarudo de su hábito nos permite esconder todo de su vista aérea el único día del año que vienen. No tenemos sus avances, pero tenemos el poder del número y la fuerza de la venganza. Escribo estas líneas con el propósito, iluso quizá, de dejar un testimonio a las generaciones futuras de humanos (derechos y zurdos, espero) de lo sucedido esta noche, en caso de que nuestra derrota y subsiguiente extinción quede sellada después de la derrota de hoy. Esta noche arremeteremos en una batalla definitiva todos los zurdos del mundo que quedamos. El objetivo es simple: Atacar la diestredad desde sus cimientos. Los del otro grupo asaltarán la sede general de líderes mundiales, quemarán las actas oficiales que nos excluyeron de la especie humana, secuestrarán a los líderes mundiales y mutilarán sus manos derechas. Nosotros abordaremos El Vaticano, secuestraremos a su santidad suprema, y le cortaremos la mano derecha en directo por televisión mundial. Esperamos que el acto sea visible por todos los derechos del mundo, y que sea suficiente para nuestra reintegración dentro de la especie. Esperamos que preceptos evangelizadores aún no hayan calado con suficiente ahínco entre los derechos. Me buscan; saldremos en menos de una hora, no puedo seguir con estas líneas, espero que, si fallamos, esto llegue a ojos de lectores sabios que sepan qué hacer con esta información, que quizá para su momento el sistema ya habrá sabido ocultar.

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