Lo que Tejen las Arañas (Fragmento)

Lo que Tejen las Arañas (Fragmento)

Letuner

15/03/2020

Capítulo 1

   Bajamos los cinco pisos por las escaleras, el ascensor no funcionaba como de costumbre, y enfilamos para el bar habitual, a sólo dos cuadras. Dejé que Natalia se adelantara unos metros para poder mirarla caminar en la noche desierta de Cretonia un martes a las dos de la mañana. Tenía una silueta hermosa, se movía con atrevimiento, provocativa, sacudiendo el culo con delicadeza. Un rato antes esa mujer increíble había estado en mi cama y ahora perturbaba el silencio de la noche con el arrastrar de sus pies embutidos en esas botitas roñosas. Unas horas antes de eso nos habíamos encontrado a la salida del trabajo y me acompañó hasta el almacén (el único que a esa hora vendía alcohol a un precio aceptable) —y sólo hasta el almacén— que además le quedaba de paso para su casa, porque los dos teníamos que estudiar para el día siguiente, estábamos en época de finales. Pero también era sabido que no íbamos a aguantar; decidimos comprar algunas latas más de las que yo tenía pensado puesto que puedo estudiar perfectamente con tres o cuatro de las de medio litro, pero ya con más se complica. Apenas algunas más para ir a casa un rato solamente, tomar un poco y coger, así luego cada uno podría dedicarse a sus estudios y no tirar un cuatrimestre a la mierda por una noche de sexo y alcohol.

   Cuando acabamos ya no quedaba más que una lata, que compartimos mientras fumábamos en silencio tirados en la cama. Mis manos por momentos volvían a sumergirse en esos muslos preciosos y amenazaban con empezar otra vez el juego pero no, había que estudiar. —Te invito una cerveza y después me voy a mi casa —susurró y los dos hicimos de cuenta que iba a ser sólo una. Nos vestimos y bajamos las escaleras; la noche y su figura y las botas y el viejo y sucio bar de siempre que nos encontró enredados, ya al amanecer, hablando de política o de literatura como si de verdad nos importara, como si no fuéramos dos sanguijuelas a las que sólo les interesaba emborracharse y coger, y si la política nos importaba ahora era porque Cretonia se estaba sumiendo en la miseria y nosotros con ella, lo que significaba menos plata para tomar, como ahora, que ya estábamos quebrados y sólo por eso decidimos partir.

   Con el sol ya saliendo volvimos para nuestras respectivas casas, sin lamentarnos por la irresponsabilidad, no tenía caso y la noche había valido la pena aun a riesgo de tirar un cuatrimestre a la mierda. Unas horas antes, cuando todavía estábamos sobrios en la cama, nos entregamos como nunca hasta entonces; el sexo con Natalia siempre había sido bueno pero esa noche fue distinto, no me importó ser un animal en celo, poseído por momentos y olvidándome de ella. Ella disfrutaba del sexo pero nunca terminaba si no usabas los dedos o la lengua: —Es que soy clitoriana —me había dicho años atrás una compañera de trabajo, supongo que con Natalia era igual. Esa noche, que no hice ninguna de esas dos cosas, ocupado sólo en mi propio placer, me dijo al oído antes de despedirnos: —Fue la primera vez en mi vida que acabé sólo siendo penetrada. Tenía veintisiete años y habría cogido con más de cien tipos, tal vez doscientos, y cuando menos me preocupé por ella consiguió lo que nunca hasta ese momento. Otra vez la máquina mostrando una pequeña fisura. Sobre todo porque a pesar de haber hecho lo que se suponía incorrecto, al día siguiente los dos aprobamos nuestros finales y salvamos el año entero. Esa noche cogí con Natalia como nunca antes, y de paso los dos, nos cogimos a la máquina.

Capítulo 2

   Por encima de la medianera que separa la casa de mi primera ex mujer de la del vecino del fondo, asomaban unos lindos cogollos que, como es sabido, se comparten; es por eso que el vecino está ahora un poco más cerca de su cielo, aunque eso él no lo sepa y aunque en mi opinión esté lejísimo aún… de ahí salieron las flores que me devolvieron aquel sueño perdido en trajines, horarios, cuentas, responsabilidades… bueno, la vida, mi vida, o esta vida mía de ahora que no me dejaba dormir entre el trabajo, las horas, las comidas; el insomnio y «el terror del insomnio», y esa extraña sensación… pero por esos tres o cuatro días me cagué de risa de la vida y dormí como lo hacen los bebés. Aunque antes, antes del sueño —y de los sueños— vienen las ideas, o esa otra forma de las ideas y de los pensamientos, cuando una justa dosis de buen cannabis envuelve tu mente. Y allí lo comprendí; eran muchos «no» juntos…

   —¡Hoy vine a trabajar en tu horario! —dijo Flor con una sonrisa casi adolescente, tampoco estaba tan lejos. Yo entendí que quería que supiera que íbamos a pasar tiempo juntos (aunque al final no fuera así) o por lo menos a salir a la misma hora. Por eso es que al final del día bajé puteando las escaleras debido a un percance que me retrasó unos minutos, pensando que ya se habría ido y coronando un día para el olvido. Hay días que parecen estar diseñados para el suicidio, este se estaba llevando todos los premios ya, y eso que hubo un día en que murió el señor H, por ejemplo, pero éste…

   Un día, como a tantos les pasó se murió el señor H. Algún día se terminó mi matrimonio, el primero, y después el segundo. Bueno, todos tuvimos días de mierda, y a algunos les va mucho peor, pero éste les ganaba a todos, sobre todo porque no acuñaba desgracias. Todo lo que podía salir mal había salido mal, aun el detalle más insignificante, y todavía faltaban algunas horas para terminarlo. Cuando para mi sorpresa vi su auto en la puerta y, por lo que me había dicho más temprano, la esperé disimuladamente afuera; algún otro percance también la habría demorado, el día podía comenzar a remontar, pero qué mierda, todavía me podía hundir más. Lo dicho, pasó al lado mío como si no me viera, demoró unos segundos antes de subir al auto —estaba llena de paquetes y bolsas— e irse así sin más. Es verdad que en esos segundos yo podría haber hecho algo, pero como un ser primitivo asediado por algún terror, no pude articular un músculo. Trataba de mover la boca pero los labios se negaban a obedecer, no siempre la máquina es sutil; cuando se le escapa algún detalle puede irrumpir con la fuerza de un león, y de pronto se hacen mierda dos autos en una esquina para que tu mirada se desvíe del descuido que cometió, pobre gente. Con las dos manos —literalmente— abrí las mandíbulas apretadísimas, pero ni un gemido alcancé a pronunciar, si hubiera podido me habría arrancado la lengua. Ni siquiera tenía plata para emborracharme, me esperaban veinticuatro horas de pobreza absoluta hasta cobrar, y no podía imaginarme sobrio tanto tiempo después de todo eso. Para finalizar, Natalia, que me había corrido el cuerpo la noche anterior por no sé qué mambo raro, me escribió al whatsapp tal como había prometido al esquivarme, pero esta maravilla de la tecnología pedía una actualización que no me estaba disponible y nunca supe lo que decían. El universo conspira en contra de las personas, hay una fuerza maligna trabajando día y noche para que todo salga como el culo, y es una máquina perfecta e infalible, o casi… Flor pasó al lado mío con la mirada puesta, y puesta en el horizonte, como los caballos con sus antojeras que les impiden ver hacia los costados. Era forzada su ignorancia de mí, no podía ser cierta. ¿Qué mierda hizo la máquina en esas seis o siete horas entre el hoy trabajamos en el mismo horario y este caballo de carreras?

   Ese día tuve una jefa nueva por unas horas, Sam; ya nos conocíamos de cruzar unas palabras y habíamos notado cierta atracción. Igual no era nada porque estaba casadísima y yo no tenía ganas de remar tanto, pero estaba bien el juego. Con ella estaba cuando pasó Flor a avisarme de su horario, y con ella seguí hablando casi toda la tarde sobre unas recomendaciones que tenía para hacerme. Mentira, ninguno de los dos quería trabajar un feriado y nos gustaba el juego, aunque sabíamos bien que era sólo eso, después ella iba a volver con su marido y yo… bueno yo seguro iba a encontrar algo para hacer. Lina había vuelto de Río Turbio agotada del campo y su pareja y de la vida: estaba de regalo. Se fue porque no soportaba más a Cretonia, y volvió —a dedo y sin un mango— porque la saturó la soledad y la gente de pueblo. Era una nena insoportable, además había subido de peso, pero cogía bien.

   Mis manos atascadas entre las mandíbulas —que aún daban batalla— mientras se alejaba el auto de Flor, hasta que empezaron a ceder.

Capítulo 3

   Todo lo que tengo lo llevo puesto, cual esa loba que me acompaña a todas partes. Como ahora que hacía mucho tiempo —como siempre— que no estaba sobrio; casi que no recordaba la sensación, hasta que llegó el despertar. Había mucho de casi todo que no hacía desde harto tiempo sobrio; es una trampa perfecta el alcohol, y los ebrios somos parte de la máquina… pero después vamos a hablar de la máquina. Creo que hacía mucho que no cogía sobrio y estuvo bien, y estuvo muy raro. La verdad es que no me acuerdo —estoy justo en el medio de la telaraña— pero debía hacer mucho. Hubo algo más de sensitividad, y también de realidad en el acto, y desconocimiento; por momentos me sentía un poco ridículo moviéndome así como un animal en celo, casi incómodo, pensando en qué estarías pensando vos ahí arriba o ahí abajo, si te darías cuenta de que me sentía un poco ridículo, desencajado. Quisiera acordarme si era así antes, o cuándo había sido la última vez al menos. Puede que la última vez con Luna haya estado sobrio, estoy bastante seguro, y sin embargo no me sentí así de raro, quizá porque nos conocíamos bien, y sin embargo ella no pudo terminar, tal vez fue una casualidad. Estoy cerca —y estar cerca es igual que estar a infinita distancia hasta que no estás ahí— de dejar de tomar. ¿Será así la vida de ahora en más, en el supuesto caso de que lo consiga? no estuvo nada mal igual ¿habrá terminado ella? Natalia nunca me mostraba nada pero siempre volvía —como los gatos— decía, supongo que para molestarme porque tenía un par de gatos y no entendía mi insensibilidad hacia los animales. Bueno, a veces me decía algunas cosas, pero como nunca me daba cuenta en qué momento terminaba para mí era como si no me dijera nada, qué relación más extraña, digo la mía, la que yo hacía, no la nuestra, aunque también. ¿Y salir justo estando en el medio de la telaraña? Siempre tan pretencioso, hasta en las profundidades y con poco oxígeno, la pretensión. Después de todo los amigos de AA me habían servido de algo; por un rato admito que soy pretencioso, lástima lo de Dios y todo eso que no me gustaba sino hubiera ido.

   Me han llamado autodidacta (también me han llamado peor…) y no es del todo falso, además hay malos autodidactas. Pero… ¿cómo aprender sólo a dejar de tomar? en realidad es facilísimo —creo que esa era una de las palabras pesadas de Cortázar—. Basta con no ingerir alcohol y ya. Ignorar el bombardeo de publicidades que nos convidan una cerveza a las diez de la mañana por la tele o la radio. Alejarme de todos mis amigos. Esquivar los bares. Ignorar los carteles. Superar la abstinencia. Lástima lo de Dios y todo eso porque sino… ojalá hubiera AA para no creyentes, para los que sólo queremos dejar la bebida, no reemplazarla por algo más. Había en mi pecho una angustia de madre, tenía temblores —veinte años tomando— mareos, y llevaba un día sobrio, de hecho unas horas, facilísimo. Pero había también un optimismo inexplicable; no veía la luz al final del túnel y esas boludeces, ni sabía en dónde estaba el túnel o si había uno, creo simplemente que los otros borrachos ya me empezaban a dar asco, y por ende, yo también eventualmente iba a comenzar a darme asco. No me motivaba tanto una razón mucho más importante como un hijo, o dos. Hasta tenía ganas de decirle a Natalia —yo te voy a ayudar a dejar el trago— con un chop de cerveza helada en la mano. Así es esta historia, la de lo inexplicable; la de un hilo entre tantos de esta vida signada; es casi lo mismo para el resto, yo soy sólo una persona, afuera hay miles y también está la máquina.

   Es una trampa maravillosa, parece que se necesita algo tan poderoso como un Dios para vencerla, bueno, yo espero que no porque ya saben… la pobreza ayuda un poco, es cierto, pero siempre te las rebuscás al final, y Natalia no tenía ninguna intención de dejarlo (al igual que a su marido); ya me empezaba a dar pena que siendo tan joven estuviera tan hasta las bolas, a mí que aún me duraba la resaca de la noche anterior. Funcionamos de manera muy extraña los estereotipos; caminando en la penumbra con bestias salvajes acechando y el bar abierto, casi sobrio, pensaba en cómo ayudarte. Para que hiciéramos las cosas bien, para que estemos juntos, para luego reprocharte porque llegaste tarde a casa, o porque creo que tenés una marca en el cuello. Aún si todo salía bien iba a ser un problema. Y ni mencioné la palabra amor; no te creía capaz, yo que no soy casi capaz, pero un par de veces pude, entonces vos por ahí también.

   Nunca tuve problemas con las palabras, y también había tanto que decir, pero no podía unir esas circunstancias, y si pudiera, ¿de qué serviría? entonces da lo mismo que no lo haga y así no salir nunca de esa otra trampa, trampita, problemita, pastillita, cervecita; canción que se repite en la PC como este disco de Joy Division. Era muy tarde para empezar cualquier cosa, menos quizá justo este relato, y fue ése el punto de partida; sólo debía deshacerme de unas veinte personas y lo demás saldría por inercia. Pero sucede que no me es tan fácil mentirme últimamente, y tengo discusiones conmigo que no terminan hasta que me convenzo, o no; a veces soy como cuatro o cinco personas, entre todos no hacemos dos es cierto, pero ahí estamos, bueno, ahí están, ellos, y yo, todos acá metidos tratando de encontrar algunas respuestas, el barullo a veces no me deja dormir, entonces me levanto y preparo mate, busco consensos, a veces los encuentro, a veces me emborracho.

Capítulo 4

   Días atrás les había dicho a los chicos que me habían abducido, y que yo no era yo, sino otro que hacía de mí, lo que les pareció totalmente razonable, pero claro, ellos eran artistas. En el trabajo dije que me habían hackeado el cerebro para excusarme de algunos descuidos, pero allí fueron más escépticos; entendí que era tarde para usar la historia de los extraterrestres y mantuve mi posición de humano usurpado, muriendo, como siempre, con la mía. A los pequeños no les dije boludeces, no les dije nada, y esperé a ver cómo se relacionaban con ese otro yo; me parece que no les cayó menos bien ni menos mal que el de siempre… lo cierto es que no podía explicarme casi nada de lo que estaba haciendo, pero iba y lo hacía; era un actor obediente que intuía el libreto y lo respetaba a muerte, sin saber, naturalmente, quién dirigía la obra, o la vida.

   ¿Cómo se dice cuando cuando te estás arraigando al desarraigo? Al idioma le faltan un montón de palabras, y eso que tiene muchísimas… Una tarde esperaba en la fila del colectivo al lado de una chica; imaginaba las situaciones que podrían darse; empezar una conversación con cualquier excusa, ver si hay risas, si hay ganas; verse las caras mientras él (yo) le dice que hace mucho que no viene al Centro y que estoy algo desorientado. Jugar el papel del antihéroe, del distraído, medio-tímido, supuesto-inteligente que a veces gana, y si no gana entonces no era ella la chica, al menos no la de ese día, o no era yo. O tal vez mirarse, mucho, cada vez más de cerca, sin decir una palabra, esquivándose, coincidiendo, mezclados como en un baile sensual de miradas que no llevan a nada, pero es divertido el juego. A ésto le decimos flirteo, usando una palabra ya prestada, o coqueteo, usando otra palabra ya de mierda; pero ¿cómo se llama lo primero?

   —¡Un paria, un desterrado! —en otras palabras, un pobre tipo. Pero no, lo que Rita quiso decir por teléfono en realidad era un hijo de puta al que le importa un carajo la gente. Aunque no le dieron los huevos para lastimarme de esa manera: ¡qué contradicción! La hija mayor de los señores H, que de alguna manera me odiaba y me necesitaba, por eso no le dieron los huevos, al final no es tan contradictorio… La chica sube al colectivo dejándome su perfume y nada más; no hay recuerdo más vívido que el de los olores. Qué palabra de mierda, olores, lo arruina todo, al idioma le sobran y le faltan palabras, pensé. No se puede ser atractivo hablando así, ni siquiera pensando así; hay mucho más en todo lo que no decimos.

   Años antes, la vida se me hacía insostenible; siempre borracho, me es difícil ahora que hago esta recopilación ser fiel a la realidad. Así y todo mi vida no siempre fue una nebulosa, hay idas y vueltas, y entre tantos días una mañana me encuentra escuchando a una chica sollozar en mi hombro, aún de madrugada; un encuentro casual en el tren un sábado, ya domingo, de regreso a casa. Después de algunas palabras lo comprendí todo, pero mal: debía bajarme con ella —no recuerdo cómo se llamaba— y escuchar completa la historia de cómo había terminado con su novio esa noche, si tenía alguna esperanza de sexo. Entonces mi noche, como un prólogo, no habría del todo en vano, simple consuelo.

   ¿A dónde se irán todas esas palabras que nunca decimos? creo que deben haber otros mundos —muchos mundos de mentira— llenos de palabras no dichas, una galaxia de palabras mudas, calladas por las dudas, y por las dudas… esa madrugada quise decirte tantas cosas, pero no eras vos. Otra vez el guardapolvo azul, la chica azul, el trabajo azul, la casa azul en un mundo que era rojo. No eras vos pero debí decirte igual todas esas palabras que ahora se me clavan en la garganta y me llenan los ojos insomnio, velo del más triste, no eras vos… A vos te conocía de la facultad, ese lugar al que algunos asistíamos porque no sabíamos qué hacer con nuestras vidas, y siempre habíamos estado a punto, pero no… Era —pensé— el momento perfecto; todavía algo de oscuridad, la casualidad, la plaza, la tristeza y todos esos elementos baratos, como salidos de una novela de saldo en liquidación, de esas que leía en las librerías de la calle noctámbula, como posiblemente termine ésta si llegara a editarse. Pero otra vez no; esa madrugada sólo conseguí aburrirme hasta el punto de consolarte para que te calmaras y te fueras a tu casa; ya el sol había salido y me molestaba; oscuridad en pleno día y nada más, deseo aniquilado. Mis chances se habían ido en el tren que no entendía porqué lo dejaba todo sin más. Después de una noche larga, muy fría, sólo quería dormir, dos estaciones adelante se habría bajado ya Laura; unos quince años tuvieron que pasar para volver a vernos, pero entonces, ya éramos otras dos personas, nunca volvería a ver a la Laura del tren de esa madrugada.

(Hasta aquí los primeros cuatro capítulos; la novela completa la pueden encontrar en Bubok (Ebook PDF o impreso) por tan sólo un dólar.

Les dejo el link al sitio:

https://www.bubok.com.ar/libro…)

Gracias por leer, por comentar y eventualmente por comprar algún ejemplar, pero sobre todo gracias por apoyar a los escritores independientes.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS