Sin arrugas

Sin arrugas

Eva Braum

19/01/2020

Mamá planchaba mientras yo le cebaba mate. Estaba muy concentrado en el ir y venir de la plancha buscando el momento oportuno para hablar.

Ella parecía atenta a la tarea, tiempo después supe que solo esperaba que yo encuentre el instante para hablar.

Por fin me atreví y dije:

– Creo que necesito un psicólogo. – Sentí que un gran peso se escapo de mi cuerpo, ya la boca del estómago no me dolía y la presión en el pecho se transformó en sudor frío que humedecía toda mi remera.

Mi mamá había nacido en los sesenta, pero su crianza había sido en una familia tradicional cristiana, aún la abuela rezaba antes de comenzar cada comida. La psicología era algo transgresor y no sabía bien que pensaba ella de esa ciencia y como reaccionaria a mi pedido.

– ¡Hijo! – dijo con un tono de amiga compinche que me sorprendió, mientras no dejaba de planchar el cuello de la camisa. – Lo que vos necesitas es aceptarte, sacarte las arrugas. Yo te acepto, ahora te toca aceptarte vos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS