Tempus fugit

Tempus fugit

Gustavo

16/12/2019

El hombre de elegante traje negro miró a la audiencia y dijo:

«Bienvenidos a todos los nuevos reclutas a la primera clase de ‘Introducción al espacio-tiempo’, mi nombre es Salviati.»

En ese preciso momento, estaba empezando la primera etapa en el proceso de formación de agentes de la «Unidad de Experimentación Temporal Avanzada». Sus agentes se referían a ella cariñosamente como «UETA» para ahorrar tiempo causado por pronunciar semejante nombre.

Salviati prosiguió su explicación, «El objetivo principal de nuestros agentes es viajar desde nuestra línea temporal a distintos puntos del espacio/tiempo para introducir cambios históricos y estudiar sus efectos en líneas temporales alternativas.»

Luego señaló un pequeño dispositivo plateado que sostenía en su mano y dijo: «La herramienta más importante para todo agente es su cronoscopio. Este es capaz de manipular bifurcaciones en las líneas temporales, permitiendo saltar entre ellas de manera segura.

Cada vez que ustedes comienzan una nueva misión, nuestra línea temporal y la línea temporal estudiada son idénticas. Sólo produciendo cambios históricos estas líneas se diferencian para poder estudiar sus efectos.»

Los cambios son decididos por nuestros historiadores y ejecutados por ustedes, los agentes. Los historiadores son los encargados de realizar las estimaciones de cuáles cambios son necesarios para alterar las líneas temporales y elaborar conclusiones en base a lo que nuestros agentes han experimentado en sus misiones»

A continuación, el hombre miró a la audiencia por un segundo, esperando una reacción y afirmó:

«Pero no se preocupen, los cambios requeridos por los historiadores son cuidadosamente estudiados para que sean seguros para los agentes».

Las palabras del director comenzaron a referirse a conceptos cada vez más técnicos. Entre el cúmulo de nuevos reclutas, se encontraba Simplicio. Este bostezó al escuchar la densa nube de términos técnicos, pero hizo un esfuerzo por mantenerse atento. El semestre recién comenzaba.

Finalmente llegó el día en el que Simplicio incursionaría en su primera misión. Para ello, fue asignado a una agente más experimentada llamada Fiorenza.

Su primera misión consistían en introducir pequeñas modificaciones temporales del siglo XIX, en la ciudad conocida antiguamente como Londres y recopilar información sobre lo que suceda en los siglos posteriores.

Fiorenza y Simplicio estaban parados en la tarima de lanzamiento, donde los agentes se preparaban para sus misiones antes de partir. Simplicio se veía notablemente nervioso, mientras que su experimentada compañera mostraba una expresión de ligero aburrimiento.

Fiorenza activó el cronoscopio e inmediatamente una esfera de luz los envolvió. El silencio de los cuarteles de la UETA fue reemplazado por un monótono repiqueteo de agua cayendo a cuentagotas.

«Bienvenido al año 1895, Simplicio. Estamos localizados en uno de los muchos túneles del sistema de distribución de agua de la bulliciosa ciudad de Londres», murmuró Fiorenza.

«Nos encontramos en el momento y lugar exacto previsto por nuestros historiadores para producir el primer cambio».

Simplicio miró a su alrededor con dificultad, pero sólo vislumbró una pequeña fracción del túnel.

Fiorenza dejó pasar un minuto para acostumbrar sus ojos a los bajos niveles de luz y señaló hacia su derecha, donde se encontraba una gruesa cañería de bronce con una pequeña válvula.

«Esta parece ser la válvula indicada. Los historiadores nos han pedido que la cerremos para completar el primer cambio. ¿Puedes ayudarme con esto?», le pidió al inexperto agente.

Simplicio se acercó rápidamente a la válvula y con un gran esfuerzo la giró en el sentido de cierre. Luego miró alrededor, esperando un gran acontecimiento. El túnel estaba tan oscuro y lúgubre como siempre.

Fiorenza no quería perder el tiempo en más explicaciones, pero hizo una excepción con Simplicio por ser su primera misión.

«Ningún cambio temporal que nos asignan tiene un impacto inmediato. Los historiadores evalúan las acciones de los agentes para producir cambios paulatinos y así evitar riesgos innecesarios.» afirmó Fiorenza. Acto seguido, tocó suavemente la superficie del cronoscopio. El hológrafo del dispositivo respondió con un ligero destello. Una esfera de luz los envolvió y en un instante los dos agentes desaparecieron del lugar.

Los agentes de la UETA reaparecieron en una habitación con un sinnúmero de maquinarias de abundantes engranajes, resortes y manivelas. Antes que Simplicio preguntara, Fiorenza explicó: «Estamos dentro del famoso Big Ben, un enorme reloj mecánico construido junto al parlamento inglés.»

La resumida explicación hizo que Simplicio recordara sus clases de historia antigua.

Sin perder un minuto, Fiorenza dijo: «Los historiadores nos han pedido que retrasemos el reloj, deteniéndolo por 5 minutos. Para esto, sólo debemos empujar aquella manivela».

En ese momento el clima londinense mostraba un cielo casi rojizo, con grandes nubes de tormenta que se arremolinaban sobre la torre del reloj.

Los agentes sostuvieron con fuerza la manivela, durante un par de minutos. De imprevisto, un enorme rayo impactó sobre el reloj. Los agentes recibieron una gran descarga eléctrica, que afortunadamente fue absorbida por sus trajes protectores. A pesar de esto, no pudieron evitar el doloroso pinchazo eléctrico que paralizó sus músculos y los tiró al piso. Les costó casi una hora recuperarse de la descarga.

Luego de ponerse de pie, Fiorenza revisó su traje y el de su compañero para verificar que no hubiera daños o quemaduras. La descarga los había afectado, pero estaban en buen estado. Acto seguido, le dijo a Simplicio: «Fallamos al completar este cambio histórico. Los protocolos de la UETA dictan que debemos descartar esta línea histórica y recomenzar nuestra misión». La agente empezó a manipular su dispositivo temporal, no sin cierta dificultad luego del incidente.

Después de diez minutos de intentar manipular los controles del cronoscopio, sus sospechas se confirmaron: la descarga eléctrica lo había dañado. Fiorenza intentó repetidas veces configurar la línea temporal de destino para volver a los cuarteles de la UETA. Sin embargo, el aparato no respondía ante el cambio.

A pesar del contratiempo, Fiorenza no se mostró preocupada.

«Todavía podemos movernos a cualquier punto espacio temporal de este universo. Simplemente viajaremos hacia el futuro para reparar nuestro cronoscopio.» dijo a su compañero. Simplicio se tranquilizó. Al final todo esto sería un pequeño contratiempo por el cual le harían llenar varias páginas de aburrida burocracia.

En ese preciso momento, un elegante barco que debía llegar a la ciudad intentaba cruzar el puente de la Torre. Los acumuladores hidráulicos que se encargaban de levantar el puente no funcionaron correctamente por la falta de presión en las bombas. Un embajador que se encontraba a bordo se lamentaba por llegar tarde a su importante reunión con la reina Victoria.

Fiorenza activó el croscopio. Los agentes se dispusieron a viajar hacia la ciudad de Nueva Washington, en el año 3560. En un instante, una luz los encegueció. La brillante esfera de radiación se disipó lentamente revelando un panorama sombrío. La imponente y avanzada ciudad de Nueva Washington que los viajeros esperaban encontrar no sé materializó. En su lugar, se encontraba un árido desierto. La monotonía del paisaje se veía interrumpida con esporádicas ruinas, apenas reconocibles de la civilización.

Sus peores temores se hicieron realidad: los cambios introducidos en la última intervención temporal tuvieron un resultado catastrófico en el futuro de la humanidad. Debido a esto, la civilización se extinguió sin alcanzar la tecnología suficiente para posibilitar los viajes en el tiempo. Estaban atrapados en esta línea temporal.

Simplicio estaba confundido. No podía entender cómo los historiadores habían fallado, especificando cambios inseguros en esta línea temporal.

Según le habían explicado en su entrenamiento, los experimentos temporales llevados a cabo por la UETA cuentan con las más altas garantías de seguridad. Una línea temporal bajo estudio nunca se altera de manera drástica. Esto permite a los agentes temporales en dificultades, viajar al futuro para solicitar ayuda.

Fiorenza meditó unos momentos y su rostro se iluminó.

«Los historiadores hicieron cálculos precisos para evitar este tipo riesgos, pero tomando en consideración la secuencia completa de cambios temporales. Nuestra intervención sólo completó parcialmente esta secuencia, y por lo tanto sus efectos no fueron estimados».

Después de un rato de contemplar el desolador paisaje, la agente dijo:

«Tenemos dos opciones: la primera es evitar nuestra propia intervención para restaurar esta línea temporal de los cambios catastróficos que ocasionamos en el pasado.

Sin embargo, esto podría causar paradojas: una línea temporal con paradojas como esta podría colapsar fácilmente. La segunda opción que es más segura es volver al punto de donde nos fuimos para deshacer los cambios que realizamos de alguna manera.»

Un rápido salto temporal los dejó en el oscuro túnel donde cerraron la misteriosa válvula. Desgraciadamente abrir la válvula nuevamente no cambió el futuro ya que el cambio temporal ya se había producido. De todas maneras, los agentes se lanzaron a averiguar a dónde conducía esa cañería, siguiendo el conglomerado subterráneo por varios kilómetros de alcantarillado londinense. Luego de varios días de exploración, se dieron por vencidos. No pudieron determinar efectivamente que efecto podría tener, más que reducir la presión del agua en un área de varios kilómetros cuadrados de la Londres victoriana.

Fiorenza tuvo una idea y activó el deteriorado cronoscopio para realizar un salto temporal a finales del siglo XX. Los agentes de la UETA se materializaron en un desolado callejón de una bulliciosa ciudad. Salieron rápidamente hacia una vereda llena de peatones y entraron en un gran edificio con grandes leones blancos en la fachada.

Fiorenza se encaminó hacia una gran sala llena de personas mirando pequeños monitores monocromáticos y se sentó frente a uno de ellos. Inmediatamente Simplicio comentó. «¿Es realmente necesario usar estos primitivos dispositivos?». Fiorenza lo miró con cierto estupor y dijo que es más fácil utilizar las terminales que crear dispositivos que se comuniquen directamente con los bancos de datos. Los controles de acceso y protocolos cambian cada década. Simplicio respondió con un gruñido.

Fiorenza interactuó con la terminal para buscar algún resumen de los eventos del último siglo. Se quedó estupefacta con los resultados que veía en las pantallas: las guerras mundiales de ese siglo no habían ocurrido en esta línea temporal.

Inmediatamente se dedicó a buscar los conflictos bélicos de los últimos años: sólo encontró guerras civiles aisladas y enfrentamientos puntuales entre países limítrofes, pero nada a escala global.

«Tenemos que irnos», dijo Fiorenza. «Creo que tengo una idea de lo que está pasando» agregó. Salieron del peculiar edificio. Cuando llegaron a un desolado escondrijo, Fiorenza volvió a manipular el cronoscopio, pero esta vez para realizar un salto temporal varios siglos al futuro.

Una magnífica ciudad europea apareció ante sus ojos. Los agentes caminaron por unas anchas veredas a la vera de un río para llegar a un edificio lleno de estudiantes. De nuevo, se dirigieron a una sala llena de terminales, aunque esta vez los dispositivos se veían ligeramente más avanzados.

Fiorenza se pasó las siguientes horas buscando rastros de la guerra global por el petróleo que se habría desatado a principio de este siglo sin encontrar nada. Tampoco tuvo suerte buscando otro tipo de guerra mundial en el mismo período. Al parecer, los últimos siglos de paz habían impulsado notoriamente las energías renovables. El mundo no tuvo la necesidad de pelear por las últimas migajas de petróleo en Medio Oriente.

Ambos agentes se quedaron mirando el dispositivo por un rato, tratando de entender los dramáticos cambios históricos que se habían producido en los últimos siglos.

«Todavía queda una parada para entender qué pasó en esta línea temporal» acotó Fiorenza. Rápidamente reconfiguró el cronoscopio e hicieron un salto temporal al futuro. Una imponente ciudad con antiguos edificios japoneses se materializó frente a ellos. Los agentes se dirigieron rápidamente a un edificio con pantallas circulares individuales. Era evidente que estas apenas habían sido utilizadas en las últimas décadas. Fiorenza explicó «Este es el siglo donde las potencias Europeas invaden el imperio chino por el control de los últimos yacimientos de metales raros para la fabricación de todo tipo de piezas electrónicas esenciales». Un minuto más tarde, Fiorenza miró al monitor con gran desconcierto. No había rastro de tal suceso ni nada que se le parezca. En su lugar, la mayoría de los artículos en los medios de la época describían los últimos avances en la exploración del sistema solar.

«Al parecer, la humanidad encontró estos metales en otros planetas, evitando este conflicto que hubiera costado millones de vidas entre militares y civiles», arriesgó a explicar a Simplicio.

«A pesar de todo, en apenas un siglo más, el planeta se encuentra reducido a un gran desierto», exclamó Simplicio. «¿Cómo puede ser eso posible?»

Fiorenza se tomó un minuto y dijo: «Las tremendas pérdidas en vidas humanas causadas por las guerras mundiales obligaron a las naciones a acordar compromisos de paz y prohibiciones de fabricaciones de armas. Sin esos acuerdos, eventualmente un solitario dictador demente o un grupo extremista tendrá acceso a armas de destrucción masiva y será muy tarde.»

Simplicio se negó a aceptar el argumento de Fiorenza. «¿Acaso no podríamos nosotros mismos detener a quienes producen la destrucción de la humanidad, tenemos los desintegradores listos para.. «. Fiorenza no dejó terminar a Simplicio y exclamó: «Aunque pudiésemos arriesgarnos a hacerlo, todavía faltan unos cuantos siglos para que la tecnología de viajes en el tiempo se desarrolle lo suficiente para reparar nuestro dispositivo». Y continuó, «Incluso si evitamos una catástrofe hoy, mañana podría suceder de nuevo, y de nuevo…»

Simplicio estaba visiblemente afectado por la situación. Fiorenza por otro lado, a pesar de estar preocupada, se mostraba pensativa.

«No es momento de caer en la desesperación, Simplicio. Existe una última alternativa», explicó Fiorenza. «No esperaba tener que recurrir a esto, ya que es una flagrante violación al protocolo de seguridad de la UETA, sin embargo creo que no tenemos otra opción», sentenció.

«El plan es simple» dijo Fiorenza. «Buscaremos a un brillante científico en esta época que pueda redescubrir los principios del viaje espacio-temporal y reparar el cronoscopio». Los agentes confiaban en que no sería una búsqueda difícil, pues la humanidad vivía una época de esplendor como nunca había conocido. Un gran porcentaje de la población colaboraba en el desarrollo científico-tecnológico, ya que la mayoría de los otros trabajos se habían automatizado.

Comenzaron de inmediato las entrevistas a los mejores científicos buscando el candidato perfecto. Dependiendo de las preferencias de cada candidato, los agentes se presentaban como representantes de alguna oscura ala del gobierno que deseaba abrir un nuevo instituto o una empresa privada con presupuesto prácticamente ilimitado para cualquier experimento. Las charlas para evaluar a los científicos les servían para saber si tenían potential y motivación para redescubrir los principios de los viajes en el tiempo. También se hacía una rápida evaluación de su personalidad pues algunos brillantes científicos eran también muy engreídos o terriblemente obstinados. Los agentes no necesitaban más drama.

Luego de media docena de entrevistas, dieron con Gryseida. Ella era una prometedora física experimental, premiada por varias universidades por sus últimos artículos. Gryseida era también una ingeniera autodidacta. Había nacido en una humilde familia en la isla de La Hispaniola, en una zona que antiguamente se conocía como República Dominicana.

Acordaron inmediatamente una nueva reunión con ella. «El objeto de estudio de nuestra empresa es esto», dijo Fiorenza poniendo sobre la mesa un pequeño dispositivo esférico. La brillante superficie del objeto intrigó a Gryseida de inmediato. Fiorenza rápidamente puso su dedo y activó el hológrafo.

Este transmitió sensaciones directamente a la mente de Gryseida. Su cerebro se vió inundado por imágenes y sonidos de agentes del UETA en distintos periodos históricos, desde los orígenes del universo hasta el futuro distante. El hológrafo era una tecnología que no estaría disponible hasta dentro de unos cuantos miles de años para los habitantes de esta época. Era muy útil no sólo para transmitir un torrente de imágenes sensoriales sin depender de la imaginación de los sujetos receptores sino también para abrir sus mentes a verdades incómodas como la existencia de viajeros en el tiempo o universos paralelos.

Cuando el hológrafo se apagó, Fiorenza dijo sin dudar: «Somos viajeros en el tiempo que necesitamos tu ayuda, Gryseida» y procedió a explicar toda su historia hasta ese momento. Los ojos de la joven científica se llenaron de lágrimas.

Gryseida miró a los viajeros y les respondió emocionada que los ayudaría. Los agentes le pidieron que guardara absoluto secreto respecto a su investigación o la existencia de los mismos, al menos antes de que el cronoscopio estuviese reparado, pues podrían correr peligro. Le pidieron que no recolectara sus notas en ningún formato electrónico, sólo en papel para evitar filtraciones accidentales por parte de las muchas compañías procesadoras de datos. Luego de que ellos hubieran partido, Gryseida era libre de publicar las notas sobre los principios de los viajes en el tiempo, así como cualquier otra cosa que hubiera aprendido en los experimentos con el cronoscopio. Ella aceptó sin dudar la propuesta y comenzó a trabajar inmediatamente en la reparación del dispositivo. Para evitar ser molestada, se instaló en una cabaña que había pertenecido a su abuelo, en un área boscosa de la cordillera Oriental, en su nativa Hispaniola.

Después de meses de arduo trabajo, centenares de experimentos a pequeña escala con el cronoscopio y una gran colección de notas manuscrita con fórmulas y derivaciones de los principios del espacio-tiempo, el cronoscopio estuvo reparado. Fiorenza se acercó tímidamente y probó cambiar el universo de destino para regresar a los cuarteles de la UETA. El dispositivo aceptó la orden sin problemas y reportó que estaba listo para el salto. Fiorenza revisó los parámetros de seguridad, tal como le habían instruido en sus entrenamiento. Su rostro mostró cierta sorpresa en uno de los valores de liquidez espacial. Indicó a Gryseida que el mismo podía estar fuera del rango de seguridad recomendado. La científica se quedó pensativa por unos segundos e inmediatamente fue a buscar sus notas.

Fiorenza inmediatamente sacó de su bolsillo un pequeño dispositivo en forma de moneda. Sin perder tiempo, se agachó para alcanzar la parte posterior de la mesa y adhirió el dispositivo ahí. Luego, apretó un botón que lo activó, volviéndolo invisible. Gryseida volvió con sus notas, revisó todos los valores del cronoscopio cuidadosamente y no encontró error alguno. Los viajeros sonrieron complacientemente por un instante. «Es hora de irnos», dijo Fiorenza. Ambos agentes tenían un rostro solemne a pesar de ser un momento de gran expectativa.

«Gracias por tu ayuda Gryseida, te deseamos lo mejor en tu futuro». Sin más preámbulos, Fiorenza activó el cronoscopio y una bola de luz los envolvió, para luego desaparecer en el aire. Unos milisegundos más tarde, el dispositivo que Fiorenza había escondido detectó un salto temporal exitoso y se activó. El tiempo se detuvo para Gryseida.

Los medios de comunicación reportaron un terrible accidente producido en la cabaña de la joven científica conocida como Gryseida. Debido a la magnitud del al explosión, la investigación oficial contaba con muy pocos indicios. Los reportes oficiales hipotetizaban un fallo catastrófico en uno de sus experimentos que habría creado antimateria o un agujero negro a escala microscópica. La explosión resultante vaporizó el terreno completamente dejando sólo un humeante y cilíndrico cráter donde estaba la cabaña.

Etiquetas: tiempo viaje

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