Es una mañana fresca, la humedad de la brisa matutina esparcida por las calles de la ciudad, la gente caminando en diferentes direcciones, cada quien en dirección de un destino habitual, o quizá sin saber a dónde ir. Todo parecía transcurrir con normalidad, excepto por mí, por lo menos eso pienso. Me apresuraba para llegar a la primera clase de la mañana, tomé mi bicicleta y me dirigí por el camino habitual.

08:00 de la mañana, sentado en una silla negra y vieja de un salón de clases algo descuidado, la maestra llega y dispone de su lugar, mis compañeros llegan uno a uno en rangos de 5 a 10 minutos de diferencia. Yo no puedo concentrarme, estoy ahí, presente, pero con la mente en un lugar muy lejano.

11:00 de la mañana, tengo que continuar con la rutina de un jueves largo y aburrido, siento que no puedo más. Regreso a casa y cambio la ropa que llevaba por algo más apropiado para el día que aún continuaba, me miro al espejo, tomo en seguida mis cosas y regreso al lugar de dónde nunca debí haberme movido.

13:00 de la tarde, siento algo extraño en mi estómago, una sensación algo incomoda, mi celular suena justo en ese momento, deslizo la pantalla de bloqueo y voy a las notificaciones. Es un mensaje…

– Nos vemos en una hora

Mis pensamientos se detienen, no puedo pensar en nada y después de unos segundos respondo…

-Está bien, nos vemos

13:35 de la tarde, me dirijo al baño de la biblioteca, me paro frente al espejo y acomodo un poco mi cabello y después de un rato regreso a mi lugar. Los minutos siguen pasando y la sensación de nerviosismo sigue presente en mi estómago, mis manos tiemblan y las froto delante de mi cara haciendo garabatos al aire, es un gesto que suelo hacer cuando una emoción se hace presente y se apodera de mis pensamientos.

14:00 de la tarde, tomo mi mochila y salgo de la biblioteca, camino en seguida en dirección de la puerta número 3 de la universidad, durante el camino no puedo evitar sentirme nervioso, sigo temblando, pero esta vez es todo el cuerpo, comienzo a sentirme nervioso, pero más que unas horas antes. Pasan unos minutos y recibo un nuevo mensaje.

– Dame 20 minutos

Entonces con más tranquilidad me dirijo hacía afuera, cruzo la calle y espero pacientemente. Mientras tanto, no puedo evitar mirar para todos lados y la sensación de mi estómago sigue presente, y se hace más intensa a medida que pasa el tiempo. De frente de mí, al otro lado de la calle, está un hombre en la esquina, en la cuál está un pequeño puesto en el que él vende agua fresca a los estudiantes de la universidad, o incluso a los trabajadores de un acuario que se encuentra justo en esa esquina.

14:20 de la tarde, a unos metros del hombre de la esquina, aparece él, aquel autor de esos mensajes que me tienen nervioso desde muy temprano es él, no hay duda, lo reconocí inmediatamente, es él. Mi corazón se agita como una ciudad entera, agonizante por un terremoto debajo de si, tanto que hasta soy capas de sentir la tierra moverse debajo de mis pies sin que en ella esté ocurriendo dicho fenómeno, siento por un momento que pierdo el equilibrio. Me dirijo hacía él con timidez, y es ahí dónde pierdo la noción del tiempo, mis pensamientos se dispersan en un segundo, me pongo delante de él y el tiempo pasa muy pero muy lento.

Etiquetas: gay

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