El tiempo, tan cruel y revelador, amigo de algunos momentos y enemigo del ahogo lento; es mago, juez, tirano, y sentenciador.

El tiempo que rápido pasa cuando me divierto, y que lento cuando faltas próximo a mi cuerpo.

Me siento en un extraño ‘tempo’ muerto, como una melodía suspendida en pleno viento, abrazando el aire en un acto patético que pretende retener un sueño, efímero,  como estrella fugaz. 

Hace tan solo una semana que te deje en el aeropuerto y, si echo cuentas me sobran dedos. No me lo creo, atrapada en un tiempo tenaz cogido con pinzas en un tendedero, colgada, sujeta para no caer al suelo. Se me hace eterno que no estas y la tarde se torna plúmbea.

Contento, se pasa el tiempo en el movimiento del pincel apretado en un papel poniéndole color al aburrimiento.Trato de  silenciar el ruido del tiempo varado en el que me he metido, como un coral sumergido en las profundidades de tu océano.

 En ocasiones, se va en un suspiro y, cuando despierto comprendo que no ha sido mío. No he podido retener en mi retina todo tu brillo, una vez más, miro el reloj, tú ya te has ido. Esfumado entre unos dedos lacios que no detienen que el agua regrese al río. 

Vacío en el piso, un desierto en el comedor.
Distancia que separa nuestros cuerpos, pero jamas los excesos de besos que calan profundo rozando los huesos y llegando al alma.

Simplemente te recuerdo el tiempo que pasaría buceando en tu ombligo, a libre pulmón, saboreandote lento en un acto obscenamente pagano y liberador.

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