Pantuflesco, apacible domingo

PANTUFLESCO, APACIBLE DOMINGO

Era domingo. El tiempo sin veces.

Un camino abierto, donde no se puede.

Pasaba las manos de los ojos al silencio como revisando viejos miedos, dulces trofeos de todos los niños que fui feroz.

Cuánto me habré esperado ese domingo, o cualquier otro, o un martes, si se hubiese empezado a contar dos días después.

Cuánto me habré esperado tantas veces, yo, todos los espantos que fui, toda la gente que me fui poniendo, la vida, fabricándome los días como una araña (y una tela, tal vez siempre hacia, pero sin bordes).

Mi cara de domingo. Mi silencio de domingo.

Todas las cosas que me ponía, revisándome la presencia.

Mi soledad, al fin, de todos los días.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS