Autobiografía en secreto de Amanda Da Silva, Poemas de Amor.

Amanda Da Silva a un amor desconocido

“Autobiografía en secreto de Amanda Da Silva.” – Hoja N.º 16 


“Estoy aquí sentada frente a mi pequeño escritorio, bajo la pálida luz de una bombita eléctrica que titila con vanidades de vela, en la oscuridad de este adefesio que asiste de prisión a la memoria. No escucho esa artrosis delatora subir por la escalera.
Ni la queja de las puertas cuando son abiertas en las noches silenciosas.
No permito a los destinados que engrasen sus goznes. Su alcahuetería me sirve para que, al chirriar, delaten las incursiones hacia las habitaciones de la madre y la niña que comparten conmigo esta casona. ¿Sirve para evitar tanto dolor, tanto desasosiego, angustias imposibles de aliviar, escuchar al crujido delator de las bisagras? No, desgraciadamente no. Es un no que duele como un filo candente que atraviesa el más sutil de mis tejidos. Pero ayuda a preparar el ánimo para lo que vendrá. A disponer mi odio de manera adecuada. Debo odiar con la fuerza de un titán. Necesito odiar porque no me quedan tantos años de vida como para esperar otros sentimientos que me alivien. Odio, sin piedad, odio ideal, magnífico, sublime. ¡Odio! ¡Qué palabra perfecta! Redonda de principio al fin: sonando recóndita, íntima, profunda, vital, llena de esa sangre caliente que late turgente desde las íntimas entrañas.
Odio supremo: rencor, inquina, resentimiento. Odio puro: inmaculado, limpio como el filo supremo de la daga, hundiéndose en el corazón hasta alcanzar en plenitud la muerte. ¡Qué me van a hablar de amor! ¡Odio quiero gritar con la garganta plena! Escribir de este odio que me abraza cada vez que oigo el chirriar de las bisagras. Combustible de la justicia extraordinaria. Premeditado ejercicio del castigo merecido no en el infierno, sino en la tierra, aquí, ¡aquí mismo!, en el suelo sediento que pisan mis dedos con juanetes; polvo regado con sangre derramada de la copa brutal de codiciosos y perversos, tierra en la que aún padecen sus tormentos los sepultados vivos víctimas de la esclavitud de la encomienda. El odio nunca olvida, por suerte es un sentimiento que tiene extraordinaria memoria.

Devaneo de vieja, se me ha dado por volver a los años en que apenas era una niña distraída. Será para espantar esas apariciones de reumáticos acentos al divagar por la casa luciendo seis espantos indescriptibles en uno de los lados de la hacedora de muertes.
Recuerdo con exactitud todos los días de mi infancia. Añoro penando ese tiempo despreocupado, de juegos amorosos, de berrinches extraordinarios. La casa, la laguna, el olor de los ramajes, la luna en mi ventana. No crecí como el común de las niñas de mi época, esperando un marido a la vuelta del aburrimiento. Llegué al amor por el camino del pecado. Pequé feliz hasta el orgasmo. El matrimonio consumado sobre inocultables intereses y domésticas obligaciones, me despojó de toda fantasía sobre el maridaje. Nunca me interesó eso del matrimonio, el vestido de novia, el ramito de flores, los dorados anillos de la mentira. Mi abuela paterna me detestó por ello y se encargó de sepultarme luego de un agónico velorio que duró algunos años.
Más que una mutación como la de la crisálida a mariposa, lo que se espera de una niña en su transformación en mujer, lo mío fue desprenderse de capas de piel hasta la adolescencia y luego la adultez, como una culebra impredecible, olvidando a la niña Amanda y su amor por la matemática y la música, y aceptando ya joven un destino inquietante. En una de esas pieles que abandoné en el camino, debí despojarme de tu amor, de cuerpos, de angustias, de voces y súplicas y besos infinitos suaves como las suaves calmas de tu alma de asombros (aún te nombro sin pronunciarte como si tuvieras nombre en qué llamarte).
Recuerdo: entre los verdes y espumas en las orillas del estanque vecino, olí por primera vez el lubricado aroma de mi pubertad y supe del único amor que tuve en todos esos años juveniles. Él me acarició y yo lo acaricié. Él se descifró entre mis pliegues, yo entre los suyos. Él penetró en mí y yo penetré en él, escondidos en la verde sombra de un ramaje perfecto. No revelaré su rostro, no es necesario, me he acostumbrado a no revelar secretos. Definitivamente, lo llevo asido en el borde de mis tejidos más íntimos, como se lleva la intención de jazmines ebrios en las noches ardientes del amor verdadero.
No fui feliz. Repito: no fui feliz, salvo ese breve instante hace tanto tiempo. Por lo que sí fui feliz después de ese amor, no puedo decir una palabra ni siquiera suspirarla. Debo guardar mi voz hasta la muerte y así lo haré porque lo he jurado sin hipocresía.
Él, ¿habrá sido feliz? Me pregunté tantas veces en las noches desapacibles de mi larga vida. La incógnita que interroga mis sueños nunca tendrá respuesta.”

Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 1
Asciendo hasta tu piel
Y beso la encrucijada de tus dudas.
Te he visto perderte de tristeza
Porque el crepúsculo anochece
La luz que calienta las palabras
Que decimos boca a boca.
Tu cuerpo y el mío se interrogan
De caricias ansiosas que las manos
De húmedos momentos prodigan
En cada silencio, desnudos de los besos.
Bajo hasta tu pelvis, algo de espiga clara
Y generosa trepa por ella hasta mi mano
Y siento latir la sangre ascendiendo
De ternuras atrevidas.
Como a un lirio morado lo beso suplicante
En el refugio fresco de mi boca.
Toco tu pecho como si fueran las teclas
Ebrias de unas islas blancas
Unidas por el suave roce de mi lengua.
De flor en flor, con un claro de luna,
Te observo abrazado en el ocaso
A lo que queda de mí después de vos
En el ardiente poniente de mis breves caderas.
Allí te quedas, heroico de perfumes
En la caracola blanda de mi sexo.
No quiero que partas como el barco olvidado.
¡Quédate para siempre! Altivo, erecto, desafiante,
Agazapado entre mis suaves muslos,
En el silencio lúdico de un pájaro
Que no conoce más canto de esperanza
Que la cesta repleta de tu aliento y salivas.
Tú, amor, mi hombre, danza que se anuda
A mis deseos, quédate para siempre,
Atraca en el puerto de mi vida.

Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 2
Solo tuya. Acariciándote como una sombra
Que reclama su luz en tu perfume.
Eres mi hombre. ¿Hace falta decirlo?
Tu cuerpo me responde cadencioso
Y lanza un sol al mío como una
Corazonada de esperanza.
Eres el nombre que pronuncio eléctrica
Con los labios desplegados en sonrisa.
Toca mi piel sin detenerte, nunca.
Tocala como la honda de un viento
Magnético de azahares cristalinos
Que transparenta en mi boca besos
De amor y tempestad de ansias.
Mi cuerpo, blando, tiembla
De tanta expectativa a las puertas
De un racimo de caricias azules
Que tus dedos, cual pájaros latentes,
Bajan hasta mi pubis
Húmedo y desvestido de desilusiones.
Quiero que me oigas sonar entre tu cuerpo
Bajo un cielo incendiado de suspiros.
Amame sin suplicios, en pura calma,
Amame mientras emigran nuestras pieles
Alegres como aves taciturnas
De ojos de noche como estrellas.
Sujetate a mí por la cintura y por mis senos
Como dos frutas apenas maduradas.
Esperemos que el placer embriague
El despertar con su revuelo de miradas
Como gotas de pájaros que se encuentran
En un vuelo fugaz, hasta el próximo abrazo.
Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 3
Anhelo la geografía del lugar donde llegas
Mudo, cálido, solitario, hasta donde tú quieras.
Mi compañía te aguarda de esperanza
Y abre su cauce pálido a tu fatiga simple,
A tu jadeo ronco, a tu súbito capullo
Entre mi combo pubis y mis delgadas piernas.
Trata que tu camino llegue sin penas
Hasta mi propia geografía humana.
Toca a mi puerta en medio de mi boca
Con tu lengua sencilla que anida con la mía.
Cultivame de rosas entre pieles de brisas,
Cultívame de árbol con sus angustias en ramas,
Donde anidan los pájaros que cantan entusiastas.
Cultivame enredadera suplicante
Para aferrarme a tu raíz primera
Y besarte de flores en todos los rincones.
(Si llegas una noche sin aviso
Abriré mi ventana de ilusiones
Y dejaré entrar tu cuerpo
Como una bandada de caricias).

Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 4
¡Hunde tu barco angostado
De proa ancha
En mi mar de bellos caracoleados
Y oleadas amenas!
Dirige tu barca entre la espuma afortunada
De mi embriagada cadera desvestida.
Aprieta mi vello con tu vello
Hasta que se confundan de revuelos.
Súbete a la guirnalda de mis labios
Y ocupa con tu lengua la soledad del beso
Que prometes suplicante a mi tristeza.
Tomame de estas riendas de botones rojos
Que tu boca lubrica con el jugo
De tu saliva fresca. ¡No quiero seguir otra estela!
¡No quiero a la deriva noches perdidas de crepúsculos!
Aquí te quiero dentro mío urgente
Ardiendo puro, etéreo, magno, incandescente,
Y que ruedes por dentro de mi entraña
Con tu sagrado néctar de la vida.

Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 5
En un pliegue piadoso de este amor clandestino
He refugiado las ansias de tenerte a mi lado.
Espero. ¡Ay si te espero! Quiero verte llegar
Por el mismo camino en que el sol se deshace
Como lámina tersa que agasaja la tierra
En el mismo sentido que el viento la acaricia.
Me embosqué de silencios esperando tus besos
En el borde preciso donde el agua serena
Dibuja unas arrugas de cielo en sus reflejos.
Cuando te ve llegar en la gota de un crepúsculo
La laguna alborota espumas a tu paso
Y destella en sus ondas tu cuerpo palpitante.
Entonces yo palpito con él de solo verte,
Suave, fresco, latente, entre mis breves manos
Como si fueras una fruta perfecta de ternura.
Entre los verdes ramajes de la vasta arboleda
Suena tu temblorosa voz en la lúbrica guarida de mi boca.
Así escondo bajo la cicatriz de las palabras en mi lengua,
tu ávido jadeo que suena galopante como alegres campanadas
De una atrevida música de una atrevida fiesta.
Al final, cuando reposas tu piel sobre mi piel,
se gestan remolinos de calientes caricias
Y atesoro tu voz, tus lágrimas, tus labios,
Para no desesperar cuando tu ausencia arrecia.
Me basta incluso con tenerte así, nostálgico de esperas,
Amarrado de miedos y melancolías ingenuas.
Vuelve mañana ¡amor! ¡Vuelve mañana!
Pero no tardes de dolor, de furia, de desdicha,
Ni desesperes de sepulcrales distancias.
Aquí estaré, esperándote callada,
Como una flor de sol con los ojos abiertos.
Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 6
Quédate ayer, quédate hoy, quédate siempre,
Quédate aquí, en mí, para mí, conmigo,
Abrazado a mi delgada anatomía enamorada.
Quédate interminable de llegadas,
Entre esta verde arboleda humedecida
Desbocado de amor porque te amo,
Donde me hago interminable viento
Y te recorro de a soplos beso a beso.
¡Quédate amarrado a la oleada apretada
De tu cuerpo en mi cuerpo acariciados!
Justo en la orilla donde agitan las aves
De nuestras tiernas caricias sus plumajes.
Socava con tu ola prodigiosa
Mi bahía inmadura como fruta temprana.
¡Llega! ¡Llega! ¡Nunca partas!
¡Llega siempre! Iluminado de esperanza,
Alegre como una canción que entre las dudas
De un milagro suena.
Llega porque así no desespero
De ocasos que lastiman,
Y ávida de besos como estrellas
Espanto las penumbras de una amargura
Que bate sus ciegas alas de penumbras.

Llega porque sí, sin proponerlo.
Ya te lo he dicho con mis simples palabras,
Sonando a la embriaguez del eco remoto del deseo:
Cuando posas los labios de tu boca perfecta
Sobre la curva exacta hasta el fin de mi espalda,
En la comisura erótica de mi última vértebra,
Vibro como la cuerda herida de un arco extraordinario.
En la danza obstinada de mi abrazo de amante
Renuevas la tempestad de tu fértil esperma
Que es el néctar eterno de eterna primavera.
Boca de fruta, sexo de fruta, arrima tu raíz
Al cavado profundo del incendio rosa
Que danza lúbrico hasta de solo pensarte.
Sos como el tallo robusto que sostiene las ramas,
Y embosca en la hojarasca unas aves sensibles,
Que anidan amorosas en un lugar del cielo
Y mis dudas, tus dudas, las ternuras despejan.
Yo desespero de crepúsculo al no verte,
Y encuentro una nostalgia como perro rabioso
Que muerde mis hastíos cuando no te contemplo.
La tarde se hace pozo que proyecta su noche
Si no siento tu aliento enredado en el mío.
No hay más caminos de retorno, ¡huyeron!
Dieron la espalda a tristes horizontes
Que se derraman en el interminable oeste,
Donde el sol se incinera en sus últimos colores.
En tu ausencia desvanezco de luz, ceniza soy,
O apenas lodo, escombro de amor que desespera.
No tengo voz, ni boca en que nombrarte.
Una cruz de dolor entre mis senos
desespero de hierros que lastiman
hasta hacerme una sangre como agüita.
No florezco mujer y hundo mi fruto
En un puerto de tormenta y náufrago de olvidos.
Quédate ayer de ternura infinita,
quédate hoy ceñido de caricias,
quédate ardiente para siempre ardiendo.
Quédate aquí, en mí, para mí, conmigo,
Y bébeme hasta la última gota, amado mío.

Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 7
En el cielo crucial el sol da vueltas
para que yo sospeche tu infinito sonido
cruzar de lado a lado mi tristeza
como el crepúsculo cruza de la tarde a la noche,
Mientras las aves suenan en ausencias
Unos cantos que recuerdan campanadas
Las mismas que sentí cuando tu mano ruda
En la ola repentina de mi pubis
Se posó como una húmeda isla hasta agotarme
De besos casi inmóvil, quieta
De ternura, temblorosa, amarrada a tu cuerpo
De amor desvanecido de miedos y tristezas
Lleno de paz como la leche tibia,
La miel, el cántaro de agua y la alabanza
De mis caricias en tus gotas de piel
Que arrullan con ternura tus sueños y deseos
Donde las alegrías se encienden en pasiones
Y no hay horizonte donde acabe este amor
Trémulo como una hoja al suave viento dedicada.

Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 8
No comprendo tu ausencia. Desespero
Estos momentos en que no llegas a mí
Y la nostalgia embarga mis palabras.
Mis penas se doblan como cañas al viento
Y caen de desdichas irremediablemente.
Desciendo en penas por la calle de tierra
Hasta la orilla misma de esta mansa laguna
Donde fuimos arquitectura de caricias y besos.
La lámpara del sol derrama sus racimos
De pura luz dorada pero no me calienta
Y emigra mi corazón al frío de la melancolía.
Un perro ladra como si comprendiera ese acertijo de luz
Que se reparte en breves destellos sobre el agua;
Desde su ronco ladrido me observa pesarosa
Y da vueltas alrededor de una raíz pelada
Como yo giro alrededor de la nada de amor que me dejaste.
Los árboles magníficos, empujados de a ratos
por el húmedo viento de la pampa, trepan a saltos verdes
Hasta sus vastas y solemnes copas y me observan
En todas direcciones llenos los ojos de amargura.
Desde su altura extraordinaria,
Las sombras a mi paso se lanzan en picada
Desde las alas de unas aves remotas
Que cortan el cielo como cimitarras
E interrogan en mi costado con espinas
Una herida de amor indescriptible.
Desde el fondo de un luto inesperado
Las aves muelen sus trinos con sus dorados picos
Haciendo una música de desesperanzas
Que lloro como una misa negra.
El cielo desbocado vendaval de lágrimas,
Crepúsculo combo amarrado al poniente,
Hunde acantilado su celeste espada
En el barro primordial de la laguna
Donde de noche la luna violeta se desangra
En el áspero rocío de una áspera cascada.
A la perlada orilla de esa sangre lunática
Vengo a llorar la zozobra de mis lágrimas.
Soy efigie de sal sin tus caricias,
Cópula de mármol, piel de estatua,
Piedra caliza consternada.
¿Cuándo acabó la geometría perfecta de tú cuerpo en el mío?
¿Cuándo tu estambre prodigioso agotó sus misterios
En el secreto gineceo de mi cuerpo?
¿Cómo acabar este alboroto en la sangre?
¿Cómo apagar el fuego de este amor
Que prometía arder sin tiempo?
Imprecisa desespero de amor y lloro
Abstracta, triste, sola; canto tu nombre sincopado
Y el eco me responde con un lúgubre sonido de naufragio.

Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 9
He vuelto a la orilla en que se aleja de mí
El cántaro de tu boca, esperando beberte de alegría,
Y solo siento el sabor del hastío en mi garganta.
Sufro y sin embargo aquí te espero fatigada de agonías,
Mis nostálgicos ojos expectantes en tu ausencia
Que se hizo abismo de sombra
En el vórtice espectral del silencioso ocaso.
Aquí te espero (ilusa creo que aún me amas)
Unidas mis dos manos como en rezo,
Frente al abanico que descifran los pastos
Con sus secretos verdes temblando entre unas brisas
Y como ellos tiemblo de amor desamparada.
Tiemblo de besos arrojados a la fría intemperie
Sin siquiera un misterio de cielo para cobijarlos.
No hay mucho que decir, soy por demás silencio,
Mido mis palabras con la medida exacta de todas las congojas.
Quiero llorar como la lluvia agreste
Que cae desesperada sobre la tierra seca,
Quiero llorar como llora la noche abatida de rocío.
Quiero decir te amo las veces que desee
Pero no estás para escuchar mis salmos de amor
Como cuando la ráfaga roja del viento nos mecía.
Quiero llorar tu ausencia glacial que me estremece,
Vacíos mis brazos de tus brazos,
Vacíos tus labios de mis labios,
Vacíos mis ojos de tus ojos,
Sombría de un naufragio que navega mi sangre
Hecha un crepúsculo herido de tristezas,
Así mi corazón se escora irremediablemente.
Miro hacia un horizonte que derrama en cenizas
Su revuelo de nube y sol en el fin de la tarde.
Ya no adivino tu cuerpo hecho silueta
Llegando desde el fondo de la legua
Por el viejo camino de coágulos de piedra
Hasta el agua temblorosa que palpita.
Mientras deliro encontrarte como una aparición
De flor, de sol, de agua, de suspiros nupciales,
Me llega rústico otro viento que silabea a gotones
Desde su húmedo patrimonio de céfiro errante
el augurio de tu perpetua ausencia hecho condena.
Sufro la cáscara de mi piel que se reseca
Que se hace escama de dolor por tu partida.
Mi boca se ha vaciado de palabras. Han escapado
Como las mariposas huyen de la vida para caer
Desde la pequeña altura de sus alas al abismo
De una muerte planeada demasiado antes.
Pura tristeza, vine junto a la misma laguna
Amortajada sin luz, sin territorio, sin alma,
Desconocida en la guarida de árboles azules
donde reconocerte fue tan simple como el correr del agua
entre hebras de tierra y piedra socavada
donde las promesas ahora se esparcen como una arena fría.
Qué lejos estás. Qué lejos estoy. Qué lejos estamos.
¡Y todavía quiero creer que aún me amas!
Llevo sobre mis hombros el peso de esa tarde imposible
En que partiste confuso como un ave extraviada
Hacia un lugar ignorado de toda primavera.
Mis lágrimas entre suspiros caen como las hojas
Desdichadas de un otoño temprano.
Mi pecho se abrió como una fruta herida
Para latir mi corazón de arcilla mustia
Como si fuera un puño muerto.
Racimos negros (lutos aviesos), ruedan rapaces
Desesperando en mi boca entreabierta de lamentos,
un aullido de dolor interminable.
Amanda Da Silva a un amor desconocido

Poema de amor N° 10
¡Qué dolor este dolor! ¡Qué dolor este amor!
No volveré al lugar de nuestro amor,
¡No volveré jamás! ¡No volveré jamás!
La calle es apenas alegoría
De cuando te vio llegar de pequeñas emociones
Para hablarme de amor como nadie lo hizo.
Mis oídos vibraron al oír tus palabras
Como palpitó el junco acariciado de viento,
Luego vino la ausencia y habló con sus silencios.
De nuestras palabras algo quedó en la orilla
Como ceniza azul de un pedazo de cielo,
Y entre los pastos tristes pernocta todavía
Desvanecido en brumas el crepúsculo aquel
Con sus profundas tristezas de abandono.
Loca divago ajena de tos tiempos donde reconocerte
Mordiéndome en las uñas tu presencia
Que amarga mi piel con sus recuerdos
Como un taciturno vaho de lamentos.
Maldigo este dolor, ¡sí, lo maldigo!
Y maldigo este amor ¡Sí, lo maldigo!
Que me desvela de ocasos que no llegan a su fin
Y se repiten en sombras de sepulcros.
En los suburbios de mis oscuros ojos
Lloro de angustias y clamores
Mientras respiro metálico un quejido
(Tajo maduro que suena tembloroso)
Desde mi seca garganta hasta mi pecho.
Toco mis senos con mi mano sudada,
Pámpanos mis pezones,
Apenas insinuaciones de almendras infantiles,
Bajo sus curvas siento latir mi corazón enfermo,
Y palpo la llaga de humo de una sombra de cruz
Que baja hasta mi ombligo y luego hasta mis piernas
En la hora sacramental de la desesperanza.
Vuela roja de incendios una sangre nocturna
Y me echo a dormir desvestida de besos,
Ovillada de sal, estatua de Edith, lunática
Errante de amor eternamente desechada.
Si yo te amé, si vos me amaste
¿Qué pasó entre nosotros?
Maldigo este dolor, ¡sí, lo maldigo!
Y maldigo este amor ¡Sí, lo maldigo!
No volveré jamás a buscar tu recuerdo:
Eucaristía de ausencias,
Pan y vino amargo en mi destino.

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