Como gotas golpeando las anchas hojas,
no era lluvia, eran alas galopantes
que nadaban bajo las nubes grises.
Manchas negras que iluminaban el cielo triste de lima
se dirigían hacia el mar a reflejar su vacío
o tal vez intentaban huir de la hipocresía.
Saciada por hambre, gozante de angustia e indigente por la fortuna.
Su figura cambia, pero su espíritu perdura,
el espíritu astuto de acciones idiotas.
Así somos, así es lima, así es la horrible.
La horrible que ahuyenta a los corazones fuertes
y deja inerte a los débiles.
La horrible que tiene un encanto en donde pierdes,
pierdes el ahora, no encuentras el después y te olvidas del ayer.
La horrible tiene su encanto y en su agonía gozaré.
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