Señales.
Ahora que estoy lejos las veo claras.
Eran tantas, tan obvias, que me hacen dudar de mí,
de esa inteligencia que tanto decías admirar,
esa que te gustaba presumir,
y que al final resultó que también sabías subestimar.
Las señales estaban ahí, todas.
Diferentes, pero con un mismo fin:
esconder lo que sentías por alguien más,
esconder tu engaño, tu desamor,
ese cansancio tuyo de mí.
Y hay que decirlo sin rodeos:
me engañaste, me mentiste, me traicionaste.
Y yo, como un tonto, lo pasé por alto,
me hice el ciego, me hice el sordo,
ignoré cada pista, incluso esas que en los últimos días
tú misma dejabas a propósito,
como si quisieras que yo entendiera, que tu amor no me correspondía ya.
Y ahora pienso que fui ingenuo, un tonto.
Porque lo sabía, pero me daba más miedo perderte, lo cual al final pasó, pues
fui yo quien se engañó y eso duele más que tu traición.
OPINIONES Y COMENTARIOS