Alfonsina Storni

Alfonsina Storni

Leeroy423

13/09/2025

Alfonsina, al salir del hotel, se mortificaba por la situación en la que se encontraba:

“El piso del hotel estaba frío, la cama era incómoda. Había jeringas en el callejón y líneas de coca en el escritorio; me perturbaban, como si se burlaran de mí, diciéndome que aunque nunca viví una vida de excesos, igualmente tendría un final patético. El ruido de la calle es lo único que me reconecta con la realidad, lo único que me reconforta en estos momentos.

-Los médicos dicen que el cáncer ha llegado hasta mi garganta. No sé qué pensar. Por un lado, me aterra llegar al final, pero por otro… tal vez sea bueno. La gente siempre repite esas tonterías de que lo malo en la vida es una oportunidad; tal vez esta sea mi oportunidad de terminar con este infierno que me impusieron desde que nací.

-¿Será muy pronto para rezar? Ni loca. Lo único que Dios me ha dado es dolor y sufrimiento. Lo único que podría decirle es que me deje en paz, aunque sea una vez. Quizá esto sea una señal: el cáncer puede ser mi boleto de salida. Pero aún me queda la incógnita: ¿qué he hecho yo para merecer este tormento? ¿Reencarnación? ¿Algo que hice en una vida pasada? No lo sé. Seguramente solo divago, buscando explicaciones complejas a lo más simple: me estoy muriendo. Quizá siempre fue inevitable.

-O tal vez es una lección: que debí vivir la vida al máximo. ¿Debí inyectarme esas jeringas del hotel? ¿Inhalar esas líneas sobre el escritorio? No lo sé. Tal vez solo deba ir a mi lugar feliz, donde no existen problemas, donde todo es paz. Sí, ahí encontraré la respuesta… o al menos escaparé de mis dudas.”

La mente de Alfonsina le fallaba. Cada paso era un derrumbe interior, mientras aparecían visiones de las personas más importantes de su pasado:

“¿Papá? ¿Eres tú? Por supuesto que lo eres. Sigues siendo un ebrio de mierda. Nunca dejaste de beber, nunca te interesó la redención. Esa rehabilitación no fue más que un chiste para ti. Todavía puedo oler ese whisky barato, mezclado con vodka y cigarros…

-¿Quién es ese? ¿Jeremy? ¿Volviste? No te bastó con dejarme embarazada a los veinte años, ¿verdad? ¿Qué más quieres de mí? Ya no me queda nada: estoy sola, triste, atrapada en este cuerpo que nunca elegí, que se me otorgó en contra de mi voluntad. Este cuerpo inmundo, frágil, que ahora solo se desgasta.

-Yo no pedí nada de esto. Nunca sentí nada por ti, y sé que tú tampoco por mí. Lo que pasó fue un error de lujuria, nada más. Y ahora que lo pienso: te odio. A ti y a ese infeliz que se hace llamar mi padre. Los dos son unos…

-Espera, ¿Quién es ese? El de la esquina… No te conozco. ¿Quién eres? ¿Por qué no tienes cara? ¿Por qué eres tan alto como una farola? ¿Esas… son jeringas? ¡Tus dedos son jeringas! No, no, no… aléjate. ¿Por qué me persigues? ¡No te acerques! ¿Por qué me está pasando esto?

-Ese sonido… ¿de dónde sale? ¿Por qué no se detiene? Cada vez más fuerte. Esas voces… ¿por qué me llaman ingrata, zorra? No lo soy. ¡Soy una víctima! Yo debería ser quien grite, quien señale y juzgue a los demás como los animales salvajes que son. Dios… ¿Qué hice para merecer palabras tan crueles?”

Antes de darse cuenta ya estaba frente al mar. De pronto, una quietud abrumadora la envolvió, como si todos sus problemas hubieran desaparecido. Avanzaba sin notar los vidrios rotos bajo sus pies. No se inmutó y siguió caminando: las voces habían desaparecido. Cada paso era reconfortante.

Al llegar a la orilla, sintió que se volvía una con el mar. Sintió paz, quietud, tranquilidad, como si el agua la abrazara, susurrándole que ya no tendría más problemas. Antes de sumergir la cabeza, una lágrima de felicidad rodó por su mejilla. Su corazón se llenó con la paz que había anhelado por tantos años.

En ese último instante, al soltar su último aliento, expresó algo que jamás pudo vivir en vida: la tan ansiada libertad. Libertad de los conflictos internos que la martirizaron y que solo pudo traducir en poemas de agonía. Ese día, finalmente, descansó de su interminable sufrimiento.

Etiquetas: drama ficción homenaje

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