Alguien

Desde hacía semanas lo notaba. Eran detalles, casi invisibles: la forma en que ella sonreía al mirar el teléfono, los silencios prolongados, la prisa repentina por todo y por nada.

Yo la conocía demasiado bien. Y aunque no lo decía, sabía que había alguien más.

Lo veía en su cuerpo, en sus labios, en sus manos, en su manera de hablar, en su risa, en su forma de hacerme el amor, en sus ojos donde ya no estaba yo.

Sin embargo, no me atrevía a preguntarle. Temía que al ponerle rostro, nombre o palabra alguna lo hiciera más doloroso. Pero en silencio lo imaginaba, preguntándome qué era lo que él tenía que yo no podía darle.

Ella fingía normalidad; yo fingía no darme cuenta.

Una tarde, mientras estábamos juntos, ella lo nombró. Bastó escuchar su inicial para sentir cómo todo dentro de mí se quebraba. Era breve, común, pero al salir de sus labios sonó como un puñal que se hundía lento en mi pecho.

No quise escuchar más. No soportaba la idea de que ese sonido, antes desconocido, ocupara el lugar donde alguna vez estuve yo.

Me levanté sin decir palabra. Ella me miró confundida, quizás herida, quizás aliviada. No lo sé. Solo recuerdo el eco de esa letra de ese alguien, persiguiéndome mientras huía, mientras pensaba que el espacio vacío en su corazón donde yo alguna vez fui todo, ahora era de alguien más.

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