Bajo El Cerezo Parte 25

Ren dio un paso más hacia la luz que se filtraba entre los árboles. Era curioso: bastaba un cambio en la forma de mirar para que un sitio cotidiano pareciera nuevo. Ayaka se detuvo un instante detrás de él, observando cómo el viento agitaba suavemente su cabello, casi como si la escena entera quisiera empujarlos hacia adelante.

—¿Y si nos sentamos un momento? —propuso ella, señalando una banca de madera gastada, a un costado del sendero.

Se acomodaron sin hablar demasiado. El silencio no era incómodo; al contrario, parecía una especie de tregua con el pasado. El sol ya estaba bajando y pintaba sombras largas sobre el suelo.

—Nunca pensé que volvería a reírme de verdad —dijo Ren, rompiendo la calma con un suspiro. No sonaba triste, más bien sorprendido.

Ayaka inclinó la cabeza, como si esperara algo más.

—Hoy… contigo —continuó—, sentí que era posible. Solo un poco, pero suficiente para querer intentarlo otra vez.

Ella bajó la mirada a la hoja seca que todavía tenía entre las manos. La giró suavemente, dejando que la brisa hiciera el resto hasta que terminó volando y perdiéndose en el aire.

—Entonces —respondió con voz serena—, deja que el viento te lleve. No tienes que saber a dónde ahora mismo. Solo caminar.

Ren la observó en silencio, y por primera vez en mucho tiempo no sintió miedo al vacío de lo incierto. Había algo en aquella tarde, en aquella compañía, que lo hacía pensar que quizá el futuro no era un muro, sino un sendero que aún quedaba por recorrer.

La luz dorada se fue apagando poco a poco, pero en su pecho la claridad recién empezaba a encenderse.