Bajo El Cerezo Parte 23

Bajo El Cerezo Parte 23

Mateo Arriz

17/06/2025

El sol filtraba su luz a través de las persianas, proyectando líneas doradas sobre el escritorio de Ren. No había dormido bien, pero se sentía distinto. Cansado, sí… pero más en paz.

Sobre la mesa, una taza de café humeaba con suavidad, y junto a ella, una hoja arrugada donde había intentado escribir algo la noche anterior. Palabras tachadas. Frases sin terminar. Su mente aún no encontraba orden.

Pero al menos lo intentaba.

Se levantó, abrió la ventana, y respiró hondo. El aire de la mañana tenía algo limpio, como si el día le ofreciera una pequeña tregua.

Caminó por las calles con los audífonos puestos, sin música. Solo los llevaba para que nadie lo interrumpiera. A veces la ciudad era más tolerable cuando uno se aislaba un poco de ella.

Al pasar por una cafetería, su mirada se detuvo en una mesa junto a la ventana.

Ahí, en el recuerdo, estaba ella.

Mika, con su cabello suelto y ese gesto distraído que hacía cuando revolvía el azúcar sin mirarlo. Aquel día había sonreído entre sorbo y sorbo, contándole cómo había soñado que volaban juntos sobre una ciudad que no existía.

“Quizás ese era el problema”, pensó Ren. “Siempre soñábamos con cosas que no existían.”

El recuerdo se desvaneció cuando una pareja real ocupó la mesa.

Ren desvió la vista y siguió caminando.

Más tarde, en el parque, volvió a encontrar a Ayaka. Estaba sentada en el mismo banco de la noche anterior, con un libro abierto y una botella de agua a su lado.

—Te ves diferente hoy —comentó ella, al levantar la vista.

Ren se encogió de hombros, con una sonrisa cansada.

—Dormí poco, pero… me levanté sin ese peso en el pecho. Al menos por un rato.

Ayaka asintió, marcando la página del libro y cerrándolo.

—Eso es avanzar.

Se quedaron en silencio unos minutos, viendo a unos niños correr tras una pelota. Había risas, viento, y el sonido de las hojas moviéndose. El mundo seguía.

—¿Cómo era? —preguntó Ayaka, sin mirarlo—. Mika.

Ren se tomó su tiempo. No porque no supiera qué decir, sino porque le costaba ponerlo en palabras sin romperse.

—Era… brillante. Como alguien que siempre tenía una respuesta para todo. Me hacía sentir que nada podía salir mal si estaba a su lado. Y a veces… eso me hacía olvidar que ella también tenía miedo.

Ayaka lo miró con una expresión que no juzgaba, solo escuchaba.

—La quise como se quiere a un futuro. Como si fuera el camino inevitable —añadió él.

—Y a veces ese futuro… cambia.

Ren asintió.

—Sí. Y duele más cuando aún quieres creer en él, incluso después de que se derrumbó.

Ayaka se inclinó un poco hacia él.

—Pero hoy estás aquí. No allá. No en el pasado. Aquí.

Ren la miró. Y por primera vez, sintió que podía hablar de Mika sin ahogarse.

Sin negarla.

Sin idealizarla.

Solo… como alguien que fue parte de su historia.

Ese día no necesitó llorar. Tampoco fingir.

Solo caminaron un rato más.

Y en medio de ese lento proceso de soltar, Ren comenzó a recuperar algo que creía perdido: a sí mismo.

Etiquetas: romance

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