Bajo El Cerezo Parte 22

Bajo El Cerezo Parte 22

Mateo Arriz

17/06/2025

La noche avanzaba, y el parque comenzaba a vaciarse. Las farolas lanzaban sombras largas sobre el sendero, y el crujir de las hojas bajo sus pasos era lo único que rompía el silencio.

Ayaka caminaba a su lado, las manos en los bolsillos del abrigo, su bufanda azul moviéndose suavemente con el viento.

—¿Sabes? —dijo ella de pronto, sin mirarlo—. Hay algo en este lugar que siempre me calma. El lago, los árboles… el silencio. Es como si la ciudad se olvidara de sí misma por un rato.

Ren la observó de reojo.

—Por eso vengo aquí —admitió—. Es el único lugar donde no siento que tengo que ser fuerte todo el tiempo.

Ayaka asintió. Como si ya lo supiera.

—No tienes que ser fuerte ahora tampoco —dijo, con suavidad—. No conmigo.

Ren se detuvo. Ella también.

Durante unos segundos, solo se miraron. Nada más.

Y entonces él, casi en un susurro:

—Me cuesta confiar otra vez.

Ayaka se acercó un paso. No para abrazarlo. No para tocarlo. Solo para estar más cerca, más presente.

—No te estoy pidiendo que confíes en mí —respondió—. Solo que no huyas de ti mismo.

Esa frase le golpeó más fuerte de lo que esperaba. Porque no venía con juicio, ni con prisa. Solo con verdad.

Ren bajó la mirada, y por un instante, se permitió cerrar los ojos.

—¿Y si no sé quién soy sin ella?

Ayaka tardó un poco en contestar. Cuando lo hizo, su voz fue baja, pero firme:

—Entonces es momento de averiguarlo.

Caminaron hasta que el frío empezó a colarse entre la ropa. Ayaka miró la hora en su celular.

—Es tarde —dijo, con una sonrisa tranquila—. No quiero que tu madre piense que me fugué contigo.

Ren se rió por primera vez esa noche. Una risa breve, casi incrédula, pero verdadera.

—Gracias, Ayaka.

—¿Por qué?

—Por no llenarme de respuestas… solo por estar.

Ella hizo un gesto de despedida con dos dedos y empezó a alejarse, dándole la espalda al lago.

Ren la miró alejarse unos pasos.

—Ayaka…

Ella se giró, esperando.

—¿Nos veremos mañana?

Ayaka lo miró como si esa pregunta hubiera sido más importante de lo que él creía. Asintió, sin decir nada más.

Y se fue.

Ren se quedó allí, solo otra vez. Pero ahora, no se sentía abandonado.

Se sentía… sostenido.

Etiquetas: romance

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