—Señora Patricia Rodríguez… esto —señaló con el dedo entre él y yo— va a funcionar.
Y va a funcionar porque tú y yo haremos que funcione.

Pestañeé varias veces.
—No, no pestañees una vez más —dijo, firme—. Me escuchaste bien.
Ya no tenemos veinte.
Son demasiados años deseándote a distancia.
Y te juro que ahora mismo lo que quiero contigo pasó la línea del deseo.

Quiero días como hoy.
Y días donde te ato a la cama mientras te leo el Álgebra de Baldor
y llegas al clímax cuando te recite el PI.

Mis carcajadas llenaron todo el espacio.
Eso, justo eso, fue lo que dijo mi corazón.

No creía que Bruno me hiciera reír tanto.
Hacía imitaciones de mí, burlándose de todos los encuentros sociales que hemos tenido.

—¿Recuerdas la vez que estábamos en el Congreso Nacional de Economía?

Asentí mientras masticaba.

—Estabas hermosa. Me tocaba decir unas palabras y yo solo te imaginaba contra la pared, con la falda levantada, enseñándote matemáticas.

Fragmento seleccionado de la obra en desarrollo. Agradezco comentarios sinceros, porque cada palabra pesa cuando una escribe desde la herida.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS