Habitación 312

                                           Capítulo I Sombras en el nuevo hogar

Erik, cuyo nombre señala la sencillez de mi tierra natal, recordaba con nostalgia el cotidiano «¿Qué onda amigo?» de mi tranquilo rancho, un mundo de campos verdes y la cercanía familiar,el pueblo lejano representaba una promesa de lo desconocido sus días comenzaban con el canto del gallo y el camino matutino a la escuela, mi vieja mochila al hombro bajo el sol naciente los años transcurrieron serenos, marcados por exámenes, juegos en el barro y charlas bajo la sombra de árboles frondosos.

Al cumplir dieciocho, la universidad se presentaba como una meta distante, inalcanzable en mi pueblo mis padres, con anhelo de verme progresar y a la vez con preocupación, decidieron enviarme a la ciudad el viaje de cinco horas se sintió como una ruptura con mi pasado, un salto hacia lo incierto. La llegada a la ciudad fue un choque sensorial, un torbellino de ruido y gente que contrastaba con la paz campestre la casa de mi tía, grande y llena de ventanas, diferente a mi hogar sencillo. El bullicio de la calle al bajar las maletas selló el final de un ciclo, y la partida de mi padre me dejó solo en un entorno ajeno, despojándome de mi seguridad.

La casa se sintió extraña, , con cuartos alquilados para aumentar los ingresos de mi tía, subimos por una escalera crujiente hasta el segundo piso, donde ocho puertas se alineaban en un pasillo. «El cuarto 312 será tuyo, Erik,» anunció mi tía con una sonrisa fugaz y poco sincera. Al dejar mis pertenencias, una sensación de soledad y extrañeza me invadió en el nuevo espacio, la habitación era amplia pero sombría, la luz apenas se filtraba por la ventana sucia. Un olor peculiar, entre viejo y sucio, me hacía picar la nariz y me revolvía el estómago, con curiosidad y un poco de temor, buscó el origen del hedor, mis pasos resonaban solitarios sobre el suelo de madera el hedor provenía de una alfombra vieja; al levantarla, descubrí una gran mancha café, oscura como una herida, que me llenó de inquietud.

Pensamientos perturbadores cruzaron su mente. ¿Habría ocurrido algo terrible allí? Sin embargo, la lógica me decía que un suceso grave habría llevado al cierre de la habitación. La duda me impulsó a buscar a mi tía, a quien encontré en el patio conversando con un joven alto y delgado, de rostro atractivo y cabello negro, pero con una extraña chispa en los ojos, casi de locura o peligro.

Observándolos desde la ventana, empañando el vidrio con mi respiración agitada, no alcanzaba a oír la conversación de repente, el chico volteó, me miró fijamente y esbozó una sonrisa lenta,que me produjo escalofríos impulsado por una necesidad urgente de comprender, salí al patio y llamó a mi tía con voz temblorosa necesitaba respuestas sobre la habitación oscura y el enigmático joven. «Tía,» pregunté intentando mantener la calma, «¿podrías subir un momento a mi cuarto, por favor?» El misterio apenas comenzaba, y yo me sentía al borde de adentrarme a un mundo de secretos oscuros dentro de la habitación 312, o quizás, todo era producto de mi imaginación.


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