Mika no estaba dispuesta a rendirse.
Aunque las palabras de Ren le dolieron como puñaladas, aunque ver a Ayaka
tan cerca de él le hacía arder el pecho, ella no podía simplemente
dejar que todo terminara así.
Esa tarde, decidió escribirle un mensaje.
«Ren, sé que no quieres escucharme, pero por favor dame una sola
oportunidad. No quiero perderte sin que sepas la verdad. Te esperaré en el
parque esta noche. Si no vienes… lo entenderé.»
Envió el mensaje con el corazón latiéndole en la garganta. Si Ren no
aparecía, entonces lo habría perdido para siempre.
Mientras tanto, Ren estaba con Ayaka en una cafetería cercana.
—Sabes… —dijo Ayaka, con una sonrisa suave mientras revolvía su café—, si
algo o alguien te lastima demasiado, a veces es mejor dejarlo ir.
Ren exhaló despacio.
—Es difícil. Aún siento cosas por ella… pero cuando la veo, recuerdo ese día
en el parque y todo vuelve a doler.
—Eso significa que no has sanado aún —respondió Ayaka con calma, mirándolo
con ternura—. No te apresures, pero también date la oportunidad de ver lo que
tienes enfrente.
Ren la miró por un momento. Había algo en la forma en que Ayaka lo
miraba, en su voz serena, que lo hacía sentirse en paz. Era distinto a
Mika, con quien todo era intenso, emocional y complicado. Pero…
realmente podría olvidar tan fácil?
Entonces sintió su teléfono vibrar. Era el mensaje de Mika.
Ayaka notó el cambio en su expresión y preguntó:
—¿Todo bien?
Ren dudó. Tenía dos opciones: ignorar el mensaje y seguir adelante… o darle
a Mika la oportunidad de explicarse.
Finalmente, suspiró y se levantó.
—Lo siento, Ayaka. Debo ir a hablar con ella.
La mirada de Ayaka se apagó un poco, pero forzó una sonrisa.
—Haz lo que tengas que hacer, Ren.
Pero en su interior, juró que no dejaría que Mika lo recuperara tan
fácilmente.
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