—Hasta mañana. Descansa —me dijo mi jefe como todas las tardes.
—Gracias, igualmente señor —le respondí cerrando la puerta detrás de mí
No hay nada muy destacable en mis días. Esa tarde seguí el mismo camino, y vi a la misma gente. Tuve una sensación al ver a un grupo de personas hablando y riendo entre sí. No fue muy agradable, mejor seguí caminando.
Al llegar a casa reinaba el silencio. Olvidé que vivía solo, quizás he vivido así desde siempre. Siempre me he preguntado ¿qué se sentirá que alguien te reciba al llegar? Tampoco fue muy agradable pensar eso. Me hice la cena y luego de un rato fui a dormir.
La cama se sentía tan bien, tan suave, las sábanas eran frías y agradables. Me dormí sin esfuerzo alguno.
—Adal —alguien me estaba llamando—. ¡Oye Adal!
Sorprendido miré hacia mi lado, era mi amigo, supuse.
—¿Otra vez perdido viendo las nubes? —me dijo cuando lo miré—. ¿Todo bien?
—Ah si si… —respondí algo desorientado.
—Me alegro, pues bien, vamonos —dijo con una sonrisa mientras salía del salón.
Miré a todos lados y apenas caí en cuenta de que era un colegio… no, una universidad. El lugar era extrañamente familiar, aunque nunca había estado ahí antes. Salí detrás de mi amigo, él ya estaba hablando con otra persona. Era otro amigo nuestro. Estabamos como en hora de descanso creo. La pasé bien con ellos, reímos bastante. Se nos acercó una chica y mis amigos se fueron corriendo.
—¿¡a dónde van!? —les grité preocupado.
—A escondernos aquí detras del muro —dijo el amigo grande, como si fuese un gran escondite aunque se veía su cabeza.
—Hola Adal —me saludó algo ruborizada la chica.
La miré confundido ¿quién era?
—Hola… —intenté decir su nombre pero no lo sabía, aún así ella solo sonrió con ternura.
—Estuve pensando en lo que dijiste la otra vez, y creo que después de todo este tiempo también me siento igual —sus ojos brillaban y su voz era hermosa. Me tomó de la mano y dijo—: hagamos una linda historia juntos.
Yo estaba paralizado, pero me sentía bien al mismo tiempo. El otro amigo, el pequeño salió de un salto y comenzó a celebrar.
—¡Siiiii! ¡Lo lograste!
—¡Siempre creímos en ti! —se unió el amigo grande y ambos lloraron de la emoción.
No pude evitarlo y comencé a reir. Ella también se rió conmigo. Al siguiente instante, en tan solo un parpadeo, estabamos los cuatro camino a casa. Iba tomado de la mano con ella, me sentía tranquilo. Llegamos a una casa. Ambos amigos me dieron un fuerte abrazo y me despidieron, casi me rompen una costilla. Ella se acercó a mí, me miró unos segundos, y me besó. Me quedé paralizado, ella me sonrió y se fue. Mientras todos se alejaban intenté gritar, pero no salía mi voz.
¡Por favor, no me dejen, no quiero estar solo. Por favor no se vayan!
Cerré mis ojos y cuando los abrí de nuevo estaba en mi cama.
—Fue… un sueño —me dije con lagrimas deslizándose por mi mejilla.
Me levanté y fui al baño.
Ese sueño se sintió tan bien ¿y si no hubiera despertado?
Moví mi cabeza para alejar esos pensamientos. Me lavé las lagrimas echandome agua. Sin embargo las lágrimas no paraban de salir. Caí de rodillas sollozando.
—¿por qué soy así? —dije entre llantos.
Parece que desde hace un tiempo cargaba esto, y un simple sueño bastó para romperme. Recordé mi vida entera ¿y si me hubiera atrevido a hablarle a esas personas? ¿Serían mis amigos? ¿Podría una mujer así fijarse en mí? ¿Podré yo… dejar de ser de esta manera?
Quisiera llegar a casa y que me reciba alguien. Quisiera estar con amigos así como esas personas del parque, ellos se veían felices… ¿yo soy feliz?
Me di una ducha para calmarme. Las lagrimas habían parado. Mi mente era menos ruidosa. Me arreglé para ir al trabajo, y justo antes de comenzar mi camino, pensé:
Supongo que algún día será distinto.
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