Dame más de ti.
Te ansío con la hambruna más desesperada que se apretuja en mis fibras.
Regresa a mí.
Te anhelo en las noches nostálgicas suscitándose dentro de mi habitación.
Lo que me otorgas no me resulta suficiente.
Es esta necesidad apabullante de ti la que me acongoja y me convierte en esclava de una súbita añoranza.
Soy egoísta.
Porque deseo adherirte a mí como solíamos existir, ¿recuerdas?
Te quiero
para deshacerme en palabras infinitas.
Te quiero
para saltar, bailar, que la cinética me colme de energía.
Te quiero
para ver las estrellas que aluzaban mi dormir.
Te quiero
para ser reconfortada por el cálido abrazo del hogar.
La caricia en el atardecer, la compañía del amparo germinado durante veintiocho años.
Y haría tal y aquello.
Pero te sigues escapando de mis manos como un líquido que se niega a converger en un espacio de cristal.
Yo me aferro a ti como al único barrote del puente que me separa de la muerte.
En todo caso de que rechaces esta absurda petición (más por imposible que inválida),
entonces muda esa corteza de prontitud y entona una armonía sosegada;
la parsimonia de ese lento transcurrir limpiará mis lágrimas
y al retumbar de mi corazón le crecerán espinas henchidas del veneno de tu gracia.
Querido tiempo:
qué ser tan más cruel y sensato eres.
OPINIONES Y COMENTARIOS