Una tarde
desde las ramas
que cuidan mi ventana
escuche tu canto
como un regalo
entre el cemento de este verano.
Asomé mi aletargado rostro
y entre ese verde vislumbré tu cuerpo,
como teclas de un piano
agraciadas como ocarinas del altiplano,
acompañadas por las patitas saltarinas
que bailaban como pétalos de geranios.
El letargo se convirtió en agradecimiento
por tan bello encuentro
una tarde
desde mi ventana
convertida en un oasis inesperado.
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