Si me dieran a elegir y pronunciar un discurso social, diría que no se trata de una dualidad de pobres y ricos, de mediocres y esforzados, de anarquistas y republicanos, sino de traidores en ambos lados, traidores de la razón y la humanidad, de ambas, que pululan las cloacas más rancias de la ciudad, o se bañan en fuentes de mármol y oro, que han perdido el sentido emocional apartando el alma, la tradición y las creencias que permiten a la belleza y oscuridad natural transitar por nuestras vidas, por artificios del dinero, la ambiciòn o el estatus. Esas ratas tienen nombre y apellido, y no siempre habitan lo más alto.

La triada se conforma entonces por el tiempo, la razón y el sentimiento. El tiempo y la razón esconden el sentimiento humano de manera que todo es más eficaz y provechoso, dejando de lado la inutilidad de sentir frente al materialismo, representando a la vez un concepto dual unificado que se antepone al sentimentalismo que da gracia a la comunión, a la comunidad, a la relación compleja de las interacciones humanas, pues lo transforma en una apariencia absorbida por el ego, que es también una forma de relacionarse y componer los sentimientos ajenos pero jamás equiparable a compartir un dolor ajeno.

Así funcionan los traidores, aquellos que tienen ese deseo y que pueden ocultarlo bien por la razón extrema, lo que constituye un absurdo existencial desprendido de la contemplación, desprendido de los sentimientos, de la comunidad que no se basa en interés material compartido, o por esencia social comunitaria que restringe también a la capacidad de sentir al otro, y que forma las relaciones de poder.

Sin embargo un traidor puede no poseer tampoco poder, solo cuando el simple deseo que lo impulsa a actuar forma parte de alguna aptitud psicológica para relacionarse o se manifiesta en un comportamiento, adoptan su estatus quo, que prácticamente no es reversible, pues constituye parte de la triada del tiempo – sentimiento – razón, y funde el tiempo con la razón en un uno indivisible que es una forma de articulación sobre el que se vive y sintetiza el presente y luego se compone el futuro que cuando sea presente, verifica, pero ya no duda. Eso, es un traidor. 

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