En una mañana tibia de primavera nace Fabián, el protagonista de esta crónica, dotado de una portentosa mente que a sus muy tempranos 2 años se le podía escuchar tocando su pequeña marimba de juguete. Si, tocando he dicho, no haciendo ruido como lo haría cualquier otro chico de esa misma edad y no, no soy ningún pariente ni padre de Fabián, únicamente soy el narrador de su historia.

Sería tan sencilla y corta esta historia si simplemente les contara que Fabián logró ser el mejor artista de todos los tiempos en su nación, pero eso no es lo que les voy a relatar…

Fabián era un niño feliz, con su padre y su madre pasaba gran parte de sus días tocando y haciendo percusiones rítmicas de cualquier cosa que tuviera a mano, en ocasiones simplemente sus manos o su cuerpo. No tenía idea de lo que eran las notas musicales ni mucho menos la solfa o tiempos en la música, pero al escucharlo parecía que fuera un estudiante del conservatorio de música o algo parecido.

Era una noche muy, muy obscura cuando ocurrió; en una carretera desolada, sin saber por qué el vehículo donde se conducían los padres de Fabián con el chico se accidentó. Derrapó en una curva y se fue al barranco, dando tumbos y volteretas el vehículo parecía una lata de conserva y todo estrujado al final del precipicio quedó. Los padres murieron al instante a causa de los múltiples golpes, Fabián, por estar atado al cinturón de seguridad en la parte de atrás a pesar de estar muy lastimado logró sobrevivir, aunque estaba solo, lastimado, en un área inhóspita.

No sabemos cuánto tiempo transcurrió, en lo que las personas que esperaban a la feliz familia notaron que nunca llegaron, en lo que trataron de hablar con la familia sin conseguirlo, en lo que avisaron a las autoridades y desde luego se iniciara la búsqueda de ellos. Pero entre unas cosas y las otras al parecer pasaron más de tres días hasta que encontraron unos escombros al fondo de la quebrada, era algo que no tenia forma alguna pero los que transitaban por esos caminos a diario decían que eso era reciente y que esas curvas han cobrado antes las vidas de los pilotos menos expertos que no las conocen.

Los cuerpos de rescate logran llegar al fondo para ver esa escena sacada de una película de terror. Dos cuerpos en descomposición con fracturas expuestas y desangrados retorcidos entre los hierros sueltos del vehículo y en la parte de atrás, casi muerto, inconsciente, un niño, casi un bebé que mostraba síntomas de deshidratación extrema y además también fracturas en un brazo y una mano.

Fabián esta vivo apenas, pero logran sacarlo de esa maraña de hierros ya oxidados por las inclemencias del tiempo, llega al hospital más próximo para ser tratado y avisan a los familiares más cercanos.

A pesar de que Fabián contaba con un tío paterno y sus abuelos maternos, nadie quiere tomar la responsabilidad de cuidar al niño huérfano, los abuelos por su edad avanzada y el tío porque en realidad debía lidiar con su propia familia.

De esa cuenta, Fabián, el niño feliz que siempre estaba tocando sus palmas y haciendo ritmos fenomenales, quedo callado, quieto y triste.

Al estar ya bien, salió del hospital rumbo a una casa hogar para huérfanos y chicos de la calle, donde Fabián aprendió que en realidad familia no es la que pueda tener tu sangre, familia es quien se preocupa por ti y procura tu bienestar.

Ya en el hogar, Fabián hace amistad con varios niños del lugar, entre ellos, Joel, Daniel y Pedro. ¡Los cuatro eran una dinamita! Eran inseparables, traviesos, como muchos niños que a lo mejor estaban en hogares amorosos con sus padres, pero estos estaban solos, al cuidado de personas que no compartían apellidos con ellos, pero les procuraban su sustento y les enseñaban por lo menos lo básico para la vida.

Fabián a pesar de tener a sus nuevos e inseparables amigos, en los momentos que estaba solo, como era en las noches para dormir, en silencio lloraba, recordando a sus padres y creyendo que era su culpa el haberlos perdido.

¿Cómo así que Fabián pensaba que era su culpa lo ocurrido con sus padres? Se preguntarán ustedes, en el momento del accidente, el muy, muy joven Fabian estaba haciendo, como siempre sus ritmos con sus piernas y sus manos, pero por el nerviosismo de estar en un camino desconocido y un tanto peligroso, su papá se volteó a decirle que hiciera silencio y se quedara quieto y de inmediato su mamá se soltó su cinturón de seguridad para voltearse y colocarle el suyo a Fabián. En ese preciso momento recuerda Fabián que escuchó el chirrido de los neumáticos del vehículo y luego empezaron las vueltas y los golpes, sus padres gritaban y él estaba aterrado. Por eso Fabián cree que es toda su culpa lo ocurrido y que sus padres murieron porque él no podía estar quieto y callado, atormentándolo a cada minuto de su vida.

Así transcurrían los días, meses y hasta años en la vida de Fabián, se desarrollaba lo mejor posible, aprendía de matemática, de lenguaje e historia, al parecer le gustaba mucho las ciencias, pero su mirada taciturna nunca cambiaba. Sus inseparables amigos, que le acompañaban a casi todo, les empezaba a molestar esa naturaleza apesumbrada de Fabián. Cada vez que Joel por ejemplo iniciaba a silbar o a tararear alguna canción de las que se escuchaban en la radio, Fabian lo interrumpía con un ¡Shht! Para callarlo. Cuando se juntaban con los demás y jugaban al dominó, por ejemplo, Fabián era quien llamaba al orden y silencio al grupo. Nadie entendía porque a Fabián no le gustaba hacer ruido, la música y hasta las risas parecía que le incomodaban…

Al ver este comportamiento, tan extraño en un chico de ya casi 15 años, los cuidadores del hospicio le tramitaron a Fabián unas visitas con una terapeuta que podía prestar ayuda psicológica a los niños que habían pasado por episodios traumáticos y que les afectaban en su vida diaria.

Entró Fabián, un poco remilgando por dentro, a la oficina de la Señora Carolina, la psicóloga, se sentó en una silla toda mullida y vieja, pensaba Fabián que esa silla debía estar tan empolvada y sucia como estaba casi todo en el orfanato, aunque, por otro lado, estaba agradecido por tener un techo sobre su cabeza y un plato de comida caliente tres veces al día en ese lugar.

Que tal Fabián, inicio Carolina, ¿Como te haz sentido estos tiempos en el hogar?… Me cuentan que te gusta mucho el orden y el silencio, eso en realidad no es nada malo, incluso es algo muy bueno. Hizo una pausa la terapeuta para ver la reacción de Fabián, luego continúo diciendo: Lo que en realidad me interesa saber es el porque te gusta tanto el silencio y el orden Fabián, ¿Puedes explicármelo.

Fabian, que estaba como estatua de hielo, no dijo nada en esa sesión, terminó el tiempo y con un tono cariñoso pero firme dijo la psicóloga: Piensa en lo que te dije hoy y espero verte la próxima semana Fabián y, que podamos hablar, este es un espacio totalmente seguro para hacerlo.

Toda la semana Fabián se la paso pensando cómo le podría decir a la psicóloga que el era un asesino, que por su culpa ahora vivía en el orfanato, que el quedarse quieto y en silencio sería su penitencia de por vida por haber matado a sus padres… No encontraba el valor de decirlo en voz alta.

Daniel, Pedro y Joel estaban con Fabián y se daban cuenta que su amigo la estaba pasando mal, cuando se enteraron los demás que él estaba en sesiones con la “loquera” como le decían muchos huéspedes del hogar a Carolina, empezaron a molestar a Fabián diciéndole que estaba loco y que quizá era peligroso estar cerca de él… Esto provocó la ira de los amigos de Fabián, que iniciaron una trifulca en el patio golpeando y terminando todos castigados por la directora del hospicio. ¿Qué les ocurre a ustedes? ¿Acaso se han vuelto locos? ¿Por qué este comportamiento tan violento con sus compañeros? Decía con voz de sargento la directora al trio de amigos que le habían caído a golpes a más de una media docena de chicos que eran los que se burlaban de Fabián.

Los tres amigos de Fabián se mantenían en completo silencio, a riesgo de ser expulsados del hogar y llevados por cargos de violencia a alguna correccional de menores. Cuando entró Fabián con la directora, alzando la voz dijo: Me defendieron porque todos piensan que estoy loco, por ir con la psicóloga del centro y, aunque yo no les pedí que hicieran nada, ellos no me dejaron solo. Aunque merezco estar completamente solo, ellos no me dejaron, me defendieron. Dijo el jovencito Fabián con lágrimas en los ojos y voz quebrada.

La directora, viendo que los otros muchachos no decían nada y que al fin y al cabo los agredidos tenían una larga historia de abusos con sus compañeros, dio por veraz la historia que contó Fabián, dando solamente un castigo leve a los tres amigos, porque de igual forma utilizaron la violencia que no era permitida en el hogar, aunque entendía que había sido por un motivo noble.

Para la siguiente sesión de Fabián con la terapeuta, está ya contaba con más información del caso de Fabián; conocía como había llegado el niño al hogar y todo sobre la vida y muerte de sus padres, intuía que debía existir algo que nadie sabía acerca de esta historia, que eso podría ser la fuente del comportamiento tan atípico del muchacho. Además, la directora le mencionó sobre el incidente, que lamentablemente no era raro entre los niños que tomaban terapia, pero si la reacción de los amigos y las palabras de Fabián al llegar a defenderlos…

Hola Fabián, ¿Qué tal haz estado? Me comentaron que ha sido interesante esta semana, ¿Quieres decirme algo?… Se quedó en silencio la sala por varios minutos, con una atmosfera muy densa. Sabes Fabián, aquí tengo tu expediente y veo que en realidad tu eres un milagro, lamento tanto lo que les ocurrió a tus padres, pero tu sobreviviste.

Eso detonó las lágrimas en Fabián, casi a gritos contestó: Yo debí haber muerto con ellos, ¡Yo los maté, fue toda mi culpa!… Carolina alcanzo un pañuelo de papel a Fabián, tratando de estar lo más calmada ante tal declaración.

¿Por qué dices eso Fabián? Dijo la psicóloga al final. Porque por mi culpa ellos están muertos ¡Soy un monstruo! ¡Maté a mis papás! Y todo por no quedarme quieto, por eso, por eso ahora no me gusta el ruido, todo debe estar en orden y silencio, porque si yo hubiera hecho silencio y me hubiera quedado quieto, mis papitos no habrían muerto.

Ahora quien tomaba un pañuelo de papel con sutileza era Carolina al escuchar a Fabián con tales afirmaciones. Pero mi muchacho, no digas eso, como pudo ser tu culpa, si todo fue un accidente, así lo dijeron los expertos, así está en el expediente.

Así transcurrió la terapia y nada podía sacar a Fabián de la idea que él había matado a sus padres. Entonces a Carolina se le ocurrió una medida bastante extrema para la próxima sesión, algo que podía liberar o encarcelar por completo a Fabián el resto de su vida.

¿Cómo, una regresión hipnótica? ¿Qué es eso? Preguntó Fabian a la psicóloga en la terapia de la semana siguiente, eso de la hipnosis es un truco de circo, ¿Ahora seré un fenómeno para usted?

No Fabián, nunca serás un fenómeno para mí, contestaba la terapeuta con una inevitable familiaridad; si te atreves a saber en realidad que pasó ese día con el accidente de tus papás, que estoy segura de que fue eso, un accidente, ahora que eres mayor podrás ver de otra manera esos hechos… ¿Te atreves?

El muchacho dudo un poco, pero pensó que era la manera de probarle a todos que él era el culpable de su desgracia y debía cumplir con su penitencia.

Iniciaron con la sesión, Fabián fue regresando en su mente el tiempo, hasta llegar a los días en los que parecía tener una energía inagotable, donde tarareaba, golpeaba sus palmas y hacia ritmos con cualquier cosa que tocaran sus manos. Logró situarse dentro del vehículo con sus padres, describía como era la carretera, lo oscura que estaba la noche, los sonidos de algunos animales que se escuchaban a través de la ventanilla abierta de su papá. Comenzó a llorar Fabián cuando llegó al instante en que su papá se volteó para calmarlo, aunque fue quizá menos de un segundo, Fabian está convencido que eso fue lo que provocó todo el accidente, luego su mamá soltándose su propio cinturón de seguridad se voltea para agarrarlo y sujetar al bebé Fabián a su cinturón de seguridad de la parte trasera del vehículo.

Carolina, con una suave voz le dice a Fabián: Sé que te duele mucho todo lo que ocurrió, pero nada fue tu culpa directamente, tú eras un niño inquieto, solamente eso. ¿Acaso logras ver algo más en tu mente, algo fuera de todo el caos que ocurre en esos instantes?… Todo queda en silencio por un par de minutos, solo se logra escuchar los sollozos de Fabián, pero algo pasa, Fabian dice: Papá tiene un pájaro en sus manos, esta asustado y aun no caemos al precipicio.

¿Cómo así que ves un pájaro Fabián? Pregunta Carolina ¿Llevaban ustedes un pájaro en el vehículo?… No, no sé de dónde salió. ¿De dónde salió ese pájaro? Así terminó esa sesión.

Carolina revisa nuevamente todo el expediente del accidente de los padres de Fabián y hasta buscó a alguno de los miembros del cuerpo de socorro que pudo localizar y que acudieron al llamado de emergencia, todos con quien habló la terapeuta recordaban vívidamente el percance, a pesar de los años. Uno de ellos declaró que entre los cuerpos de los padres encontraron el cuerpo de un pájaro silvestre muerto, que todos pensaron que como el vehículo dio tantas vueltas y tumbos precipicio abajo, rompiendo ramas y árboles, que quizá algún pájaro dormido había sido alcanzado y atrapado entre toda la confusión.

Para la siguiente sesión de Fabián, este estaba muy callado, no entendía muy bien que había recordado, se veía claramente afectado. Carolina, sin titubear inició la reunión, felicitando a Fabián por lo valiente que había sido la vez pasada y, que si bien es cierto nada de lo que puede decir ella ni nadie le devolverá a sus papás, a lo mejor podemos liberarte de una culpa que has cargado por demasiado tiempo.

Fabián abría sus ojos tanto que casi se salían de sus cuencas, con cada palabra que Carolina decía: ¿Recuerdas que tú me contaste que escuchabas a algunos animales por la ventanilla del auto que llevaba abierta tu papá esa noche Fabián? A lo que el chico asentía lentamente con la cabeza. Además, continuó la psicóloga, dijiste que en un instante viste a tu padre sosteniendo lo que recuerdas como un pájaro un par de segundos antes del desbarrancamiento el vehículo, ¿Es cierto? Si, contesto Fabián, pero todo esto ¿Qué quiere decir?…

Fabián pon mucha atención, que saber la verdad te hará libre, dijo la terapeuta. Consulté a las personas que acudieron ha llamado de emergencia y te rescataron esa vez, hace años. Uno de ellos declaró que entre el cuerpo de tu papá se encontró a un ave muerta, pero no cualquier avecilla, era un pájaro de esa región en particular y que se pensó que había sido atrapado cuando el vehículo rodaba por la barranca. Pero si unimos esas declaraciones con lo que tu recordaste, creo que el accidente lo provocó un pájaro que inesperadamente entro por la ventanilla abierta del lado de tu papá que estaba conduciendo. ¿Qué te parece? Tu no tuviste ninguna culpa ni responsabilidad en el suceso.

Fabián estaba sentado, con la boca abierta, los ojos muy abiertos, no podía dar crédito a lo que escuchaba, pero tampoco podía descartarlo; como que muy adentro de su ser sabía que era cierto y eso fue lo que en realidad ocurrió esa noche. Y él había cargado con esa culpa por más de 10 años de su vida…

Han pasado ya otros 10 años después de esto, Fabián ya no vive en el hogar, es un adulto con más de 23 años, sus amigos siguen estando a su lado, ahora son como una familia, se divierten y trabajan juntos, cuando puede va a visitar el orfanato que le dio de comer y un techo donde vivir por tanto tiempo, visita a Carolina, que parece que ya está retirada, aunque con Fabián siempre parece que le recibe, aparte de con mucho cariño, como profesional, para estar al tanto de cómo se encuentra él, ahora hombre adulto de Fabián.

Cuando la agenda lo permite regresa, envía recursos al orfanato, lo ha mandado a pintar todo junto con sus inseparables amigos, y además de las clases básicas que llevan todos, ha hecho un campo polideportivo y proporcionado una sala de música e instrumentos para que quienes tengan el don musical o deportivo y así lo deseen, tomen clases.

Fabián, Joel, Daniel y Pedro hoy se presentan, abriendo el concierto de un artista internacional en uno de los eventos más grandes de su país, Joel en la guitarra, Daniel en el bajo, Pedro en los teclados y Fabián baila en la batería y percusiones. Y aunque aún no son los artistas más famosos ni más exitosos de su país, a lo mejor si llegarán a serlo, pero sobre todo estos cuatro mosqueteros que la vida y las aparentes vicisitudes y desgracias los unió permanecerán juntos y felices haciendo algo que aman.

FIN

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