24-oct-2024
Para Oda
…cómo sudaba tu delgada espalda al abrazarte
mientras te lloraba con mi cara cubierta de tus negrísimos cabellos
a los que mojé con mi llanto de niño
quebrado en el punto más hondo de mi alma
¡Fui todo menos aquel hombre serio, enjuto y sarcástico que habías conocido!
¡El dique plenamente desbordado!
¡Mis nervios arrellanados en su remanso!
Rendido sobre tu hombro, me deshojaba como un libro abierto
y tu cuerpo níveo se estremeció espontáneamente ante mi brutal desolación:
nos conectamos sin exigirnos ni reprocharnos nada…
Quería despejar tantas dudas
de estos aguijones que se arremolinaron en mi garganta:
“¿Cómo eras de pequeña?”
“¿Qué te causó llanto y temor?”
“¿Alguien te hizo suspirar tan fuerte hasta ruborizarte?”
“¿Cuántas veces tus manos despeinaron traviesamente a algún hombre?”
“¿Cuántos besos robaste?”
“¿También te enamoraste neciamente de otro?”
¿Ese otro, podría ser yo?
¡Tantas cosas te hubiera confesado pero mi nicho es un lugar tan ajeno al tuyo!
¡En este jardín, corto las rosas y entierro sus espinas
y te escribo mis nocturnos poemas para regresarme a una vida sin inquietudes!
Así, mis sollozos aliviaron los cristales rotos de mi espíritu
y te sentí tan profundamente mía al darte ese recio abrazo
que te atravesé como el humo entre las hendiduras de las rocas…
…y mi alma se enganchó, tiernamente a la tuya, con este beso apasionado.
Quizás -pensé- ya no tenga más oportunidad de volverme a enamorar de mujer alguna
porque estoy viviendo el último itinerario de mi vida…
Y mi tristeza desbordó su tembloroso atributo
hasta hacerme presentir cual miserable bicho en peligro
que esta sería la última vez que te contemplaría
con mis patéticos ojos hechizados por la luna radiante.
OPINIONES Y COMENTARIOS