Bajo la lluvia, él le entregó la carta que nunca se atrevió a leer.
—¿Por qué ahora?—preguntó ella, con la voz quebrada y los ojos hundidos en el llanto. 
—Porque ya es un poco tarde, pero no tanto para amarte—respondió él.
Ella presionó el papel contra su pecho, mientras el adiós silencioso se tatuaba en el viento. 

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