Por.
Huerta Chachapoyas, Luis Jeampierre.
López Martell, Alexander Josué.
Palomino Villadeza, José Alberto.
En la actualidad, la violencia escolar y el ciberacoso en el Perú en los últimos 5 años se han convertido en problemas de creciente preocupación que afectan tanto a estudiantes como a docentes, especialmente en un contexto donde el uso de tecnologías digitales es cada vez más común. ¿Qué estamos haciendo como sociedad para proteger a los jóvenes de estos riesgos invisibles que amenazan su salud emocional y su desarrollo integral? Este fenómeno que ha adquirido notoriedad a nivel mundial abarca diversas formas de agresión desde la violencia verbal en las instituciones educativas hasta el acoso psicológico en línea. El presente análisis aborda específicamente la relación entre la violencia escolar y el ciberacoso, destacando sus implicaciones en el bienestar de los menores, y propone que una respuesta integral que combine la educación emocional, la seguridad digital y la colaboración entre instituciones es fundamental para mitigar sus efectos. La tesis que se sostiene es que, para frenar esta problemática, es esencial que tanto las familias como las escuelas y las plataformas digitales trabajen de manera conjunta en la creación de un entorno seguro, respetuoso y empático, educando a los jóvenes en el uso consciente de las tecnologías y en la resolución de conflictos de manera pacífica. El propósito de este texto es reflexionar sobre las causas y consecuencias de estos tipos de violencia, a la vez que se plantean soluciones concretas que permitan promover una convivencia escolar y digital más armónica y saludable.
La violencia escolar, particularmente el ciberacoso, representa hoy una problemática que exige atención urgente, pues ha mostrado un incremento alarmante en sus manifestaciones. Según Jorquera (2021), “la violencia escolar es una problemática de gran importancia a abordar, que en los últimos años ha ido aumentando sus manifestaciones debido al desarrollo de las nuevas tecnologías, aumentando las situaciones de ciberacoso” (p. 118). Esto refleja que, si bien las nuevas tecnologías han permitido una mayor conectividad, también han abierto la puerta a riesgos importantes, especialmente entre adolescentes que, en su gran mayoría, tienen acceso constante a Internet. En este sentido, se puede interpretar que el ciberacoso afecta profundamente la salud emocional de los jóvenes, quienes son vulnerables a las dinámicas de hostigamiento digital. La conectividad digital, entonces, no solo facilita las interacciones, sino que se convierte en un espacio donde la violencia psicológica encuentra un terreno fértil. Al respecto, surge una cuestión fundamental: ¿qué acciones estamos tomando para proteger a estos jóvenes en el entorno digital? Es evidente que la inteligencia emocional juega un papel crucial como posible herramienta de protección. Fomentar el autoconocimiento y el control emocional podría ayudar a los adolescentes a manejar los conflictos de forma positiva y resiliente. No obstante, también es necesario considerar cómo el uso intensivo de la tecnología afecta negativamente sus habilidades sociales, generando una dependencia que en ocasiones limita su capacidad de interacción saludable, por tanto, esta situación plantea una reflexión profunda sobre el papel de las instituciones educativas, las familias y las plataformas tecnológicas en la creación de un ambiente seguro. De esta forma, la responsabilidad de construir un entorno digital respetuoso y empático recae en toda la comunidad. Así, es imprescindible educar a los jóvenes sobre el uso consciente de la tecnología y, al mismo tiempo, implementar programas que fortalezcan su inteligencia emocional, en un esfuerzo colectivo que permita prevenir el ciberacoso y promover una convivencia escolar armoniosa.
Un estudio reciente ha revelado que la violencia verbal en las instituciones educativas de Iquitos, Perú, es una situación preocupante que afecta tanto a estudiantes como a profesores. Rodríguez (2021) indica que “se encontraron niveles altos de violencia verbal entre estudiantes (43.17%) y violencia verbal de los estudiantes hacia los profesores (50.27%)” (p. 11). Estos datos reflejan una realidad desafiante que va más allá del aula, pues las agresiones verbales repercuten en el clima educativo, generando un ambiente tenso y, en última instancia, perjudicando la dinámica de aprendizaje. A partir de estos datos, es posible interpretar que el alto porcentaje de violencia verbal pone en riesgo no solo el bienestar emocional de los estudiantes, sino también la autoridad y la seguridad de los docentes. La interacción violenta genera un entorno de inseguridad que dificulta el aprendizaje y afecta la integridad emocional de todos los involucrados. Por lo tanto, la implementación de estrategias de intervención se convierte en una necesidad prioritaria. Ante esta situación, resulta inevitable formular un juicio crítico sobre el manejo de esta problemática en las instituciones. En muchos casos, el enfoque disciplinario es insuficiente para abordar la raíz del conflicto; en cambio, es fundamental implementar programas de desarrollo emocional y habilidades interpersonales que permitan a los estudiantes expresar sus diferencias de manera constructiva. Solo de este modo, se podría fomentar un ambiente educativo donde prime el respeto mutuo. Por lo tanto, surge una reflexión esencial: ¿qué tipo de entorno estamos fomentando en nuestras instituciones? Esta problemática nos invita a considerar la importancia de los valores de empatía y respeto en el contexto educativo. A través de una intervención educativa consciente, basada en el respeto y la convivencia pacífica, podríamos contribuir a transformar el clima escolar en un espacio propicio para el desarrollo integral de los estudiantes.
A nivel mundial, la violencia en sus diversas manifestaciones ha sido considerada un problema de salud pública, y el ciberacoso se perfila como una nueva forma de violencia psicológica que exigen medidas de intervención. Alcalá (2022) afirma que “actualmente la violencia en todas sus modalidades a nivel mundial está considerada como un problema de salud pública, y el ciberacoso se ha mostrado como una nueva forma de violencia psicológica” (p. 141). Esto pone de relieve cómo el uso masivo de plataformas digitales ha dado lugar a nuevas formas de agresión, incluido el ciberacoso y el acoso sexual en línea. Así, la interpretación de esta situación sugiere que las plataformas digitales han ampliado el alcance de la violencia psicológica, exponiendo a los usuarios a situaciones de acoso constante y con efectos significativos en su bienestar mental. En un contexto de conectividad ilimitada, el ciberacoso puede manifestarse de múltiples formas y afectar profundamente la estabilidad emocional de las personas, especialmente de aquellos más jóvenes. Desde una perspectiva crítica, es claro que la prevención del ciberacoso requiere un enfoque integral que combine educación, seguridad digital y medidas de protección eficaces. La facilidad con la que se pueden propagar comportamientos abusivos en línea resalta la necesidad urgente de promover el uso consciente y seguro de la tecnología, así como de fortalecer los recursos de apoyo para las víctimas. Esta problemática nos lleva a cuestionar la responsabilidad de todos los actores implicados en el entorno digital. Como usuarios y futuros profesionales, debemos reflexionar sobre nuestras propias prácticas en línea y abogar por un uso ético de la tecnología que promueva la empatía y el respeto. Así, podríamos aspirar a construir una comunidad digital que no solo reconozca la diversidad, sino que también proteja a sus miembros más vulnerables de situaciones de violencia psicológica.
La relación entre la ciberdelincuencia y los delitos de violencia sexual hacia menores de edad es un problema de extrema gravedad que afecta a la sociedad actual. En un estudio reciente, Sejekam (2023) concluye que “existe una relación entre la ciberdelincuencia y los delitos de violencia sexual en menores de edad de Lima metropolitana” (p. 7). Estos delitos se manifiestan en diversas formas, como el Grooming y el ciberacoso, y revelan la creciente vulnerabilidad de los menores frente a individuos que aprovechan el entorno digital para cometer actos de violencia. A través de este análisis, se observa que el entorno digital se ha convertido en un espacio inseguro para muchos menores, quienes quedan expuestos a situaciones de abuso psicológico y sexual con graves consecuencias para su desarrollo. La facilidad de acceso a las plataformas en línea permite que estos delitos se cometan con mayor frecuencia, y sus efectos negativos son particularmente devastadores en la salud emocional y física de los menores involucrados. Frente a esta situación, resulta imperativo cuestionar la respuesta que como sociedad estamos dando a este problema. Es evidente que se requieren políticas de seguridad más robustas y programas educativos que promuevan la protección de los menores en el entorno digital. Asimismo, es necesario fortalecer los marcos legales para hacer frente a la ciberdelincuencia con un enfoque preventivo y de protección integral. Finalmente, como estudiantes universitarios y futuros profesionales, nos corresponde reflexionar sobre la importancia de construir un entorno digital seguro y ético. Nos enfrentamos a un desafío de responsabilidad social que exige nuestra participación en la creación de políticas y en el desarrollo de tecnologías que protejan a los menores de situaciones de riesgo. Al hacerlo, podríamos contribuir a generar un cambio real en la protección de los derechos de la infancia en el contexto digital.
El acoso escolar cibernético es una problemática compleja que afecta tanto la salud mental de los estudiantes como el desarrollo educativo en el contexto peruano. Según Cedillo-Ramírez (2020), «es importante el desarrollo de estrategias que permitan evitar este tipo de agresión virtual en el sistema educativo peruano» (p. 72), lo cual pone de manifiesto la necesidad urgente de abordar el impacto psicológico que genera el ciberbullying en los jóvenes. Este fenómeno se ha intensificado con la educación virtual debido a la pandemia, donde el aislamiento social aumentó las oportunidades para la perpetuación de estas agresiones. El análisis de esta problemática sugiere que las consecuencias del ciberbullying no solo son académicas, sino profundamente emocionales, afectando el bienestar psicológico de los estudiantes. Por ello, integrar equipos interdisciplinarios de psicólogos y psiquiatras en las escuelas, como propone la autora, resulta una estrategia prometedora para ofrecer apoyo tanto académico como emocional a los afectados. Sin embargo, la implementación de estos programas podría verse obstaculizada por la falta de recursos en algunas regiones del país, especialmente en áreas rurales. Es esencial, entonces, cuestionar cómo garantizar que estos apoyos sean accesibles y sostenibles a largo plazo. ¿Será suficiente la tecnología para ofrecer atención psicológica de calidad a todos los estudiantes? ¿De qué manera se puede asegurar que las intervenciones no solo sean puntuales, sino continuas y adaptadas a la diversidad de contextos socioeconómicos del país? Las respuestas a estos interrogantes serán fundamentales para construir una solución integral que proteja la salud mental de los estudiantes. Como sociedad, debemos reflexionar sobre la importancia de invertir en el bienestar emocional de los jóvenes, no solo a través de programas de apoyo psicológico, sino también en la creación de un entorno educativo más seguro, inclusivo y empático. Este es un desafío que involucra a profesionales de la salud, educadores, padres y autoridades, y debe ser abordado de manera conjunta para generar cambios significativos.
La adicción a las redes sociales y su relación con la violencia escolar en adolescentes es una preocupación creciente en la sociedad actual. Según Ruiz y Villarreal (2023), «a mayor adicción a las redes sociales, los niveles de violencia escolar se incrementan» (p. 3), lo que subraya la importancia de abordar este fenómeno desde una perspectiva integral. El uso excesivo de plataformas digitales puede fomentar actitudes agresivas entre los jóvenes, afectando sus relaciones interpersonales y aumentando la violencia en el entorno escolar. Este hallazgo evidencia cómo la tecnología, en lugar de ser solo una herramienta educativa, se ha convertido en un espacio propenso para el desarrollo de comportamientos disruptivos. La relación entre el abuso de las redes sociales y la violencia escolar muestra la necesidad urgente de implementar estrategias que regule el uso de estas plataformas, al tiempo que se promueve un desarrollo emocional y social más saludable en los adolescentes. No obstante, surge la pregunta de si la regulación del uso de las redes sociales es suficiente para mitigar este problema o si es necesario un enfoque más amplio que contemple factores emocionales y sociales de los jóvenes. Para abordar esta problemática, es crucial que las instituciones educativas trabajen de la mano con las familias para promover un uso responsable de las redes sociales, y que los programas de prevención no se limiten solo a las plataformas digitales, sino que también se enfocan en fortalecer las habilidades socioemocionales de los adolescentes. La violencia escolar no es un fenómeno aislado, sino un reflejo de dinámicas sociales más profundas que requieren un análisis y abordaje conjunto. Como futuras generaciones de profesionales y ciudadanos, tenemos la responsabilidad de contribuir a la creación de entornos educativos seguros y saludables, promoviendo el respeto, la empatía y el uso ético de las tecnologías. Este es un reto que exige nuestra participación en la formulación de políticas y en el desarrollo de estrategias preventivas.
La violencia de pareja en redes sociales es un tema alarmante, especialmente cuando se considera su vinculación con la ideación suicida en adolescentes. Según Rueda y Suárez-López (2023), «la violencia de pareja en redes sociales está relacionada con la idea suicida en los adolescentes» (p. 77), lo que subraya la gravedad de este fenómeno. Los adolescentes expuestos a violencia en sus relaciones sentimentales a través de plataformas digitales pueden experimentar un daño emocional tan profundo que desemboca en pensamientos suicidas y otros trastornos psicológicos graves. Este estudio resalta la necesidad urgente de abordar la violencia digital en el ámbito de las relaciones de pareja, ya que los efectos de estos abusos no se limitan a las consecuencias inmediatas, sino que pueden tener repercusiones a largo plazo, como la creación de hogares disfuncionales. o incluso suicidios consumados. El hecho de que esta violencia a menudo pase desapercibida por los adultos y las autoridades, debido al anonimato de las plataformas digitales, hace aún más urgente la intervención temprana y el apoyo psicológico especializado para los adolescentes afectados. Es crucial que las instituciones educativas y las familias trabajen en conjunto para ofrecer un entorno de apoyo integral que no solo trate los aspectos psicológicos de los adolescentes, sino que también eduque sobre los riesgos de la violencia digital y fomente las relaciones saludables. Además, las plataformas sociales deben asumir su responsabilidad en la prevención de la violencia digital y en la protección de los jóvenes, creando herramientas más efectivas para detectar y eliminar contenido abusivo. La sensibilización y la educación deben ser pilares fundamentales para prevenir y atender la violencia de pareja en las redes sociales. Este es un desafío que nos incumbe a todos, ya que el bienestar de los adolescentes debe ser una prioridad en nuestra sociedad, y debemos tomar urgentes medidas para garantizar su seguridad y su salud emocional.
A pesar de los avances legislativos, como la Ley N° 30364, en la protección contra la violencia de género en el contexto digital, aún queda mucho por hacer para garantizar la seguridad de las víctimas. Según Neyra y Robles (2023), «a pesar de los avances logrados a nivel legislativo, aún hay trabajo por hacer para garantizar y proteger el derecho de la víctima, promoviendo la igualdad de género en el Perú» (p. 8). Este comentario destaca las limitaciones de la ley y la necesidad de continuar fortaleciendo las políticas públicas y los mecanismos de protección para las víctimas de violencia de género en las redes sociales. La violencia de género en el entorno digital representa un reto complejo, ya que se caracteriza por el anonimato y la rapidez con que los contenidos se difunden, lo que dificulta la tarea de las autoridades para identificar y sancionar a los agresores. Si bien la Ley N° 30364 ha sido un paso importante, su implementación efectiva y su actualización constante son esenciales para adaptarse a los avances tecnológicos y las nuevas formas de agresión digital. Para enfrentar esta situación, no solo es necesario mejorar la legislación, sino también fomentar campañas de sensibilización y educación en todos los niveles de la sociedad. Además, las plataformas sociales deben colaborar más estrechamente con las autoridades para crear un entorno seguro que proteja la intimidad y los derechos de las personas sin comprometer la libertad de expresión. Es fundamental que las víctimas de violencia digital cuenten con mecanismos de apoyo psicológico y legal adecuados para enfrentar estas agresiones. El camino hacia una verdadera igualdad de género y protección contra la violencia digital es largo y requiere la colaboración activa de todos los sectores de la sociedad. La ley, la educación y el apoyo a las víctimas deben ser los pilares para garantizar un entorno más seguro y justo para todos.
La violencia de género facilitada por la tecnología en el Perú, una amenaza creciente en el último quinquenio se ha convertido en problemas globales de gran magnitud, reflejando las complejas interacciones entre la tecnología, la salud emocional y el entorno social. Estos fenómenos afectan profundamente a los jóvenes, comprometiendo tanto su bienestar emocional como la calidad de los entornos educativos y sociales. La violencia en sus diversas formas, incluida la manifestación digital, requiere una atención urgente y un abordaje integral, que implica no solo medidas de protección, sino también la promoción de la empatía, el respeto y el autoconocimiento como herramientas preventivas y de resolución de conflictos. Como se ha destacado en diversos estudios, la violencia escolar y el ciberacoso tienen efectos devastadores, especialmente entre los jóvenes más vulnerables. Los datos sugieren que la violencia verbal en las instituciones educativas y el uso de plataformas digitales como vehículos para el acoso psicológico son problemáticas que exigen respuestas efectivas. Los programas de desarrollo emocional y las políticas de seguridad digital emergen como soluciones esenciales, tanto para proteger a las víctimas como para educar a los futuros ciudadanos sobre el uso ético y responsable de la tecnología. La comunidad educativa, las familias y las plataformas tecnológicas deben asumir la responsabilidad colectiva de crear espacios seguros, donde la convivencia pacífica y el respeto mutuo sean la norma. Es imperativo, como sociedad e individuos, asumir una postura activa frente a estas problemáticas, fomentando un entorno digital seguro y respetuoso, implementando políticas efectivas que no solo castigan el comportamiento agresivo, sino que también educan y previenen. El futuro de nuestros jóvenes y el bienestar de la comunidad depende de nuestro compromiso con un cambio profundo en las dinámicas de interacción en línea y fuera de ella, y solo a través de un esfuerzo conjunto podremos construir una sociedad que proteja los derechos de los más. vulnerables y promueva el desarrollo de relaciones más saludables y empáticas.
Referencias
Alcalá Molina, F. A. (2022). Violencia en el contexto de las nuevas tecnologías de la información: el delito de acoso sexual. Revista Oficial Del Poder Judicial, 14(17), 141-168. https://doi.org/10.35292/ropj.v14i17.552
Cedillo-Ramirez, G. (2020). Acoso escolar cibernético en el contexto de la pandemia por COVID-19. Revista Cubana de Medicina Tropical,72(4), e3564. http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S0034-75232020000400001&script=sci_arttext&tlng=pt
Jorquera Hernández, A. B. (2021). Violencia escolar, inteligencia emocional y uso de nuevas tecnologías en adolescentes de Educación Secundaria Obligatoria. [Tesis de doctorado, Universidad de Murcia]. Repositorio Institucional de la Universidad de Murcia. http://hdl.handle.net/10201/112104
Neyra Villanueva, J. A., Y Robles Sotomayor, F. M. (2023). Violencia de género mediante las redes sociales como afectación del derecho a la intimidad personal, Callao 2022. Repositorio UCV, 8. Recuperado de https://repositorio.ucv.edu.pe/handle/20.500.12692/123175
Rodríguez Rodríguez, R. (2021). Caracterización de la violencia escolar en estudiantes de secundaria de una Institución Educativa de la Ciudad de Iquitos, Perú 2019. [Tesis de titulación, Universidad Científica del Sur] Repositorio UCP. http://hdl.handle.net/20.500.14503/1327
Rueda Espinoza, K. M., Y Suárez-López, A. (2023). Relación entre la ideación suicida y violencia de parejas en redes sociales en adolescentes. FASO-UNEMI, 7(12), 77-87. https://doi.org/10.29076/issn.2602-8379vol7iss12.2023pp77-87p
Ruiz Maldonado, L. A., Y Villarreal Quispe, G. D. (2023). Adicción a las redes sociales y violencia escolar en los adolescentes de la Institución Educativa José Cardo – Sullana, 2023 (p. 3). Recuperado de https://repositorio.ucv.edu.pe/handle/20.500.12692/133248
Sejekam Dulanto, L. A. (2023). Ciberdelincuencia y delitos de violencia sexual en agravio de menores de edad, Lima Metropolitana Año 2020 – 2022 [ Tesis de maestría, Universidad César Vallejo] Repositorio UCV https://hdl.handle.net/20.500.12692/123715
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