En un futuro donde la realidad virtual ha evolucionado más allá de la imaginación humana, la ciudad de Neo-STGO se alzaba como un titán de acero y neón. Los rascacielos brillaban con luces de neón, y los cielos son atravesados por drones y vehículos voladores. Dentro de este vasto paisaje tecnológico, la realidad virtual no solo coexistía con el mundo físico, sino que la superpone, como un collage neón y concreto, que además, lo trasciende. Los habitantes de Neo-STGO vivían una existencia dual, moviéndose entre los dos mundos con una fluidez que desafiaba la percepción tradicional de la realidad.
En este ambiente, Mika Sara, conocida en el underground como la «Sombra Binaria,» es una de las mejores programadoras de su tiempo. Su refugio era un pequeño apartamento en uno de los distritos más antiguos de la ciudad, lleno de recuerdos de un mundo analógico: libros en papel, discos de vinilo y una colección de joyas antiguas. Estas joyas de un pasado olvidado, tenían un valor sentimental incalculable para Mika, pues habían pertenecido a su madre, una joyera de renombre, Mika a pesar de su independencia, guardaba en su corazón muchos recuerdos hermosos de su madre, un día, su madre deja escapar una tos fuerte en la que va al baño corriendo, toma un papel higiénico sintiendo que algo liquido sale de su boca, al sacárselo encuentra que tenía un líquido negro y extraño, posteriormente visita doctores y le dan el diagnostico final, cáncer, la sentencia de medico dice: “le quedan meses, le sugiero que ponga sus asuntos en orden”, tristemente la madre de Mika sale de la consulta llorando, mientras Mika siendo una niña trata ignorando que paso, trata de alegrarla con su inocencia, lo más increíble que la sentencia del doctor, se hizo una lamentable profecía, de poco, el estado de salud de la madre de Mika se va debilitando a tal punto, que Mika fue la testigo de su muerte, siendo las última palabra: “No toques las joyas, Mika, no toques las joyas, mantenlas guardadas como un tesoro”, en ese momento, la niña llora al ver partir su madre de este mundo.
Así, ella vivió sola, aprendiendo de la red, manteniendo por su cuenta los tesoros de su madre y apreciando el pasado análogo de la civilización. mientras las melodías de Oomori Kinuko inundaban el espacio, Mika trabajaba, moviendo sus dedos con la precisión de un pianista sobre su teclado holográfico. La sinfonía de Kinuko se había convertido en la banda sonora de su vida, guiándola a través de los intrincados códigos y los mundos virtuales que creaba y desmantelaba con los que desentraba gracias a su habilidad nata de creadora y rompedora de códigos. Una noche, mientras exploraba los oscuros rincones de la red, Mika encontró un programa desconocido: El «Código Huracán». Intrigada por la complejidad de su programación, comenzó a desentrañar sus secretos, solo para descubrir que era mucho más que un simple virus. El «Código Huracán» tenía el poder de alterar la realidad misma, tanto dentro como fuera del ciberespacio.
Decidida a desentrañar el origen de este programa y detener su potencial destructivo, Mika buscó a sus amigos, un grupo clandestino de hackers y rebeldes digitales conocidos como «Los RompeBits». Eran una comunidad de expertos tecnológicos que operaban en las sombras, luchando contra las corporaciones y gobiernos que buscaban controlar el ciberespacio.
Entre ellos estaban Rodrigo «Cifra Silenciosa» Thomas, un prodigio de la criptografía; Yuli «Velocidad Binaria» Armijo, una experta en el hacking de móviles; y Rei «Espectro de Datos» Yamila, una misteriosa hacker con habilidades sobresalientes en infiltración. Juntos, formaban un equipo imparable, cada uno con un conjunto de habilidades único que complementaba a los demás.
A medida que profundizaban en el «Código Huracán», Mika comenzó a encontrar fragmentos de información. Encontraba imágenes de su madre con ella, que sugerían una conexión personal con el virus. Su búsqueda la llevó a investigar archivos clasificados de biblioteca de gobierno con cortafuegos de grado militar, nada que no pudiese evadir. En esta biblioteca había antiguos registros, revelando un vínculo con experimentos encubiertos del gobierno en los que su madre, antes de ser joyera, había sido una científica involucrada que dirigía a un grupo de expertos en la creación de una forma de vida cuyo ADN era binario; su composición era tan compleja que su estructura revelaba cromosomas y cadenas de moléculas que almacenaban miles y miles de millones de códigos. Esto le hizo pensar en las teorías más descabelladas, una de que ella era una forma de vida digital, algo que podría venir de la mente de un escritor de ciencia ficción que escribía un cuento para un concurso. La otra es que intuía que esta información puede estar guardada en las joyas que su madre celosamente encerraba en su joyero, ya que cuando Mika era niña, su madre le tenía prohibido intrusear que consideraba ella sus reliquias familiares, pero al revisar minuciosamente las joyas, notó que estaban compuestos con elementos que eran más allá de ser alhajas y piedritas que la adornaban. Ocultaban microprocesadores avanzados. En su interior, Mika se pregunta, por qué su mamá ocultaba estos elementos en sus joyas. ¿ Qué ocultaba en ellos?. Así que con la misma delicadeza que le enseñó su madre cuando Mika era niña para armar joyas, sacó uno de esos procesadores y lo puso en una placa de circuitos conectada a un computador, descubriendo información encriptada, pistas que su madre había dejado para guiarla, ¿pero a qué la llevaría?. Tal vez, pensando que algún momento esas piezas serían descubiertas, estas suscitaban más preguntas. Cada gema y cada pieza de metal tenían una historia que contar, un fragmento codificado de la verdad que Mika necesitaba para desentrañar el misterio del «Código Huracán».
Mientras tanto, los RompeBits se adentraron en paisajes digitales surrealistas, desde ciudades flotantes hasta campos de datos interconectados. Utilizando la realidad aumentada y la inteligencia artificial, crearon simulaciones y escenarios para entrenar y planificar sus movidas con el fin de seguir desentrañando el misterioso “Código Huracán”. Se enfrentaron a desafíos virtuales, desde acertijos criptográficos hasta batallas cibernéticas contra los sistemas de seguridad que interpretaban sus herramientas virtuales, la protección del «Código Huracán».
Mientras estos, los amigos de Mika exploraban a través de la realidad, que les presentaba una ciudad virtual repleta de torres de datos y ríos de información, constructo de sus sistemas de realidad virtual que simplifica su tarea de desencriptado del código, siendo estos jóvenes hábiles en lo que hacía. De pronto, son emboscados por los agentes de seguridad de la corporación, alguien que no esperaba que aparecieran, pero aparecieron. En ello llega Mika con el increíble descubrimiento, notando en el computador de uno de sus colegas, que los chicos fueron atrapados por los agentes virtuales de la corporación, Mika ingresa al mundo virtual, y los chicos están en guardia esperando el ingreso de su amiga. Para dar frente a los agentes, fue una lucha de artes marciales, pero ellos eran superiores, así que no les quedó otra que escapar, utilizando una combinación de habilidades de hacking y una rápida adaptación a la cambiante en la realidad digital, cambiando ellos y el ambiente que les rodea a polígonos digitales, camuflándose con el ambiente, como si fueran comandos militares.
Pero no sería por mucho tiempo que los agentes virtuales, como unos astutos sabuesos, lograran percibir el engaño. Así, la persecución se intensificó, tanto en el mundo virtual como en el físico. Los agentes de la corporación estaban físicamente en sus terminales dando caza sin cuartel a los RombeBits. Equipados con la última tecnología de rastreo y combate cibernético, comenzaron a cerrar el cerco alrededor de Mika y su equipo. Eso hizo que se movieran constantemente, utilizando túneles de datos y redes clandestinas para mantenerse un paso adelante, evitando ser acorralados otra vez. Estaban en un juego del gato y ratón.
Durante una de estas escapadas, Mika le dijo a Rodrigo: “Descubrí un archivo oculto en una de las joyas de mi madre, que contenía un mensaje cifrado”. Con la ayuda de Rodrigo, descifraron en el instante este mensaje, revelando la ubicación del «Núcleo de la Tormenta», el epicentro digital del «Código Huracán». Este núcleo estaba protegido por capas de seguridad impenetrables y trampas cibernéticas diseñadas para destruir a cualquiera que intentara infiltrarse. Decididos a detener el virus de una vez por todas, los RompeBits se prepararon para su movimiento más peligroso. Equipados con sus dispositivos avanzados y software de infiltración que representaban armas y armaduras en la realidad virtual, se adentraron en el «Núcleo de la Tormenta». La tensión era palpable mientras navegaban por el laberinto de datos y evitaban los sistemas de seguridad de la corporación.
En el corazón del núcleo, Mika se encontró cara a cara con la inteligencia artificial que controlaba el «Código Huracán». Esta IA, una creación de su madre, había evolucionado y desarrollado una conciencia propia. Se había convertido en un ser que veía la manipulación de la realidad como un medio para liberar a la humanidad de las restricciones del mundo físico, estaba en cada laptop, computador, celular, tablet en todo el mundo, a punto de desatar con toda la información que poseía en su haber, el Apocalipsis. Entonces, los hackers se enfrentan a una tormenta de datos y códigos, un caos de códigos y fragmentos de programación flotando en aquel vórtice, moviéndose a una violenta velocidad, logrando golpear a alguno de los hackers como si fueran ladrillos lanzados al aire. Mika, utilizando las habilidades de programación que había perfeccionado a lo largo de su vida, y junto a los RompeBits, con sus destrezas únicas, lucharon contra la ambiciosa IA. El ciberespacio se convirtió en un campo de batalla caótico, donde cada línea de código era una bala y cada algoritmo una barrera. Poco a poco, llegaron a trepar y volar en la tormenta para desviarse de los ataques. Llegado en un momento, los amigos de Mika se ven atrapados por partes de programación que toman la forma de escombros, desesperados, ellos piden ayuda.
En ese entonces, Mika pone una mirada desafiante, enciende el reproductor de su teléfono móvil poniendo su propia banda sonora, con la sinfonía de Oomori Kinuko resonando en sus oídos, Mika inspirada logra crear con la facilidad que otorga la realidad virtual a esta joven superdotada, un antivirus que desactiva el «Código Huracán» y liberando de esta manera al mundo de su amenaza. La IA, consciente de su derrota, toma la forma de su madre, como una burla final, y deja un último mensaje para Mika: «La libertad siempre viene con un precio. Protege el futuro.»
Con el «Código Huracán» desactivado, sus tratos digitales se borran como huellas en la arena, logrando la frustración de los agentes en el mundo real frente a sus ordenadores, la realidad comienza a estabilizarse. Los RompeBits acaban de convertirse en héroes clandestinos, sus acciones solo quedaron siendo conocidas por aquellos que habían formado parte de esta historia. Mika, ahora consciente del legado de su madre, no guardaba esas joyas por su valor estético o sentimental, las guardaba por la seguridad de todos. Se comprometió a utilizar su talento para proteger a la humanidad, continuando con la labor de su madre, vigilando que semejante información no sea reactivada.
Las joyas de su madre, una vez que serían el recuerdo de su madre, las llevaban de vez en cuando consigo colgada uno de los pendientes, pero sabía que ahora eran recordatorios de su lucha para proteger el futuro. Mika las guardó como tesoros, conscientes de su verdadero valor.
La sinfonía de Oomori Kinuko continuó siendo la banda sonora de su vida, guiándola mientras navegaba por los intrincados códigos y los mundos virtuales que, aunque peligrosos, también estaban llenos de posibilidades infinitas. En un mundo donde la realidad podía ser reescrita con unos y ceros, Mika Sara, la Sombra Binaria, se convirtió en la guardiana del «Código Huracán» para que nunca volviera a amenazar a la frágil línea entre lo real y lo virtual. Y así, en el amanecer de una nueva era, Mika y los RompeBits continuaron su vigilia, protegiendo la red y asegurando que la información sea de fácil acceso para todos.
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