En la época qué el Prefecto Publius Petronius gobernó la provincia romana de Egipto hubo un conflicto con el Reino de Kush. Lo importante aquí es que, en el año 24 a.c. o a.n.e., Publius le pidió a unos soldados romanos navegar a Roma para informar la situación. Los soldados romanos navegaron con el barco por el Mediterráneo haciendo una parada en Creta. Cuándo volvieron al barco retomaron su navegación a Roma, pero al alejarse unos metros de la isla uno de ellos vió la imagen distorsionada en fondo marino de lo que parecía ser Tifón. Instantáneamente, la punta del barco empezó a empujar un aire invisible elástico y los romanos se preguntaron que era este efecto del aire hasta que el aire rebotó transportando al barco a unas aguas verdes cristalinas que no tenían nada que ver con el mediterráneo. Los romanos se asustaron preguntándose si esto era obra de los dioses y uno de ellos dijo que antes de esto había visto la imagen de Tifón. Los romanos vieron tierra firme, qué en la dirección y ubicación donde estaban antes, originalmente, no tenía lógica alguna. No había manera de que haya tierra firme en la dirección y ubicación que navegaban, al menos que el barco haya girado mirando a Creta otra vez. Los soldados llegaron a esa tierra que era una sabana con una montaña enorme. ¿Estaban en el Reino de Kush porque los dioses querían que estén en el frente de batalla?. No, imposible. ¿Dónde estaban?. Todas estás preguntas se hicieron los romanos. Por suerte, estaban equipados con provisiones y armas.
Los soldados romanos decidieron caminar hasta la montaña para saber si veían algo que los oriente o, de lo contrario, volverían al barco para seguir navegando. Mientras caminaban vieron algo moverse entre los árboles a lo lejos. Los romanos se agacharon entre el pastizal y vieron que eran unos humanos. Cada vez se convencían más que estaban en el Reino de Kush, por alguna razón. Los soldados romanos se preparaon para cualquier tipo de ataque, mientras esos humanos se acercaban. ¿Humanos color blanco?. Eso veían los romanos mientras se acercaban los humanos. Humanos de color blanco, pero blanco mate, el blanco caliza. Uno de los romanos se empezó a mover en el pasto y los humanos caliza empezaron a correr hacia donde estaban ellos. Los romanos se prepararon para atacar y vieron que esos humanos eran como una especie de humanos deformes, unos monstruos cuyas cuencas de ojos eran grandes color negro, garras, dientes picudos sobrelientes sin labios y con mucha velocidad. Los romanos se pararon pensando en la confrontación hasta que, de repente, un fuego los quemó a todos esos hombres caliza. Los romanos miraron al cielo y vieron unas serpientes color rojo lava volando, haciendo que el líder de los soldados romanos diera la orden de correr hasta el barco. Las serpientes rojizas con alas volvieron sobre el lugar y quemaron al resto de los hombres caliza, mientras los romanos desesperados intentaban huir lo mas rápido posible con el barco. Ya con todo preparado, empezaron a navegar con el barco bordeando la costa y el mismo romano que había visto al Tifón, llamado Éktōr Lanius, dijo que esas serpientes debían ser de Tifón o algo parecido. Algunos soldados le creyeron preguntando si había un rezo para Tifón y otros no creyeron. Decididamente los que no creyeron fueron los primeros en rezar cuando una corriente los empujó hasta un río adentro que estancó el barco y cuando vieron adentro de los árboles boscosos quedaron inmóviles a lo que veían. Unos hombres de fierro como las armaduras romanas, pero todo hecho de armadura incluyendo su rostro y su carne. Toda su carne era fierro. Esos hombres de fierro se enfrentaban y le disparaban a los humanos caliza con unas lanzas explosivas de fuego o flechas de fuego raras que salían por una especie de caño forjado – así lo relataba Éktōr -. Esos hombres de caliza se dieron cuenta de la presencia de los romanos y saltaron a los barcos atacando a los soldados qué se tiraron al río y al suelo para salvarse. Los hombres caliza despedazaban a los romanos con sus garras largas y los humanos de fierro defendían a los romanos, disparandoles ese fuego de flecha a los hombres caliza. Éktōr cayó en el suelo y luego se paró donde vió a uno de esos humanos de fierro al lado suyo mirándolo. El humano de fierro le habló algo a Éktōr, pero Éktōr no entiendó la lengua de ese humano de fierro. Los romanos lucharon con sus espadas contra los humanos cenizas y algunos de ellos logró apuñalar a algunos con su entrenamiento de las legiones, pero aun así fue inútil. Incluso Éktōr pudo matar a uno con su lanza, incrustandole la lanza en la cabeza de ese hombre ceniza. Todos los humanos cenizas y romanos murieron en esa batalla, salvo Éktōr. Los hombres de fierro escucharon hablar a los romanos y uno de ellos, al parecer, supo que hablaban latín. Éktōr se sorprendió que supieran su idioma y se entristeció cuando vio el panorama de sus compañeros caídos. El hombre de fierro le dijo a Éktōr qué ellos vieron cuando llegaron con su barco y que lo llevaría devuelta con su barco a la puerta de aire en el mar. El hombre de fierro le preguntó a Éktōr cada detalle de donde vino, su lugar, gobernante, nombre, etc. Los hombres de fierro acomodaron el barco con una fuerza nunca antes vista por Éktōr y manejaron el barco hasta esa puerta invisible en el mar. Los hombres de fierro se tiraron al mar y Éktōr se sorprendió de este acto. El único hombre de fierro que quedaba en el barco le dijo que ellos no podían cruzar esa puerta, pero Éktōr y su barco si. Luego de la explicación el hombre de fierro se tiró al mar y con el último envión de lo remado el barco hizo el mismo movimiento que había hecho cuando entró a ese mundo y llegó a las costas de lo que hoy es Italia, pero un año después en el 23 a.c. o a.n.e., con la guerra con entre el Prefecto Publius y el Reino Kush ya terminada. Éktōr contó todo dentro del ejército romano y ante autoridades sobre ese mundo que Éktōr lo denominó como «Drákōnes et Ferrum». Algunos romanos le creyeron y otros no, sobre todo no le creyeron las autoridades. Más allá de creerle o no a Éktōr, la imaginación y seguridad con que decía todo contagiaba al ejército de legiones romanas. Todos los soldados razos empezaron a querer a Éktōr independiente de si su historia era cierta o no y siguieron peleando junto con él en el campo de batalla, ya que Éktōr siguió siendo soldado romano. Cada día Éktōr se fue volviendo más y más popular dentro del ejército hasta que todo el ejército de Roma supo de sus historias. En honor a la memoria de Éktōr, cuando lo despidieron, crearon el Draconarius. El Draconarius era el abanderado del cuerpo de caballería que portaba un estandarte conocido como Draco, en honor a Éktōr y sus relatos sobre Drákōnes et Ferrum.
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